Cuidar de un familiar no es una tarea sencilla. Muchas veces, quienes asumen esta responsabilidad no están preparados para ello y, con el paso del tiempo, el desgaste físico y emocional puede ser devastador. Detrás de cada cuidador informal, hay una historia de amor, compromiso y/o sacrificio, pero también de agotamiento.El desafío diario de cuidar de otro ser humano, especialmente cuando no se cuenta con una formación profesional, puede llevar a una espiral de presión que, a largo plazo, afecta la salud del cuidador tanto o más que la de la persona a cargo. Para cuidar bien a otro, primero hay que cuidarse a uno mismo.Expertos del Hospital Clínic Barcelona subrayan la importancia del autocuidado en estos casos y ofrecen valiosas recomendaciones para que los cuidadores mantengan su bienestar mientras continúan apoyando a sus seres queridos.Ignorar el autocuidado puede conducir al desgaste, que se manifiesta de forma sutil: dolores musculares crónicos, ansiedad disfrazada de preocupación constante o un cansancio que parece interminable. Sin embargo, muchos cuidadores no prestan atención a estas señales ya que priorizan a su ser querido antes que a sí mismos. En momentos de agotamiento, resulta fundamental contar con una red de apoyo emocional capaz de identificar señales de alarma y facilitar tiempo para el autocuidado. Jesús, cuidador, explica que “Cuanto mayor sea el círculo que rodea al cuidador, más cómodo y factible es salir adelante”.Muchos cuidadores no prestan atención a estas señales ya que priorizan a su ser querido antes que a sí mismos.Este es uno de los puntos clave: Para cuidar bien a otro, primero hay que cuidarse a uno mismo. Aunque esta frase pueda parecer trillada, es especialmente relevante para quienes enfrentan el desafío de velar por la vida de otra persona. El primer paso hacia un cuidado más saludable y equilibrado es, sin duda, pedir ayuda. Para muchos cuidadores, esto puede parecer extraño, casi como una señal de fracaso, pero es todo lo contrario. Concha, cuidadora de una persona con Alzheimer, explica: “Ser cuidador es difícil. Y, a veces, al menos en mi caso, se tiene un sentimiento de culpabilidad”. Para hacer frente a esta sensación, es importante compartir responsabilidades con familiares y amigos, o recurrir a servicios de asistencia profesional. Esto no sólo aligera la carga, sino que también mejora la calidad del cuidado que se ofrece.La organización es una gran aliada. Planificar el día, establecer horarios y dejar espacios para el descanso ayuda al cuidador a mantener un equilibrio entre sus tareas y su bienestar. También es importante fomentar la autonomía del familiar dependiente, siempre que sea posible, ya que no sólo favorece su recuperación, sino que también reduce las responsabilidades del cuidador.Aunque pueda parecer difícil, mantener hábitos saludables es esencial. Comer bien, descansar lo suficiente y hacer ejercicio, por más complicado que resulte en medio de la vorágine del día a día, es necesario para que el cuidador se mantenga fuerte, tanto física como emocionalmente. No se trata de grandes cambios, sino de pequeños ajustes: Aprovechar los momentos libres para caminar, relajarse o simplemente desconectar.Además, es fundamental no perder de vista las señales de alarma. La tristeza, el cansancio extremo, la sensación de soledad, el aumento de la irritabilidad o la dificultad para concentrarse son indicios de que el desgaste está empezando a afectar. En estos casos, buscar apoyo psicológico o médico es una decisión valiente y necesaria.El mensaje es claro: Ser cuidador no implica descuidar las propias necesidades. Es importante recordar que también se tiene derecho a descansar, delegar tareas, pedir ayuda y expresar las propias emociones. Reconocer estas necesidades no es una señal de debilidad, sino un acto de responsabilidad hacia uno mismo y hacia el ser querido que se cuida.