El mundo de los sueños es fascinante. A pesar de que lo onírico va de la mano de lo absurdo, sorprende hasta qué punto puede conectar con la realidad. Temores y deseos, todos son plasmados por la mente mientras se duerme. Es por eso que analizar los sueños y pesadillas es interesante para averiguar qué se esconde tras ellos. Una de las formas utilizadas por los psiquiatras, sobre todo para abordar traumas, son los sueños vívidos, es decir, aquellos en los que la persona es consciente de que está soñando.
“En las pesadillas, el individuo percibe que lo que le está ocurriendo es demasiado raro, tiene miedo y despierta. Sin embargo, con los sueños lúcidos sabe que sueña, pero no despierta. Esto cambia completamente el funcionamiento del sueño porque se es capaz de modificarlo a voluntad propia”, detalla a CuídatePlus Javier García Campayo, médico psiquiatra en el hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza. Por ejemplo, continúa, lo primero que se suele hacer es volar, “pero se puede realizar cualquier otra cosa, como hacer aparecer o desaparecer cosas o personas. Lógicamente, lo que se muestra es una proyección de la mente”.
En su libro Sueños lúcidos. Aprende a desarrollarlos, Campayo señala que la pesadilla, al generar miedo, puede ser un desencadenante perfecto “para hacernos conscientes de que estamos en un sueño y que eclosione la lucidez”. Sobre su origen, el especialista aclara que son varios los que hay que considerar, desde cualquier trastorno psicológico (ansiedad, traumas, depresión, consumo de alcohol o sustancias), hasta una preocupación consciente o inconsciente (como una relación tormentosa o un estrés de cualquier tipo). Es posible que también la pesadilla esté relacionada con un malestar físico provocado por cualquier enfermedad. De hecho, es frecuente observar esto con aquellas que cursan con fiebre. Por otra parte, algunos fármacos como los betabloqueantes pueden aumentar su aparición.
El psiquiatra insiste en que ser consciente de las pesadillas es muy útil para tratar los traumas. Como ya se ha mencionado, cuando se sueña algo que produce miedo, la persona inconscientemente huye de esa situación despertando. No obstante, si se logra permanecer en el sueño, se puede averiguar qué es lo que realmente causa ese temor. Campayo lo explica de la siguiente manera: “Si tengo miedo a los perros y los evito, estoy reforzando la fobia. La única forma de eliminarla es enfrentarme al perro”. Con los sueños lúcidos, esto se puede conseguir.
Más allá de fobias, es posible descubrir duelos no resueltos en estas situaciones. El experto ejemplifica que si a alguien se le ha muerto un familiar y se ha podido despedir, los sueños vívidos son una ventana para tener esa conversación. “Lógicamente, el familiar es una proyección de la mente, no es un espíritu”.
Otra circunstancia común es que el individuo despierte tras soñar que alguien o algo le persigue. Si logra no despertar, “ese ‘monstruo’ que aparece muta en, por ejemplo, su padre u otra persona con la que ha tenido un conflicto”, subraya Campayo.
Cómo controlar los sueños
Campayo profundiza más acerca de los sueños lúcidos. Para entender cómo se producen, es necesario conocer cómo se construye la arquitectura del sueño, que consta de cinco o seis ciclos de 90 minutos. “Cada uno de ellos tiene lo que se llama una fase no REM, donde el sueño es más profundo y su función básicamente es el descanso. En la primera parte de la noche, esta parte no REM de los sueños es mucho más importante”. detalla.
La segunda parte que conforman estos ciclos es la fase REM, “que se caracteriza por el movimiento rápido de los ojos y por la atonía muscular, es decir, pérdida de tensión de los músculos”, agrega Campayo, quien señala que es en esta parte del descanso cuando se manifiestan los sueños. Sobre las múltiples teorías que existen sobre la función de estos, hay una muy aceptada: la de eliminar la memoria innecesaria. De acuerdo con el psiquiatra, “cada día almacenamos tanta información, mucha de ella inútil, que parece ser que en ese periodo REM, lo que hacen las neuronas es ir eliminando la memoria que no es imprescindible. Es cuando aparecen esas ensoñaciones”.
La fase REM está presente en cada uno de los ciclos, pero se recuerda mucho mejor en la última parte de la noche, a partir de las cuatro o cinco de la mañana. Es entonces cuando estas etapas del sueño se alargan. La no REM, por su parte, al encargarse sobre todo del descanso físico, tiene mucho más protagonismo al principio de la noche por si se duerme poco.
Por todo ello, el mejor momento para los sueños lúcidos será siempre al final del descanso. Los más predispuestos a tenerlos son aquellos con más capacidad de imaginación y visualización, pero cualquier individuo, siguiendo determinadas técnicas, puede llegar a manejar lo que sueña. La principal sería lo que se llama prueba de realidad y Campayo detalla que se trata de que, periódicamente, cada dos o tres horas, la persona pare para preguntarse si el momento que está viviendo es real. Para responderse debe hacer una actividad que tenga diferente resultado cuando se está despierto y dormido. Una de las recomendadas por el especialista es estirar el dedo: “No ocurre nada, pero cuando se sueña se estira ilimitadamente”. Otra de las prácticas, continúa, es dar un salto, que en el sueño llevará a volar.