Algunas personas aseguran que consumen drogas de manera más o menos esporádica durante el verano y luego retoman su rutina habitual sin aparentes complicaciones. Pero no siempre es posible y en muchos casos vuelven de sus vacaciones con una cosa más en la maleta: la adicción a sustancias de abuso. En palabras de Aleix Cortés, psicólogo del Centro Kafka, depende de “una compleja interacción entre diversos factores” pero advierte que, en principio, “desde el primer contacto con las sustancias, todos somos potencialmente vulnerables a desarrollar una adicción”.
Durante el verano se produce un aumento en el consumo de drogas de todo tipo. “La modificación de los horarios, la relajación de las exigencias laborales y la gran cantidad de eventos festivos, como festivales de música, fiestas populares y salidas nocturnas, junto con la normalización del uso de sustancias psicoactivas durante el verano y las vacaciones, crean un entorno favorable para un incremento en su consumo”, describe cortés.
En el centro en el que ejerce como psicólogo, “si analizamos el número de personas que solicitan ayuda después del verano, observamos un aumento significativo en el consumo de alcohol”. Esto se refleja tanto en pacientes con un diagnóstico de abuso de sustancias como en la población general. Además, “se observa un incremento en el uso de alucinógenos, inhalantes, drogas de diseño, MDMA y cocaína, especialmente entre personas que consumen de manera esporádica”. Al investigar los inicios del consumo de estas drogas, “encontramos que suelen coincidir con épocas festivas, sobre todo durante el verano”.
En el caso del cannabis, la situación es similar a la del alcohol, ya que tras el verano se observa una mayor dependencia en muchos usuarios. “La cocaína, por su parte, muestra un aumento en el contexto festivo, desregulando gravemente su uso entre quienes la consumen habitualmente”.
Diferencia entre uso, abuso y adicción
El experto puntualiza que es importante distinguir entre uso, abuso y adicción. El uso se refiere a un consumo esporádico, controlado y moderado de una sustancia. El abuso implica un uso desmesurado y descontrolado, pero limitado en el tiempo, sin un patrón de comportamiento anterior ni dependencia, aunque puede haber tolerancia. Por último, la adicción es una condición más compleja que abarca todas estas dificultades, además de cambios en el funcionamiento cerebral. “Un adicto no se convierte en tal exclusivamente durante el verano; puede experimentar recaídas en este período o aumentos en el consumo, pero la adicción comienza mucho antes, incluso antes del primer consumo”, resalta.
Esta diferenciación entre las diversas formas de consumo “nos permite entender que las épocas festivas, aunque propician el consumo, no son el origen de la adicción, sino más bien un catalizador de patrones ya existentes”.
Perfil de los consumidores de drogas
En cuanto a la predisposición al consumo habitual de drogas, el psicólogo subraya que la adicción “no es simplemente una cuestión de elección personal, sino una condición influenciada por una combinación de factores genéticos, epigenéticos, sociales, culturales, psicológicos, históricos y contextuales”. Estos factores pueden actuar de manera conjunta o separada, generando una mayor o menor susceptibilidad en cada individuo.
Por un lado, hay que tener en cuenta que existen diferencias individuales que determinan la vulnerabilidad de cada persona, pero también se sabe que hay “momentos críticos en los que estos factores convergen, aumentando las posibilidades de desarrollar una dependencia”. Uno de los momentos clave es la adolescencia, una etapa marcada por cambios profundos en varios niveles: físico, emocional y social. “Durante la adolescencia, el cerebro aún se encuentra en pleno proceso de desarrollo, particularmente las áreas relacionadas con la toma de decisiones y el control de impulsos, lo que puede aumentar el riesgo de experimentar conductas impulsivas o de riesgo, como el consumo de sustancias”.
Este período también está marcado por el proceso de individuación, donde los adolescentes “buscan establecer su identidad y diferenciarse de los padres, a menudo mediante la experimentación y la exploración de nuevos entornos”. A esto se suma la biología propia de esta etapa, donde “las sensaciones placenteras se experimentan de manera más intensa debido a la hiperactividad del sistema dopaminérgico, que busca recompensas inmediatas”, añade el experto.
