Un vaso de leche o yogur natural, una tostada integral con aceite de oliva o aguacate, y una pieza de fruta. Frente a lo que se considera un desayuno saludable, los datos: las combinaciones de desayuno de los niños españoles de entre 6 y 9 años incluyen en mayor proporción algún tipo de bollería o galletas. Así se desprende del estudio ALADINO 2023 sobre la Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad.
De acuerdo con el informe, los escolares que no desayunan regularmente presentan una mayor prevalencia de obesidad (9,1%), en comparación con quienes sí lo hacen diariamente (6%). “El desayuno ayuda a regular el metabolismo y evita el consumo de alimentos ultraprocesados durante el día”, destaca a CuídatePlus Amanda Fernández-Menéndez, pediatra especialista en Endocrinología y Nutrición Pediátrica. Además, es miembro del grupo de trabajo de obesidad infantil y juvenil de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), institución que se encarga de impartir uno de los talleres del VIII Programa Educativo en Salud, organizado por CuídatePlus en colaboración con Fundación Viatris y avalado por la Dirección General de Bilingüismo y Calidad de la Enseñanza, de la Consejería de Educación, Ciencia y Universidades de la Comunidad de Madrid.
Además de que la primera comida del día previene el sobrepeso y la obesidad, la experta añade otros dos beneficios más de la misma:
Aporta energía: es la primera fuente de energía después de varias horas de ayuno nocturno, necesaria para comenzar la jornada escolar de forma activa y efectiva.
Favorece el rendimiento escolar: los niños que desayunan suelen tener mayor capacidad de concentración, memoria y rendimiento académico.
Por ello, Fernández-Menéndez apunta que un desayuno equilibrado debe incluir:
Lácteos: la leche, el yogur o el queso son una fuente de calcio y proteínas.
Cereales integrales: aportan carbohidratos de absorción lenta y fibra (pan integral o avena son algunos ejemplos).
Fruta fresca: rica en vitaminas, minerales y fibra, es mejor tomarla entera que en zumo.
Proteína saludable (opcional): como huevos o frutos secos.
¿Por qué hay que tomar fruta todos los días?
Según el estudio ALADINO, “el consumo diario de fruta fresca o verdura es significativamente superior en el grupo de población con normopeso que en el grupo de población que padece obesidad”.
En este punto, la especialista de la SEEDO recuerda las ventajas de incluir en una dieta equilibrada fruta y verdura:
Mejora la salud metabólica: reduce el riesgo de desarrollar obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Aporta nutrientes esenciales: las frutas y verduras son ricas en vitaminas, minerales y antioxidantes que fortalecen el sistema inmunológico.
Favorece el tránsito intestinal: gracias a su contenido en fibra, previenen el estreñimiento, siempre que se acompañen de una adecuada ingesta de agua durante todo el día.
Promueve hábitos saludables: consumirlas desde la infancia ayuda a establecer patrones de alimentación positivos que suelen mantenerse en la edad adulta.
En el caso de que al niño no le gusten estos grupos de alimentos, la endocrinóloga da los siguientes consejos:
Ser creativos en la presentación: hacer figuras o formas con la comida puede hacerla más atractiva.
Incluir estos alimentos en recetas: incorporar verduras en purés, sopas o como relleno de empanadas; así como añadir la fruta en batidos o los postres caseros.
Dar ejemplo: los niños imitan a los adultos, por lo que es fundamental que los padres y cuidadores consuman frutas y verduras.
Ofrecer opciones variadas: alternar estos alimentos para no caer en la monotonía, respetando los gustos del niño.
Cocinar juntos: involucrar al pequeño en la preparación de las comidas les motiva a probar lo que han cocinado.
La importancia de aprender a comer bien
“Promover desde la infancia la educación alimentaria con estrategias de prevención primaria es una inversión clave en la salud individual y colectiva”, subraya Fernández-Menéndez. Asimismo, “la exposición temprana a alimentos ultraprocesados y ricos en azúcares o grasas suele consolidarse en la edad adulta”, advierte la nutricionista, quien también hace referencia a posibles problemas emocionales: “La obesidad infantil puede asociarse a una baja autoestima, bullying y trastornos de la salud mental”. Por último, “los niños que no adquieren buenos hábitos alimentarios tienden a transmitir estos patrones a sus propios hijos”, concluye.