12 noviembre, 2024

Agua: fuente de vida y arma de guerra | Clima y Medio Ambiente


Si preguntamos a una criatura de qué sirve el agua, probablemente lo primero que nos responda es: para beber. Claro y raso. En cambio, si la pregunta la dirigimos a una persona adulta, la respuesta se llenaría de matices y nuevos usos: para regar, cocinar, llenar las piscinas o para hacer funcionar algunas empresas. A medida que nos hacemos mayores, perdemos de vista que el uso primordial del agua es mantener la vida, tanto de las personas como de la naturaleza. Esto provoca que muchas veces nos olvidemos de que es un derecho humano y que se puede hacer un mal uso en materia social. Un ejemplo es lo que está pasando este último año en la franja de Gaza. Según declaran los relatores de Naciones Unidas, el agua en el asedio a Gaza se ha convertido en un arma. Su uso es hacer la guerra.Durante el año que lleva activo el asedio, Israel ha boicoteado las infraestructuras hídricas de Palestina y ha contaminado las fuentes de agua. Para hacernos una idea, está calculado que una persona necesita para vivir unos 100 litros de agua de media al día y 15 litros para sobrevivir en un conflicto –la dosis llamada de emergencia–. Actualmente, la cifra media que llega a Gaza es de 4,7 litros por persona y día; aún menor que la dosis requerida para sobrevivir. Para Israel es una estrategia bélica: de esta falta de agua potable y saneamiento se derivan casi 2 millones de casos de enfermedades, según ha anunciado Oxfam en las últimas semanas.Claramente, esta situación pone a la población de Gaza en una posición todavía más vulnerable y tiene impactos sobre el entorno en el que viven. La única fuente natural de agua dulce en Gaza es el acuífero costero y, para paliar la gran sed, la gente está intentando extraer hasta la última gota. Pedro Arrojo, relator de Naciones Unidas y fundador de la Fundación Nueva Cultura del Agua, aportaba los datos hace un par de semanas en una rueda de prensa: una población de 2,3 millones de personas se ha visto obligada a bombear tres veces más agua del acuífero de lo que recibe éste por reposición natural. Las consecuencias de esta explotación se asemejan a un pez que se muerde la cola, porque un acuífero agotado tarda mucho en recargarse y significa la pérdida de agua potable durante más años todavía. Además, en el caso concreto de Gaza, el acuífero está muy cerca del mar, lo que facilita que reciba la intrusión del agua marina si está dañado, y tiene poca profundidad, así que la salinización también afecta a los suelos. Como bien sabe el campesinado, en una tierra salada no se podrá cultivar en décadas.Otro punto que acostumbramos a olvidar es que el agua, además de un derecho humano, es un bien común. Si el agua la pueden utilizar unos por encima de otros es porque la sociedad que vive en las mismas cuencas hidrográficas de los ríos no tiene poder ni derecho a decidir sobre ellas. Y esto tiene que cambiar. Necesitamos crear procesos de gobernanza del agua que sean colaborativos, justos y equitativos y que puedan mantener la salud de la fuente común; es un reto mayúsculo que compartimos tanto en nuestro país como en el resto de pueblos. Evitar estos abusos de poder en el uso del agua es una tarea titánica ya en momentos de paz, así que en tiempos de guerra es imposible, pero sigue teniendo un papel muy importante para gestionar las tensiones y los conflictos que aparecen con la escasez de agua y es fundamental para recuperar el equilibrio socioeconómico en un territorio una vez que se acabe la guerra. La gobernanza compartida nos recuerda que el agua es de todas y nos devuelve a la idea intrínseca de las criaturas: el primer uso del agua es dar vida. Utilizarla como arma es un crimen de guerra.Annelies Broekman es investigadora y experta en gestión del agua del CREAF y Verónica Couto Antelo es bióloga y comunicadora del CREAF 
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