¿Por qué empeora la calidad del aire con el calor? La respuesta está en el ozono troposférico, un contaminante secundario que se forma debido a reacciones fotoquímicas entre otros contaminantes primarios. Fundamentalmente, son los óxidos de nitrógeno (NO×) y los componentes orgánicos volátiles (COVs). El tráfico rodado es el principal causante de estos precursores en la formación de ozono, aunque otros factores son las emisiones industriales y los sistemas de aire acondicionado.
Las mayores concentraciones de ozono se dan cuando las condiciones atmosféricas están marcadas por la estabilidad, la ausencia de viento y lluvias, y la alta insolación, lo que obviamente sucede en los meses de verano. “Se produce una reacción entre los compuestos orgánicos volátiles del tráfico, la alta radiación solar y el calentamiento de la superficie terrestre, lo que provoca un aumento del ozono troposférico”, explica Hugo Gómez Máquez, neumólogo del Complejo Hospitalario de Ourense (CHUO) y del Policlínico Santa Cristina de la misma ciudad.
Un metaanálisis reciente, que incluye 37 artículos científicos, habla de un “efecto sinérgico”, como comenta Sandra Dorado Arenas, coordinadora del Área de Enfermedades Respiratorias y Medioambientales de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ): “Hay un efecto sinérgico entre la temperatura extrema y los contaminantes aéreos, tanto del interior de las viviendas como del exterior, sin olvidar la vulnerabilidad que tenga el individuo, sobre todo porque sufra una enfermedad respiratoria”.
La velocidad de la formación del ozono en la troposfera se ve incrementada por la mayor radiación social y los niveles son mayores de día. Según la normativa, no se deben superar durante más de 25 días al año los 120 microgramos de ozono por metro cúbico. Además, se debe informar a la población cuando se superan los 180 microgramos por metro cúbico de aire durante una hora.
Más morbilidad y mortalidad
La presencia de grandes cantidades de ozono troposférico puede ocasionar problemas de salud, fundamentalmente en las personas vulnerables. “Está documentado que en las olas de calor hay más morbilidad y mortalidad, también más ingresos hospitalarios”, confirma Sandra Dorado. Entre los años 1998 y 2017, murieron debido a temperaturas extremas en Europa 166.000 personas y 60.000 concretamente en 2022.
Tanto la portavoz de la Separ como Hugo Gómez matizan que las personas más vulnerables son las que sufren enfermedades respiratorias y cardiovasculares crónicas. Señalan especialmente a los pacientes con EPOC y asma, aunque estas circunstancias ambientales pueden afectar también a personas con otras patologías respiratorias, como fibrosis pulmonar.
Efectos en el aparato respiratorio
El neumólogo del CHOU aclara el efecto que el ozono tiene en nuestro aparato respiratorio: “El ozono tiene un gran poder de oxidación. Al inhalarlo, entra en contacto con el epitelio bronquial y se originan radicales libres, que provocan una inflamación de las vías respiratorias, que se suma a la inflamación que ya tienen los pacientes con afecciones neumológicas”.
Sandra Dorado añade que la subida de las temperaturas afecta a nuestro sistema termorregulador, aumenta la cantidad de aire que respiramos por minuto y la frecuencia respiratoria, alimentando la inflamación: “Hay un desbalance de la respuesta inflamatoria Th1 y Th2, que hablamos mucho en el asma. En esta enfermedad, la respuesta Th2 se asocia a un asma eosinofílica de peor control”.
En la población general, puede haber más irritación en las mucosas o en los ojos, y más sequedad bronquial, pero las consecuencias no son tan graves. Los pacientes con patologías cardiológicas deben tener más cuidado, al igual que los diabéticos, las personas con obesidad, las mujeres embarazadas y los niños. Hugo Gómez Márquez advierte, asimismo, de los efectos que en la salud tienen las calimas, que generan polvo en suspensión, y los incendios debido a los gases por la combustión de la biomasa.
Recomendaciones
Sandra Dorado recuerda que los síntomas respiratorios siempre hay que valorarlos y enfatiza las recomendaciones relativas a la prevención de la Separ, especialmente para los pacientes respiratorios.
La primera es evitar las actividades en el exterior en horas con mayor temperatura, así como las zonas de mayor densidad de tráfico. Mejor salir a primera hora de la mañana o al atardecer, cuando la temperatura es más fresca, y caminar por la sombra. Por lo tanto, hay que planificar los desplazamientos fuera de los horarios más calurosos.
Debemos hidratarnos bien y beber al menos dos litros de agua diarios, aunque no tengamos sed. Se favorece así la hidratación de las secreciones, lo que, junto con las técnicas de fisioterapia respiratoria, ayuda a mantener una buena higiene bronquial. La hidratación de las mucosas hace de barrera para que las partículas contaminantes no entren en la vía respiratoria.
Es aconsejable darse duchas de agua en casa y, si nos encontramos en la calle, mojarse la ropa con agua y utilizar medidas físicas como sombrero o parasol. La ropa ligera, clara y de algodón facilita la transpiración.
Debemos evitar los fuertes contrastes de temperaturas, por ejemplo, entre el calor de la calle y los interiores frescos debido al aire acondicionado. Lo recomendable es mantener el aire acondicionado a una temperatura estable de entre 24 y 26 grados y que tenga los filtros en buenas condiciones.
Durante las olas de calor, las personas que no disponen de sistemas de refrigeración en sus domicilios pueden pasar al menos dos horas en los denominados refugios climáticos, como parques o bibliotecas.
Los expertos aconsejan el uso de mascarilla en exteriores cuando se produce el fenómeno de la calima y a los pacientes respiratorios que sean cuidadosos y estrictos con la administración del tratamiento que tienen prescrito. Las personas con oxígeno suplementario deben situarlo en un lugar con buena ventilación y libre de la luz solar directa; hay que tener en cuenta que el propio dispositivo es una fuente de calor.