En este sentido, señala que en las consultas de psicología se está observando “un perfil cada vez más común de jóvenes adultos, entre los 20 y 35 años, que comenzaron a consumir sustancias a edades tempranas, generalmente entre los 13 y 15 años”. Estos individuos, “tras iniciar el consumo durante su adolescencia, no han logrado ponerle fin de manera definitiva”. Para muchos de ellos, el consumo de sustancias se ha convertido en “una constante en sus vidas, lo que los lleva a enfrentarse a una serie de dificultades en las primeras etapas de la adultez, cuando se inicia el proceso de independencia y responsabilidad personal”.
En cuanto a la situación socioeconómica, se detecta “un patrón donde en los extremos de la escala socioeconómica -tanto en las clases altas como en las clases trabajadoras con menos recursos- se observa una mayor incidencia de conductas adictivas”. En las clases más altas, el acceso económico y social a las drogas es más sencillo, lo que facilita el consumo desde una edad temprana. En este entorno, “la presión por alcanzar el éxito, el estrés relacionado con el trabajo y los entornos de alto rendimiento pueden conducir al consumo como una forma de escapismo o alivio”. En las clases trabajadoras con menos recursos, “el contexto de vulnerabilidad social, desigualdad y falta de oportunidades a menudo contribuye al consumo como una forma de enfrentar las dificultades diarias, ya sea para sobrellevar la falta de recursos o las tensiones emocionales que derivan de vivir en situaciones precarias”. En este grupo, el entorno social también juega un papel clave, ya que el consumo puede ser visto como “una forma de integración en ciertos círculos o una estrategia para sobrevivir emocionalmente en contextos de alta complejidad”.
Cómo afrontar las adicciones tras las vacaciones
Para el psicólogo del Centro Kafka, “el hecho de que muchas personas inicien el consumo en la adolescencia y continúen durante la adultez temprana destaca la necesidad de una intervención temprana y efectiva”. La prevención y la educación sobre los riesgos del consumo de sustancias en etapas tempranas “es crucial para reducir la incidencia de la adicción en la vida adulta”. Él apuesta por “un enfoque multidisciplinar, abordando no solo los síntomas del consumo, sino también las causas subyacentes, como las dificultades emocionales, la falta de apoyo social o familiar, y las circunstancias socioeconómicas que influyen en el desarrollo de la adicción”.
Algunas personas pueden consumir drogas solo en verano sin consecuencias evidentes a corto plazo, pero en “aquellos que tienen predisposición a la adicción o ya han desarrollado una dependencia, el consumo controlado no es una opción viable”. La adicción afecta a todas las áreas de la vida y, si no se trata adecuadamente, puede llevar a un deterioro profundo, “donde el tratamiento más efectivo pasa por la abstinencia total y el apoyo terapéutico integral”.
Cortés advierte de las “trampas de la adicción”. Una de ellas es la “ilusión de control”, que hace que muchas personas crean que pueden consumir solo en ocasiones especiales, como el verano, y luego retomar su vida normal. Sin embargo, “una vez que el cerebro ha sido modificado por la sustancia, la capacidad de control disminuye”. Intentar volver a un consumo esporádico puede llevar rápidamente a un círculo vicioso de recaídas y empeoramiento de la adicción. “Incluso si una persona logra mantenerse sin consumir por largos periodos, situaciones de estrés o presión social pueden reactivar la adicción”, resalta el experto.
Tratamiento de la adicción
El tratamiento de la adicción debe estar en manos de profesionales cualificados. Para una persona adicta, “la recuperación implica más que simplemente ‘dejar de consumir’; requiere un enfoque integral que abarque terapia psicológica, apoyo médico y social, y una red de contención que permita al individuo reconstruir las áreas de su vida que están afectadas”.