Admitámoslo: es muy difícil establecer un modelo de pareja ideal u óptimo. Hay muchas formas de relacionarse de una manera satisfactoria para las dos partes implicadas. Lo que sí se puede afirmar es que algunos tipos de pareja son claramente disfuncionales, tóxicas o, como mínimo, poco equilibradas. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando uno de los miembros es demasiado posesivo.
Es normal querer pasar tiempo juntos y hasta se puede decir que unos celos bien llevados resultan inofensivos. El problema surge cuando se quiere controlar cada movimiento del otro y retenerlo lo máximo posible sin dejar que tenga su propio espacio -además del compartido- para relacionarse con su familia y amigos, cultivar sus aficiones o, simplemente, pasar tiempo a solas.
Rasgos de las personas posesivas
No hay un único perfil psicológico de persona posesiva. Alejandra de Pedro, psicóloga y terapeuta de pareja, señala que, en general, son más propensas “las personas que son controladoras en otras áreas de su vida”. Se trata de individuos que, por ejemplo, siempre quieren ser los que conducen o tienen que tener un determinado orden en su casa y así se lo hacen constar a quienes conviven con ellos. “Tienen rasgos obsesivos”, precisa la experta. “Si quieren controlar todas las cosas en su vida, también van a volcar mucho control en sus relaciones”, añade.
Pero también hay otro perfil muy distinto de individuos posesivos: las personas muy inseguras. Entre otras cosas, esa inseguridad se va a reflejar en los celos. En este punto, la psicóloga aclara que los celos no son, en sí mismos, un sentimiento patológico, sino que constituyen “una emoción más”. Todo depende de cómo se gestionen. “No es lo mismo unos celos que se atajan de forma honesta”, es decir, hablando y aclarando las posibles dudas con la pareja, que una gestión negativa, como la que lleva al espionaje, el control de las horas de conexión a Whatsapp o, incluso, la ubicación del móvil.
De Pedro recalca que el problema “no es la inseguridad, sino la inseguridad en combinación con una gestión emocional mala”.
Otro perfil de persona posesiva en sus relaciones amorosas sería el de los sujetos narcisistas, “que tienden a ser más controladores en sus relaciones de pareja porque hacia el exterior exhiben un ego muy grande, muy seguros de sí mismos, pero luego hay una fragilidad de base”. La persona narcisista “busca que lo externo le corrobore su estatus: tengo este trabajo, gano tanto y además estoy con esta persona que es guapísima, pero luego me da miedo perderla precisamente porque es muy guapa”.
Signos para reconocer a una persona posesiva
Se puede reconocer a los individuos posesivos en sus relaciones de pareja por muy diversos signos y comportamientos, como los siguientes:
Celos irracionales ante situaciones muy cotidianas. Por ejemplo, se ponen en guardia cuando su pareja les habla de un compañero de trabajo.
Personas que tienden a aislar a su pareja de sus relaciones de amistad, familia…
Dependencia emocional. “Una persona cuyo mecanismo de regulación emocional es el control depende de lo que haga el otro para estar bien y saber en todo momento qué está haciendo porque, si no, se desregula por completo”.
Ansiedad, estrés. “Son relaciones que se viven con muchos altibajos”.
La otra cara de la moneda son las personas que se encuentran inmersas en una relación con alguien más controlador, que sufren “una pérdida de capacidad para la toma de decisiones”. Están tan condicionadas para evitar que no estalle ninguna pelea que, al final, dejan de hacer cosas que antes hacían de forma habitual y pierden “el sentido de lo que está bien o mal”.
Cómo reconducir la relación de pareja
De Pedro explica que para poner coto a las relaciones amorosas posesivas “hay que hacer un ejercicio muy grande de introspección e, incluso, terapia”. El objetivo es indagar de dónde viene esa necesidad de controlar todo que se acaba volcando en la pareja.
“Merece la pena ahondar y ver qué hay en la historia personal, dónde aprendió esa persona a utilizar este mecanismo de control para sentirse en paz”. Qué personas le hicieron ser desconfiada en el pasado, ya sean familiares o relaciones familiares, o en quién depositó su confianza y luego le hizo daño. “Es muy importante seguir un proceso profundo para averiguar de dónde viene y, una vez identificado, no caer en esos automatismos”, apunta la psicóloga.