Los impactos en la cabeza son habituales en el fútbol profesional y no hay que culpar solo al balón. Los análisis sistemáticos de las grabaciones de los partidos revelan que la colisión con un jugador del equipo rival es el origen más frecuente de este tipo de golpes de cierta magnitud.
En los últimos años se registra un aumento de estos traumatismos, según un estudio liderado por Alex Iranzo, neurólogo del Hospital Clínic de Barcelona, profesor de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Barcelona y jefe del Grupo de investigación en Neurofisiología clínica del Idibaps. Se trata de una evaluación del número y frecuencia de golpes en la cabeza a través del análisis de 120 vídeos de partidos de 4 mundiales de fútbol de los últimos 50 años: el mundial de Alemania de 1974, el de Italia de 1990, el de Alemania de 2006 y el de Qatar de 2022.
Los resultados de este trabajo, publicados en la revista médica The Lancet Neurology, revelan que en los mundiales de 1974 y 1990 se registraron 4.478 golpes, cifra que ascendió a 5.355 en 2006 y 2022. El incremento se apreció tanto en las colisiones entre jugadores (incluidos los codazos en la cabeza) como en los cabezazos reiterados a la pelota.
Hay que tener en cuenta que los estudios se centran sobre todo en los partidos, pero en los entrenamientos se producen traumatismos que pueden ser relevantes.
Otra cuestión importante es la necesidad de evaluar las consecuencias tanto a corto como a largo plazo. En el primer supuesto, las colisiones entre jugadores son el origen más importante, mientras que los problemas que aparecen al cabo del tiempo suelen guardar más relación con los golpes reiterados al balón con la cabeza.
Tipos de golpes más frecuentes
Según un estudio publicado en la revista Orthopedics & Biomechanics, basado en un análisis de grabaciones de vídeo de la temporada 2017-2018 de la Bundesliga, los impactos en la cabeza más frecuentes en los partidos de fútbol fueron los siguientes:
El 85% fueron golpes contra un oponente, siendo más frecuente el impacto de la cabeza contra el brazo o el codo (44%), seguido de los contactos entre cabezas o de mano contra cabeza (13% cada uno).
El 58% de los impactos se produjeron en remates de cabeza.
Consecuencias a corto plazo
En el estudio alemán, el 48% de los golpes produjeron conmoción cerebral o traumatismo craneoencefálico, el 24% dieron lugar a fracturas faciales o de cráneo, el 21% fueron contusiones craneales o faciales y el 7%, laceraciones o abrasiones. Los autores de este trabajo se lamentan de que muchos traumatismos graves no fueron adecuadamente identificados.
Hay muchas formas de clasificar los traumatismos en la cabeza en función de su gravedad. Una de las más útiles se basa en evaluar la alteración de la conciencia, que puede dividirse en tres niveles:
Nivel uno
Hay una alteración transitoria de la atención y el pensamiento, pero se recupera la normalidad en menos de 15 minutos. Este sería el tipo más leve.
Nivel dos
Cuando la confusión o la alteración de la conciencia, aunque sea leve, supera los 15 minutos.
Nivel tres
Hay una pérdida de conciencia que se mantiene durante 30 minutos, una hora o más tiempo.
Síndrome del segundo impacto
Cualquier golpe en la cabeza de una cierta intensidad requiere atención inmediata y, ante cualquiera de los tres niveles de alteración de la conciencia descritos, incluso aunque el estado de confusión solo haya durado unos segundos, es necesario retirarse del terreno de juego o cesar la actividad que se esté realizando. “Si no se abandona, puede aparecer lo que se denomina síndrome del segundo impacto”, apunta Josep Medina, experto en neurorrehabilitación del Institut Guttman. “Aunque ni la persona afectada ni el entrenador lo noten, puede haber microlesiones vasculares”. Si es así y se produce un nuevo impacto, ese segundo golpe puede ser mucho más peligroso y dañino.
“El síndrome del segundo impacto puede que no se produzca en el mismo partido, sino una o dos semanas después”. Por eso, los expertos aconsejan, en primer lugar, esperar un periodo prudencial de 24-48 horas antes de volver a jugar o entrenar de forma intensa. Pero no hay que esperar pasivamente a que pase el peligro, sino que también es crucial efectuar una evaluación médica al jugador, con las pruebas neurológicas y de imagen que se precisen.
Conmoción cerebral
Dentro de las lesiones cerebrales difusas que se pueden producir de forma inmediata tras un golpe en la cabeza, la conmoción cerebral es el tipo de lesión cerebral traumática más común. Alberto López Moreno, exfutbolista y médico del Real Valladolid CF, resume en un artículo publicado en Archivos de Medicina del Deporte las consecuencias de golpear el balón con la cabeza en el fútbol. En el apartado sobre conmoción, clasifica el daño cerebral en tres grados:
Conmoción leve. Son lesiones muy comunes y a veces pasan inadvertidas. Producen confusión y desorientación sin amnesia. Es un síndrome reversible y sin secuelas importantes.
Conmoción cerebral clásica. Es una lesión que implica una pérdida de conciencia y es transitoria y reversible. Se acompaña de amnesia postraumática y su duración constituye un indicativo de la gravedad del daño. Existe un síndrome posconmocional, que incluye alteraciones de la memoria, mareo, náuseas, anosmia y depresión, y que puede ser muy incapacitante.
Lesión axonal difusa (LAD). Es una lesión cerebral traumática que daña los axones, que son las prolongaciones de las neuronas. Es una causa frecuente de coma y discapacidad grave.
Otras lesiones graves a corto plazo
Los golpes en la cabeza también pueden producir a corto plazo lesiones graves como el hematoma extradural o epidural (acumulación de sangre entre la duramadre y el hueso del cráneo), hematoma subdural (acumulación de sangre entre la duramadre y el cerebro) o hemorragia subaracnoidea (sangrado en el espacio situado entre el cerebro y los tejidos que lo recubren).
Lesiones a largo plazo
Las conmociones cerebrales repetidas y los golpes reiterados del balón con la cabeza se han asociado con el riesgo de desarrollar, al cabo del tiempo, encefalopatía postraumática crónica. Esta enfermedad neurodegenerativa produce problemas cognitivos (como pérdida de memoria), del estado de ánimo y del comportamiento. En último término, puede conducir al desarrollo de demencia.
Algunos estudios apuntan a que cerca del 90% de los casos de encefalopatía crónica postraumática se producen en jugadores profesionales de deportes de contacto; sobre todo, en deportistas de boxeo, rugby, fútbol americano, hockey, artes marciales y lucha libre.
Riesgo de demencia en futbolistas profesionales
El grupo de Álex Iranzo en el Hospital Clínic de Barcelona ha publicado un estudio en la revista Journal of Neurology que revela que jugar al fútbol de forma profesional es un factor que predispone a la aparición de un trastorno del sueño que desemboca en la enfermedad de Parkinson o la demencia con cuerpos de Lewy.
Recientemente se ha publicado otra investigación en Lancet Public Health que contó con más de 6.000 futbolistas de la primera división sueca (entre 1924 y 2019) que muestra que tenían 1,5 veces más probabilidades de desarrollar una enfermedad neurodegenerativa, como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, en comparación con la población analizada que no se dedicaba al fútbol profesional. Los porteros no presentaban un riesgo superior al de la población general, lo que apoyaría la hipótesis de que los impactos leves y repetidos en la cabeza al golpear el balón serían los causantes.