En medio de las turbulencias globales, una noticia positiva para el medio ambiente. Las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) de China, el mayor contaminador global a nivel agregado, descendieron un 1,6% interanual en el primer trimestre de 2025 y un 1% en los últimos 12 meses. No es un descenso significativo, de momento, ni está garantizado que sea sostenido en el tiempo. Pero sí es la primera vez que una reducción está directamente ligada al aumento de la capacidad de las energías renovables, según un estudio publicado la semana pasada por Carbon Brief, una revista especializada del sector. “El suministro de electricidad procedente de la nueva capacidad eólica, solar y nuclear fue suficiente para recortar la producción de energía vinculada al carbón incluso cuando la demanda aumentó, mientras que los descensos anteriores se debieron al débil crecimiento“, señala el artículo, escrito por Lauri Myllyvirta, analista principal del Centre for Research on Energy and Clean Air, con sede en Helsinki. Paneles fotovoltaicos en Jinhua, provincia de Zhejiang, China, en abril. CFOTO (CFOTO/Future Publishing via Getty Images)El análisis, basado en cifras oficiales y datos comerciales, señala que China ya experimentó descensos previos, en general vinculados a shocks, como en 2009, tras la crisis financiera, o en 2022, por la pandemia de coronavirus. “Esta es la primera vez que cae sobre una base anual sin que haya una desaceleración de la demanda de energía”, destaca por teléfono Myllyvirta. China es un gigante con dos caras. Por un lado, el gran emisor global, consecuencia del hiperdesarrollo de las últimas décadas; responsable del 30% de gases de efecto invernadero y del 90% del crecimiento de las emisiones de CO₂ desde 2015, según otro análisis de Carbon Brief del año pasado. A la vez, se ha convertido en la gran potencia planetaria de energías renovables. Solo el año pasado tenía en construcción el doble de capacidad de eólica y solar que el resto del mundo, según un informe de Global Energy Monitor. Y es además el principal exportador de paneles solares y de turbinas eólicas. Las autoridades comunistas han previsto que el país alcance en 2030 su pico de emisiones. Esto es: el momento a partir del cual tocan un máximo y comienzan a caer. Diversos analistas han señalado que podría llegar incluso unos años antes. El trabajo publicado en Carbon Brief va en esa línea, aunque su autor advierte de que el descenso registrado es aún demasiado débil como para hablar de una tendencia definitiva. Los datos se mantienen sólo un 1% por debajo del último máximo, señala el estudio, lo que implica que cualquier salto a corto plazo podría hacer que las emisiones de CO₂ de China aumentaran hasta alcanzar un nuevo récord. “Pero el hecho de que este descenso sea impulsado por un crecimiento de energía que tiene el apoyo del Gobierno, hace que sea mucho más plausible que continué”, añade Myllyvirta. El clima se ha convertido en una de las piezas centrales de las políticas de Pekín. “Es posible que este verano sigan aumentando las emisiones debido al bajo nivel del agua, que reduce la generación hidroeléctrica. Sin embargo, el pico de emisiones de carbono de China parece estar anclado política y estructuralmente”, señala Christoph Nedopil Wang, director del Green Finance & Development Center de la Universidad Fudan de Shanghái.En una reciente reunión de alto nivel sobre clima, celebrada en línea como preparación para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del próximo noviembre en Belém (Brasil), el presidente chino, Xi Jinping, aseguró que China “no frenará sus acciones” medioambientales, y que prevé establecer objetivos claros que abarquen “todos los sectores económicos y todos los gases de efecto invernadero”. El llamado “pensamiento de Xi Jinping para una Civilización Ecológica” ―un corpus que resume las ideas del líder chino en este campo y guía la acción del Ejecutivo― enfatiza que hay que mantener un equilibrio entre medio ambiente y economía. El modelo actual está a años luz del de “desarrollo a toda costa de otras épocas, que impulsó un desarrollo económico explosivo, pero con un terrible coste medioambiental”, señalan los analistas de Trivium China en uno de sus boletines. En cualquier caso, la relación entre crecimiento y contaminación sigue siendo una ecuación compleja en la gran fábrica del mundo.
La gran apuesta
Hoy, las energías renovables en China representan el 57% de la capacidad instalada total, según cifras oficiales de marzo recogidas por Climate Energy Finance, un instituto con sede en Sidney. Y son la gran apuesta: el 89% de la capacidad instalada en el primer trimestre fue de origen renovable. La capacidad instalada nuclear ronda el 2% y, según el informe de Carbon Brief, su construcción también se ha acelerado, y forma parte de la estrategia de descarbonización: en abril se aprobaron otros 10 GW de proyectos de reactores, que se suman a los 10 GW aprobados en cada uno de los dos años anteriores. “La construcción de reactores nucleares ha sido lenta, pero las aprobaciones aumentaron en 2022, lo que significa que la construcción se acelerará a partir de 2027-28″, comenta Myllyvirta. El Gobierno de momento no se ha pronunciado sobre si prevé tocar el pico de emisiones antes de lo previsto, o si las cifras actuales indican que ya se ha alcanzado. “China todavía es un país en desarrollo”, replicaba a la pregunta Song Wen, directora del Departamento de Reforma Legal e Institucional de la Administración Nacional de Energía, el pasado agosto en una comparecencia. “Estamos promoviendo la modernización a gran escala de la población. La demanda energética de las personas para una vida mejor sigue creciendo, y los factores inciertos e impredecibles también están aumentando”. Aseguró que el país aún tendrá que hacer “grandes esfuerzos” para alcanzar el pico al final de esta década y la neutralidad de emisiones en 2060. Pero se van dando pasos. El gigante petrolero estatal Sinopec prevé que el consumo de petróleo en China alcance su punto máximo en 2027, tres años antes de lo previsto, según su informe anual publicado en diciembre. Detrás, se encuentra el auge de los vehículos eléctricos, de enorme penetración en el país. Nedopil Wang añade más elementos: el país cuenta con diversas herramientas dirigidas a la reducción de emisiones en las industrias que más emiten (los sectores del acero y el cemento se integrarán en los mercados nacionales de carbono a finales de este año, por ejemplo). Y la financiación verde, una pieza facilitadora de esta transición, sigue creciendo: en septiembre de 2024, los volúmenes de préstamos verdes aumentaron un 19% en comparación con el año anterior, hasta aproximadamente 4,9 billones de dólares (unos 4.300 millones de euros), según un estudio publicado por este académico. La tendencia, añade Myllivirta, dependerá también de otros factores como el tipo de estímulos que articule Pekín frente a los retos económicos internos y a los zarandeos externos, como la guerra comercial lanzada por el presidente estadounidense, Donald Trump. Variará si las ayudas van dirigidas a industrias más contaminantes (las vinculadas a las infraestructuras) o hacia el consumo, como ha asegurado el Gobierno (de menor huella de CO₂). Y será clave, explica también, la capacidad de Pekín para adaptar su red eléctrica a la cantidad de energía solar y eólica que se va añadiendo al sistema. De mantenerse el descenso, concluye el autor, no solo China, sino que todo el mundo saldrá beneficiado. Implicará que se toca ese pico de emisiones también a nivel global. Y será “un hito importante psicológicamente” para Pekín que hará más probable que este país mantenga “una diplomacia y una política climáticas más previsoras y menos defensivas”.