Diego tiene 14 años, le encanta jugar al baloncesto, escuchar música y grabar vídeos para TikTok. Es extrovertido, alegre y, como muchos adolescentes, muy consciente de su imagen. Desde hace un tiempo, algo le incomoda: sus dientes están algo apiñados y nota que su mordida no encaja bien. Su dentista ya se lo había adelantado meses atrás: necesitará ortodoncia.
Cuando su madre escucha la palabra “brackets”, recuerda sus propios años. Pero el dentista le ofrece una alternativa: ortodoncia invisible con alineadores transparentes, una opción cada vez más popular también en adolescentes.
¿Qué es la ortodoncia invisible?
La ortodoncia invisible utiliza férulas de plástico transparente, fabricadas a medida, que se colocan sobre los dientes y los van moviendo poco a poco hacia la posición deseada. Cada par de alineadores se cambia cada una o dos semanas, y el tratamiento se va desarrollando en fases hasta lograr la alineación correcta.
Lo más llamativo es que no se ve, o casi. Y para un adolescente como Diego, esto marca la diferencia. Puede hablar con sus amigos, grabar vídeos o jugar partidos sin que nadie note que lleva un aparato.
Para muchos chicos, la adolescencia ya es un momento suficientemente sensible como para añadir un motivo más de inseguridad. Los alineadores les permiten mejorar su sonrisa sin sentir que están en el centro de todas las miradas.
¿Es igual de eficaz que la ortodoncia tradicional?
La gran pregunta que se hacen muchas familias es si la ortodoncia invisible es tan efectiva como los brackets convencionales. Y la respuesta es clara: depende de la situación clínica del paciente y de su cumplimiento con el tratamiento.
Los alineadores pueden corregir maloclusiones leves o moderadas, apiñamientos, separaciones, sobremordidas o mordidas cruzadas. En casos muy complejos, el ortodoncista puede recomendar otro tipo de tratamiento, pero para un gran número de adolescentes, los alineadores son más que suficientes.
¿Qué implica para el adolescente?
Volvamos a Diego. Una vez aprobado el plan de tratamiento, recibe su primer juego de alineadores. En la consulta, le explican que debe llevarlos entre 20 y 22 horas al día, retirándolos solo para comer, beber bebidas calientes o cepillarse los dientes. La gran ventaja: no hay restricciones alimentarias (puede seguir comiendo su pizza favorita), y la higiene dental es más sencilla que con brackets.
Pero también hay una condición clara: la constancia. Si no se lleva el alineador el tiempo indicado, los dientes no se mueven como deberían y el tratamiento se retrasa. En otras palabras, Diego es parte activa del éxito de su ortodoncia.
Ventajas específicas para adolescentes
Además de la estética, la ortodoncia invisible tiene otras ventajas para los más jóvenes:
Menos urgencias: no hay alambres ni piezas que se despeguen.
Mayor comodidad: no produce rozaduras y se adapta mejor a actividades deportivas o instrumentos musicales.
Control digital del progreso: en muchos casos, se puede seguir el avance con apps que alertan si hay que cambiar de alineador.
Motivación extra: ver cómo la sonrisa mejora sin afectar su día a día anima a muchos a cumplir el tratamiento con ilusión.
¿Y qué deben saber los padres?
El coste puede ser un factor a tener en cuenta. La ortodoncia invisible suele tener un precio algo superior a los brackets metálicos, pero cada vez más clínicas ofrecen planes de financiación o presupuestos ajustados según el caso. Lo importante, como siempre, es consultar con un ortodoncista de confianza.
También es fundamental que los padres acompañen y supervisen el proceso: recordar el uso diario, ayudar con la higiene y acudir a las revisiones programadas. “No es un tratamiento que se pone y se olvida. Hay que estar pendientes, pero sin agobiar”, comenta la madre de Diego.
Un cambio que se nota… incluso antes de acabar
A los cuatro meses de tratamiento, Diego ya nota los dientes más alineados. Sus amigos aún no se han dado cuenta de que lleva ortodoncia, y él lo prefiere así. Su sonrisa está cambiando, pero sin renunciar a su estilo, sus rutinas ni su confianza.