22 noviembre, 2024

“Es una película sobre las creencias y lo que hacen”



La TV sensacionalista, incluso al día de hoy, al menos para quienes llegaron a los 90 análogos siendo jóvenes, tiene un grito de batalla: “Seguime, Chango”. La expresión le corresponde a José de Zer, un periodista, un movilero, cuyo estilo, siempre ampliamente por encima del contenido, fundó una forma hoy más que reconocible de contar: desde cierta fábula, desde cierta seriedad impostada. José Bernardo Kerzer era más que José de Zer, y José de Zer fue muchas cosas en nuestra TV. La producción original de Netflix, El hombre que amaba los platos voladores, se centra en ese Zer, en aquel que hizo de los ovnis un tema que medía como pocos en la TV argentina de los años 80. Dirigida por Diego Lerman y protagonizada por un siempre excepcional, siempre distinto, Leonardo Sbaraglia, la película según su director se define gracias a que “hay una historia más literal para mí que es la del periodista de espectáculos que estaba cubriendo las vedettes del momento y de golpe empieza a cubrir platos voladores y se vuelve un fenómeno. Esa es la línea más de la superficie”. Y suma: “Después está la cuestión de un personaje que descubre que tiene una enfermedad, que está en un tratamiento psiquiatrico, y a quien de golpe se le empiezan a mezclar los cables de todo eso. Entonces, era tomar un poco ese punto de vista, de quien engaña pero que empieza a creer que es un elegido y hay un sentido más profundo. La idea era que combiban los dos mundos: el literal del periodista y el más humano, más allá de su imagen”. —El prejuicio podía llevar a que uno creyera que la película se iba a reír o ver al personaje, basado en una persona real, desde determinado ángulo. ¿Cómo lograste una película que acompañam tanto a un personaje tan complejo? —A mí lo que me interesaba era lo que daba. Yo creo que es una película sobre las creencias y lo que hacen, sobre cómo eso atraviesa la historia de la humanidad. Me parece que tiene que ver con una elección muy personal: uno cree en la brujería, en las religiones, en lo que sea. Es algo que convive con el ser humano más allá del momento escéptico en el que estamos. Son peyorativos los lugares de burla sobre eso. Después uno podrá elegir el camino que elija, podés creer de todo o no, pero acompaña a la humanidad desde sus inicios, desde que hay cavernas, desde que fabuladores. En el medio, hay un montón de variantes, de formaciones, pero es una película que de fondo aborda las creencias. Me interesaba como tema, sin dar respuestas, me interesaba dar posibilidades, ver las elecciones personales.

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—También hay un modelo de periodismo en su máxima expresión que hoy básicamente define el cotidiano de los que vemos en TV, al menos a la hora de los modos. ¿Qué te interesaba de eso? —En ese sentido era reinteresante Nuevediario y lo que hizo José de Zer, que llevó a cabo un tipo de periodismo que hoy abunda en la TV y en las redes: eso de la espectacularización, el querer vender las noticias de una manera que sean tan atractivas en su forma, que eso es todo, y el contenido vamos viendo. Hay algo hoy de las redes que es ese concepto llevado por mil. Hoy se habla de la posverdad, de lo difícil que es decodificar que es verdad y que no, de la crisis de los medios, de las creencias. En aquel entonces, de manera muy inocente, en un noticiero (el donde es importante) lleva a cabo sus convenciones, casi como La guerra de los mundos, el fenómeno en Capilla del Monte (y después viene Madonna a Argentina y al primer lugar al que va es Capilla antes de Buenos Aires). —¿Cuánto hay del José de Zer real? ¿Cómo convive la investigación con la vida pública del personaje? —Lo que está tomado más que nada es su vida pública, porque de su vida privada no se sabía mucho. Él se encargó de que no se sepa: su nombre no era José de Zer, era otro, tenía dos fechas de cumpleaños. Pero hay anécdotas que tomamos, como por ejemplo que él peleó en la Guerra de los Seis Días, y no quiso hablar mucho de eso. Nunca encontramos a nadie que quiera dar testimonio de eso. Nos venía muy bien para el tema de las creencias, de Sinaí, donde confluyen las tres religiones monoteístas. Las notas están recreadas, al menos frente a cámara, casi de manera idéntica, y lo mismo el noticiero, queríamo se parecíera al Canal 9 de aquel entonces. De su vida privada no hay mucho. Sí está muy cirscunscripto a la saga de Zer en el Uritorco, él hizo muchísimas más cosas, cubrió La Tablada, cubrió el Caso María Soledad. La película aborda solo ese momento. Ese momento tenía muchas aristas que me resultaban atractivas, y la película pedía mucho, se filmó en muchos lugares, tenía efectos especiales. La propuesta de Netflix de hacer algo juntos me hizo sacar este guión. —¿Cómo fue el trabajo con efectos especiales? —Nunca había trabajado, al menos en esta escala. Acá había un diseño de efectos especiales. Escenas con mucha complejidad técnica, y hacerlas de una amnera similar a la que yo me imaginaba.  —¿Qué ideas tenían con Leonardo Sbaraglia para llevar a cabo el personaje? —Primero, la propuesta fue muy clara: era un personaje para arriesgar mucho, que las medias tintas no iban a funcionar. Había que ir de cuerpo entero, de composición. No es una biopic de José de Zer, pero sí toma lo físico, hubo que trabajar las posturas, el tipo de pelo, etc., etc., etc. Físicamente es una escena muy demandante, filmada mucho a intemperie. Fuimos a cuatro lugares distintos. Hicimos dos meses de ensayos y preparación, bastante intensos, ensayos casi diarios. Sobre todo acceder a eso que de era un personaje que va perdiendo la cordura, que va cortando hilos con la realidad y se empiezan a fundir todos los planos en juego. Esas zonas vulnerables había que abordarlas con mucho verosímil. Leo se metió mucho. José de Zer era un encantador de serpientes, dueño de un magnetismo, que donde fuera sabía qué decir. Había algo de eso que obvio generaba un personaje difícil. —¿Qué te genera el poder seguir contando en la Argentina en este momento? —Bueno, yo soy cineasta. Es un momento crítico para el cine. El Instituto de Cine está paralizado, hay muchísima incertidumbre sobre el futuro. Hay reglas muy poco claras sobre cómo hacer cine en Argentina. Es triste la verdad, porque para mi generación, que nació con la Ley de cine, hoy se ve clara la diversidad y creatividad del cine argentino. Este momento tan incierto, tan gratuitamente incierto, genera mucha incertidumbre. En el medio estreno una película, y se agradece mucho, pero estoy viendo como seguir haciendo cine acá. Las plataformas creo que son una de las opciones, lo autogestivo. Seguir insistiendo, insistir con mucha fuerza en que el Instituto del Cine es fundamental que funcione.

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