La primera trompada no la vio venir. Victoria Villarruel tenía toda su atención puesta en hacerse paso entre la muchedumbre, en no perder la sonrisa de ocasión para los fans y para las selfies y en, sobre todo, no soltar el brazo de Javier Milei. Como si su vida dependiera de ello. Por eso el dolor la agarró desprevenida. El golpe fue en la espalda, a la altura de las costillas, traicionero, cargado de odio. Pero la puso en alerta. Para la segunda piña ya estaba preparada.
Villarruel nunca practicó ningún deporte de contacto, pero si un entrenador de boxeo la hubiera visto en aquel momento la hubiera felicitado. Es que hizo lo que indica el manual: cuando vio venir el ataque, bajó el codo para proteger los lugares más sensibles. La mano de Juliana Santillán chocó contra su bloqueo. Eso era todo lo que necesitaba “la Dama de hierro” para pasar a la ofensiva. Mientras que con el brazo derecho aprisionaba a Milei contra ella, con el izquierdo empezó a tirar manotazos para atrás. La jugada fue efectiva. Santillán debió dar un paso atrás para recalcular sus posibilidades.
En ese momento, quien hoy es diputada buscó a Karina Milei. La situación estaba a punto de desmadrarse. Estaban de recorrida proselitista en Pinamar, en enero del 2023, y había una decena de seguidores libertarios rodeándolos, intentando acercarse al candidato presidencial. Un paso en falso ante tantos ojos y tantas cámaras podía terminar en un escándalo nacional. Pero la hermana le devolvió a Santillán una de sus miradas gélidas, frías como el invierno en la Antártida, que traía un mensaje inequívoco.
Y esta vez Villarruel no la vio venir. Pensaba que estaba peleando una guerra donde sólo valían los ataques de la cintura para arriba. Se equivocaba: para Karina vale todo, y cuando se mete en una batalla no acostumbra dejar rehenes.
El stileto de Santillán se clavó en su pie izquierdo. Y ya no hubo defensa posible. El relámpago de dolor le recorrió toda la pierna, le llegó hasta la boca del estómago y la obligó, en un acto reflejo, a recogerse sobre sí misma. Fue ahí cuando soltó a Milei, el momento que Karina había estado esperando desde un principio: con un movimiento de cabeza le indicó a Carolina Píparo, entonces candidata a gobernadora, que había llegado su turno. Ella se movió con rapidez y capturó el brazo del libertario.
Villarruel ya estaba furiosa por los golpes, pero recién cuando vio a Píparo reemplazándola en primera fila junto a Milei terminó de entender lo que estaba pasando. Y explotó. “¿Qué carajo te pasa, pelotuda? ¿Quién mierda te pensás que sos?”, le gritó a Santillán. La otra, que había estado esperando este desenlace, le devolvió el elogio con toda la maldad que pudo. “Bienvenida a la Quinta Sección, Victoria”.
Bienvenidos a La Libertad Avanza. Un espacio en el que las dos mujeres más importantes se detestan, un odio animal en el que los codazos, las trompadas y los puñales por la espalda están a la orden del día. Esa tarde en Pinamar fue apenas una muestra de lo que luego vendría: enojadisima después de los golpes, Villarruel abandonó la caminata. Lo peor, sin embargo, estaba por llegar.