Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) suelen surgir en la adolescencia o primera juventud y afectan sobre todo a mujeres, aunque los casos en hombres han aumentado en los últimos años. La anorexia y la bulimia son los principales exponentes de este grupo de patologías psiquiátricas asociadas a múltiples complicaciones y a una tasa de mortalidad nada desdeñable.
Cuando se complican, comienzan los ingresos hospitalarios y aumenta el riesgo vital. “Los TCA son el único trastorno mental que hace peligrar la vida debido al gran deterioro físico que causa”, subraya Paloma Nieto, psicóloga clínica de la Unidad de Media Estancia (UME) de TCA del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos (Madrid). Ante estos casos agravados, el tratamiento integral en un dispositivo específico y multidisciplinar se perfila como la mejor opción.
La unidad cuenta con 16 plazas para adultas y 6 para adolescentes y el tiempo de permanencia en ella oscila entre 6 meses y un año. En los cuatro años que lleva funcionando solo han estado ingresados dos hombres. Por eso, los profesionales que la integran (junto a la psicóloga clínica, un médico psiquiatra, internista, enfermería, nutricionista, educadora social, integradora social, fisioterapeuta, técnicos en cuidados auxiliares de enfermería…) se refieren a sus pacientes en femenino.
Tratamiento más allá del peso corporal
En un primer momento, la prioridad es conseguir que las pacientes coman, abandonen la delgadez extrema (que no siempre está presente, ya que se puede padecer anorexia sin tener un peso bajo) y alcancen un peso adecuado para detener la desnutrición y sus consecuencias en el organismo.
Lo que viene después es igualmente difícil: aprender a afrontar la vida de otra manera. Tal y como expone Nieto, “un TCA no es solamente un patrón de alimentación anómalo y atípico. Es algo más: es la manera que tiene la persona de enfrentarse a la vida, de afrontar los problemas analizándolos a través de la comida”. Por eso, “remontar el peso es primordial, pero no es suficiente”, insiste. Detrás de este tipo de trastornos hay problemas emocionales, familiares, de aislamiento… que no se pueden abordar adecuadamente en otros dispositivos de salud mental en los que la estancia es más corta.
“Si no se trabaja más el área social, emocional y afectiva, aumentan las posibilidades de recaer”. Si la terapia es demasiado corta, no hay suficiente tiempo para cambiar los patrones de comportamiento y evitar las temidas recaídas.
La dietista-nutricionista, Beatriz Expósito, confirma que, cuando una nueva paciente ingresa en la unidad, “si está desnutrida, lo primero es la renutrición”. Para ello, se persigue la adherencia a todas las ingestas del día, que son cinco. “Cuando eso está asentado, se les empiezan a dar permisos fuera de la unidad: primero unas horas, luego se va ampliando a pasar el día entero y después ya pasan una noche en casa”, expone la nutricionista.
De forma paralela, comienza el tratamiento en las distintas áreas: psiquiátrica -que incluye la medicación que sea necesaria en cada caso- psicológica, social y nutricional
Terapia psicológica
La psicóloga clínica trabaja aspectos muy diversos con las pacientes: autoestima, relaciones interpersonales, imagen corporal, seguridad, relación con la comida… tanto de forma individual como en grupo. “También se trabaja con las familias, con las que mantenemos entrevistas cada cierto tiempo”, apunta.
Educación nutricional
La dietista-nutricionista explica su tarea: “Hacemos educación alimentaria en grupos y sesiones individuales de nutrición”. Cuando las pacientes con anorexia y bulimia ya se encuentran en una fase más avanzada del tratamiento, es cuando ya están listas para participar en talleres de cocina que les permiten adquirir “habilidades básicas del día a día”. En esos encuentros “se normaliza el acto de cocinar de una forma adecuada y sin normas alimentarias restrictivas”. Y, a continuación, “tienen que comerse lo que han cocinado”, resalta Expósito. Un aspecto importante es que en la mesa se habla “de cosas normales de la vida, como lo que vas a hacer el fin de semana, el tiempo o las noticias políticas”, pero “la conversación no gira en torno a la comida”.
La educación nutricional es una parte fundamental en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria. (Foto: Shutterstock)
Papel de la enfermería
Pedro Fernández de Velasco, coordinador de enfermería de la unidad, señala que el papel de estos profesionales abarca múltiples aspectos, entre los que destaca la colaboración en la parte nutricional, pero también en “los grupos de atención más enfocados en las emociones, los sentimientos, la expresión…”. Además, resalta la labor de acompañamiento que llevan a cabo, especialmente, los auxiliares de enfermería. “Tienen que estar presentes, sobre todo al principio del ingreso, en la habitación, los baños, etc.”. Se trata de dar apoyo y, al mismo tiempo, supervisar que no vayan al cuarto de baño nada más comer para vomitar o llevar a cabo otras acciones purgativas. También es fundamental su presencia y apoyo durante la comida “porque surgen momentos en los que no quieren comer y hay que motivarlas para que continúen”.
Terapia ocupacional y aula hospitalaria
Existen diversas formas de terapia ocupacional en las que pueden participar las pacientes, así como un aula hospitalaria a la que asisten las adolescentes para poder retomar el ritmo del curso cuando puedan volver al instituto.
Vuelta a la vida ‘normal’: ¿es posible?
El objetivo de la permanencia en la unidad de TCA durante 6 meses, un año o más tiempo es poder volver a llevar una vida lo más normal posible. Ahora bien, cuando se trata de enfermedades tan complejas como la anorexia o la bulimia, ¿se puede hablar de curación? La psicóloga clínica precisa que salir de la unidad y olvidarse del trastorno “es complicado”. Lo que sí resulta perfectamente factible es “acostumbrarse a convivir con el trastorno de una forma que te permita vivir bien y estar adaptado a la sociedad”. Es decir, aunque no es posible dejar de tener pensamientos negativos en torno a la comida, “si son pensamientos que puedes manejar y que no interfieren con tu vida diaria, vamos a considerarlo un éxito”, resume Nieto.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que las pacientes reciben el alta de la unidad, pero siguen asistiendo a consultas en centros de salud mental, hospitales de día u otros recursos de la Comunidad de Madrid.