Los humanos llevamos miles de años durmiendo con la cabeza en alto: “Las almohadas existen desde el año 7.000 a.C. aunque eran de piedra o de madera. Es a partir del siglo XVIII cuando empiezan a hacerlas como las de ahora con plumas, paja o un rebujo de ropa”, expone Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y miembro de la Alianza por el Sueño. ¿Por qué necesitamos estar en la cama con la cabeza elevada?
Armenteros explica que dormir con almohada sirve para alinear la espalda y no sufrir una hiperextensión. “Al apoyarla nunca puede quedar una curvatura excesiva en el cuello. Permite alinear las vértebras cervicales de un modo más natural” y sin ejercer tensión sobre el cuerpo, incluido el cuello.
Independientemente de favorecer el cuidado de la espalda, dormir con la cabeza alta también es recomendable, según Armenteros, para:
Evitar el reflujo gastroesofágico y mejora la digestión.
Disminuye la apnea del sueño.
Reduce los ronquidos (con la cabeza entre 30 y 45 grados).
Aumenta el drenaje linfático. “Ayuda a despertarse con la cara y los ojos menos hinchados como consecuencia de la gravedad”.
¿Qué altura de almohada es la más adecuada?
Utilizar una almohada que no se ajuste a tu cuerpo puede provocar que duermas mal y problemas físicos como rigidez de hombros, dolores de cabeza y manos entumecidas al despertar por la mañana. Por eso, no existe una almohada ideal para todo el mundo, sino que la mejor va a ser la que se adapta mejor a cada persona. “Se trata de elegir aquella almohada que nos resulte cómoda. O sea, tiene que probarse individualmente, porque no todas son iguales”.
El médico señala que en la elección de una almohada influyen el tamaño de la cabeza y el diámetro y la altura de nuestro cuello. “Tiene que ser una almohada casi personalizada. De hecho, lo que se recomienda cuando se comparte cama que se tengan dobles almohadas para que cada uno tenga la suya”.
La elección, además, no solo depende de la cabeza y el cuerpo de cada persona, también debes tener en cuenta la forma de dormir. Si, por ejemplo, duermes de lado, la almohada tiene que ser un poquito más alta porque tenemos que vencer el desnivel de los hombros. Dependiendo de la anchura de nuestro cuerpo, podemos necesitar una almohada u otra. Si se tienen los hombros muy anchos se debe optar por almohadas un poquito más altas para alinear la espalda en la posición lateral.
“Cuando se duerme boca arriba sería una altura media. Y si se tiene la costumbre de dormir boca abajo, no se recomienda dormir totalmente sin almohada, pero sí con una con muy poca altura”, detalla el doctor, quien precisa que “dormir boca abajo es la postura menos aconsejada desde el punto de vista médico en todos los aspectos”.
Una elevación excesiva de la cabeza daría lugar a dolor de cuello, por lo que “ajustar la almohada a nuestra alineación cervical es muy importante”.
En el ámbito médico, “se ha comprobado que una posición de entre 35 y 40 grados para dormir reduce la presión intracraneal y va a beneficiar en determinadas situaciones, por ejemplo, tras una hemorragia cerebral y otras situaciones de patologías, indica el facultativo de la SEMG.
Quiénes deberían prescindir de la almohada
Existen estudios que revelan que, desde el punto de vista clínico y dentro del hospital, en determinadas situaciones es mejor prescindir de la almohada. Por ejemplo, “en pacientes con una insuficiencia cardíaca grave. Es lo que se denomina posición Trendelenburg, que es una posición médica en la que los pies están más elevados de la cabeza. En estos casos sirve para aumentar el flujo sanguíneo al cerebro”.
Fuera del ámbito clínico no sería aconsejable dormir sin almohada. Eso sí, Armenteros precisa que en determinadas situaciones puede ser aconsejable elevar un poco los pies por encima de la cadera (15 o 20 centímetros), “sobre todo para favorecer el retorno venoso. Con insuficiencia venosa o con varices, elevar los pies por encima de la cadera sería importante”.
¿Qué pasa si dormimos con la cabeza más baja que los pies?
Armenteros indica que no sería aconsejable hacerlo por mucho tiempo, porque “tendríamos una hiperpresión sobre el cerebro. Esta posición en la que aumenta la presión sobre el cerebro, en el ámbito clínico, se utiliza para cuando se necesite irrigar el cerebro, como en el caso de la insuficiencia cardiaca, pero esa hiperpresión es negativa y nada conveniente para dormir habitualmente en casa”.
Según enfatiza Armenteros, no debemos regatear nunca esfuerzos y ni dinero en encontrar la almohada perfecta porque un sueño satisfactorio, gratificante y recuperador es fundamental para nuestra vida. El médico indica algunas características imprescindibles en una buena almohada:
Que sea transpirable y antialérgica, que no acumule ácaros ni hongos ni humedad.
Que sean de un material que tenga un envejecimiento lento y no se deteriore con el uso.
Que tenga estabilidad, elasticidad y consistencia.