23 febrero, 2025

Así es la enfermedad “invisible” de Aitana y que afecta a más personas de las que crees


Muchas personas tienen enfermedades y reciben tratamiento para ellas pero hay otras que no las tienen pero sí las sufren porque creen tenerlas o tienen miedo a tenerlas. Es el caso de los hipocondríacos. Según datos recogidos en el libro Recomendaciones Terapéuticas en los Trastornos Mentales (Cyesan), esta enfermedad “imaginaria o invisible”, que a veces no se diagnostica como tal, afecta al 15%-20% de la población. 
La hipocondría es un trastorno relacionado con la ansiedad y “una actitud que el individuo adopta ante la enfermedad”, señalan desde la Sociedad Española de Medicina Interna. Es un trastorno somatoforme que se caracteriza por el hecho de padecer un síntoma físico que no puede diagnosticarse. Desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, José Manuel Marín Carmona, señala que “puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, toses, incluso latidos del corazón. Aunque el médico le asegure que no tiene nada, el hipocondríaco solamente se queda tranquilo un rato, pero su preocupación vuelve de nuevo”.
Es frecuente que el individuo hipocondríaco atraviese alguna época de mucho estrés o que padezca trastornos de ansiedad. De este modo, somatiza su malestar psíquico mediante síntomas físicos como mareos, dolores de cabeza o pinchazos en el pecho. Como señala Marín Carmona, “los síntomas que el paciente percibe suelen ser sensaciones corporales normales, percepción aumentada del funcionamiento fisiológico (respiración, latidos cardíacos, etcétera), o reactivos a su estado emocional”.

Junto a esta forma primaria de hipocondría, con mucha frecuencia, “el paciente presenta rasgos y características de otras patologías psiquiátricas como la ansiedad, la depresión, las somatizaciones, los trastornos obsesivo-compulsivos..”
Aunque, en los casos graves, el paciente no acude al médico para evitar ser diagnosticado de la enfermedad que cree padecer, “lo habitual es que ante la percepción de síntomas diversos (mareos, disnea, palpitaciones, molestias abdominales, dolores precordiales, sudoración…), y el temor de que obedezcan a una posible enfermedad grave, acuda al médico buscando un diagnóstico que confirme sus temores”.
Por otro lado, “suelen encontrar un alivio momentáneo y transitorio ante resultados médicos normales, pero rápidamente continúa su peregrinar de consulta en consulta buscando un diagnóstico médico que confirme sus temores”.
Otra de las características de los hipocondríacos es que “se someten constantemente a un autoanálisis minucioso y preocupado, incluso obsesivo, de las funciones fisiológicas básicas, y piensa en ellas como una fuente de segura enfermedad biológica. Es el temor constante de tener una enfermedad grave, aun cuando los médicos le han dicho que no es así”.  
Las principales características de los hipocondríacos son:
Estas personas suelen vivir con un alto nivel de ansiedad, estando siempre pendientes de su cuerpo y de los síntomas que puedan padecer.
 
Temor constantemente ante la idea de padecer alguna enfermedad grave.
 
Cualquier síntoma puede llegar a ser un motivo de preocupación u obsesión, como la tos, el cansancio, palpitaciones, dolores musculares.
 
Son altamente sugestionables, debido a que cualquier enfermedad nueva que descubran será suficiente para disparar su imaginación y que lleguen a sentir nuevos síntomas.
 
Visitan constantemente a su médico, realizándose pruebas que les tranquiliza a corto plazo.
 
Son capaces de describir muy minuciosamente todos los síntomas que padecen.

Causas y tratamiento 

A pesar de que se desconoce la causa que origina la enfermedad, algunos especialistas apuntan a que los pacientes hipocondríacos podrían haber crecido en un entorno en el que hablar de enfermedades fuese un tema muy recurrido. Por otro lado, “son personas con un nivel de autoestima y un concepto de sí mismos muy bajo”. 
Los hipocondríacos suelen ser individuos excesivamente preocupados por su salud física o mental. Por ello, interpretan cualquier síntoma como una señal inequívoca de que padecen alguna enfermedad grave que puede llegar a causar la muerte. Normalmente, estos síntomas no pueden diagnosticarse durante una exploración médica rutinaria puesto que no existen realmente aunque el paciente sí los sienta. Más bien son ‘metáforas’ del malestar psíquico por el que atraviesan.
El tratamiento del paciente hipocondríaco no es fácil. Como señala Marín Carmona, “una vez realizada una adecuada evaluación médica de la sintomatología del paciente (que en el caso de personas mayores ha de ser especialmente cuidadosa, dada la frecuencia de presentación atípica de enfermedades, comorbilidades y efectos secundarios de fármacos), y una vez descartado de forma razonable el origen físico de la misma, es prioritario establecer una alianza con el paciente que debe incluir una doble perspectiva”.
Como señala Natalia Moreno, coordinadora Responsable de la Unidad de Atención Psicológica Especializada de HM Hospitales, “el trastorno de ansiedad por enfermedad o hipocondría es un trastorno que necesita de un enfoque multidisciplinar en cuanto a su tratamiento”.
Las personas que padecen esta problemática, “suelen vivir su salud o la falta de esta con mucha ansiedad, poca autoestima y bajo estado de ánimo, es por ello que en muchas ocasiones se utilizan psicofármacos como parte del tratamiento, aunque la terapia psicológica, en concreto, la terapia cognitivo conductual es una de las terapias que ha demostrado mayor evidencia empírica”, señala.
En este tipo de terapia “se trabaja con la angustia o ansiedad exagerada, utilizando técnicas para disminuir las  conductas de reaseguración y de comprobación que realiza, como la búsqueda activa de información médica, o de sus síntomas, de acudir a citas médicas, hablar constantemente de sus síntomas… así como la disminución o eliminación de la comprobación constante de sus síntomas (temperatura, tensión arterial…) con el fin de que la persona pueda entender su problemática y llegar aceptar el poder enfermar como algo normal y no a niveles catastróficos”.
En todo este proceso, recuerda Marín Carmona, “el papel de los familiares es crucial”.

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