5 febrero, 2025

El error que muchas mujeres cometen con la alimentación y que afecta a su cerebro


La ciencia cada vez encuentra más evidencias sobre la vinculación íntima y directa del cerebro con el resto del organismo, en especial con el sistema inmune y con el eje hormonal que conecta los diferentes órganos. Por ello, el cortisol, una hormona prioritaria en la biología a lo largo de toda nuestra vida, asociada a cualquier situación de estrés, tendrá una repercusión fundamental en el desarrollo de nuestro envejecimiento cerebral, según explica Lorena Benavente, neuróloga de la Unidad de Ictus del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
El estrés crónico es un factor de riesgo para el envejecimiento y para la demencia, incluyendo la enfermedad de Alzheimer y la demencia vascular, que son las más frecuentes de todas, detalla esta especialista. Así, niveles elevados de cortisol facilitan, entre otras implicaciones, el depósito y la acumulación en el cerebro de la proteína tau y de las placas de amiloide, características del Alzheimer, al tiempo que se relacionan con la atrofia cerebral, al disminuir el volumen y el nivel de metabolismo cerebral. 
Y lo que se sabe por diferentes experimentos y estudios llevados a cabo, sobre todo, en los últimos años es que los niveles elevados de cortisol afectan de manera diferente al cerebro de hombres y mujeres. La población femenina parece ser más vulnerable a la alteración de la glucosa, sobre todo, a nivel frontal, así como a sufrir mayor carga de depósito de proteína beta amiloide, muy relacionada con el desarrollo del Alzheimer, indica la neuróloga. 

Cambios a partir de la perimenopausia

En las mujeres, además, hay que tener en cuenta los cambios que se inician en la etapa de la perimenopausia, con la caída progresiva de los estrógenos (hormona femenina por excelencia) y aumento progresivo de la tasa de receptores estrogénicos en algunas áreas cerebrales más vulnerables y se ven implicaciones clínicas.
“En relación con esta vulnerabilidad, la tasa de Alzheimer es superior en las mujeres que en los varones”, indica Benavente. Para tratar de ralentizar estos procesos, la nutrición es un factor clave, dado que a través de ella el cerebro, como el resto del organismo, obtiene el combustible necesario para funcionar.
Una alimentación rica en nutrientes saludables constituirán la materia prima de calidad que necesita el cuerpo y el cerebro para funcionar adecuadamente, con menor riesgo de enfermedad y mayor tiempo de garantía de buen funcionamiento, es decir, menor propensión al envejecimiento. “Y si unos nutrientes de calidad proporcionan los ladrillos y el combustible adecuados para la construcción, reparación y funcionamiento de esa obra que es nuestro organismo y nuestro cuerpo y, por ende, nuestro cerebro, una alimentación de mala calidad puede intoxicarnos y hacer que nuestro metabolismo funcione renqueante y enferme más fácilmente”, explica Benavente.

Alimentación proinflamatoria tóxica

Así, la alimentación puede resultar tóxica cuando es proinflamatoria. Toda alimentación que estimule las vías de la inflamación altera nuestro sistema inmune, es decir, nuestras defensas, y condiciona un estado inflamatorio que igualmente desemboca en la vía del cortisol, con el consiguiente envejecimiento cerebral y mayor vulnerabilidad. 
Además, esta acción desemboca en ese efecto deletéreo para nuestra salud de manera doble, dado que esa misma alimentación proinflamatoria condiciona la propia enfermedad vascular en todo el cuerpo, así como en el cerebro. 
“Y, lamentablemente, en el cerebro puede haber esa enfermedad vascular que facilite el envejecimiento de manera directa con la aceleración de las lesiones anatómicas del Alzheimer o a través de la demencia vascular o del ictus. Pero a su vez, la propia enfermedad vascular a otros niveles del organismo puede ser causa de ictus, de manera directa o mediante el desarrollo de los factores de riesgo vascular como la hipertensión arterial, diabetes, enfermedad coronaria, arritmias que producen embolias, etc.”, señala la especialista.
Por ello, es muy importante saber qué alimentos se relacionan con esa actividad proinflamatoria, tan dañina para toda la población y en particular para las mujeres, sobre todo, a partir de la perimenopausia.

Alimentos aceleradores del envejecimiento

Los grupos de alimentos aceleradores del envejecimiento son en particular aquellos ultraprocesados o muy procesados, así como la comida rápida, las grasas trans, las frituras (aceites muy quemados), las grasas animales si se consumen en cantidades elevadas, los azúcares refinados o edulcorantes artificiales de los alimentos light y, por supuesto, muchos conservantes, además del alcohol, dado que éste, aunque líquido, es justamente deshidratante y contiene tóxicos directos para el cerebro y el resto de órganos.
Una buena regla, según Benavente, que nos sirva de ayuda rudimentaria pero eficiente para distinguir los alimentos potencialmente peligrosos es incluir en esta categoría aquellos en los que no podemos distinguir los ingredientes que los contienen, lo que implica un nivel de procesado alto. “Bollería, dulces, refrescos azucarados, postres endulzados aunque sean caseros, hamburguesas, pizzas, todos los precocinados, harinas, rebozados y frituras…son todos alimentos nocivos para nuestro cerebro”, concluye.

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