La espondilitis anquilosante es una dolencia de carácter crónico que es mucho más que un simple dolor de espalda, que provoca dolor y rigidez en la misma y que pueda llegar a resultar incapacitante. Como explican desde la Sociedad Española de la Columna Vertebral (GEER), este problema de salud “se caracteriza por un proceso inflamatorio que afecta a toda la columna vertebral y que comienza por las articulaciones sacroilíacas, estas son las que unen la pelvis con la parte inferior de la columna”.
En cuanto al perfil de persona a la que afecta esta enfermedad, los expertos de la sociedad señalan que afecta aproximadamente a 2 de cada 1.000 personas, por lo que se estima que en España la padecen unas cien mil personas. “Es más común en hombres que en mujeres, suele manifestarse en jóvenes entre los 15 y 30 años, y puede tener un gran impacto en la calidad de vida de los pacientes”.
Síntomas de esta enfermedad
Dependiendo del caso, señalan los expertos de la GEER, “los pacientes pueden sentir dolor en otras articulaciones como los hombros, las costillas, las caderas, las rodillas y los pies”. Además, es importante señalar que “el dolor en esta patología puede ser leve y constante, o se puede experimentar en brotes o ataques”.
Uno de los factores más decisivos para su buena evolución es el diagnóstico precoz, ya que en la mayoría de los casos, se pueden tardar años para un diagnóstico definitivo; razón por lo que los especialistas de la Sociedad Española de la Columna Vertebral recomienden estar muy atentos. “El dolor lumbar prolongado sin causa justificada en una persona joven debe hacer sospechar sobre la posibilidad de padecer espondilitis anquilosante”, explica su presidente, Luis Álvarez Galovich.
Diagnóstico difícil
El diagnóstico, sin embargo, no es sencillo, pues los síntomas son muy inespecíficos y las imágenes radiológicas que se utilizan para la detección de la enfermedad pueden ser inicialmente normales. Incluso cuando generan fracturas de columna, momento en el que debe intervenir el especialista de la columna, éstas pueden pasar inadvertidas por sus características especiales. Normalmente, es una prueba genética la que ayuda a confirmar el diagnóstico: más del 90% de los pacientes son positivos para HLA-B27. Detectar precozmente la enfermedad e iniciar pronto el tratamiento es crucial para evitar las secuelas más graves de esta enfermedad, que puede llegar a dejar al paciente en silla de ruedas.
De ahí que los especialistas del GEER insistan en la importancia de las acciones de tipo educativo y de concienciación. “Cuando llegan los pacientes al reumatólogo, especialista encargado de su diagnóstico, a veces es tarde. Acuden tras malinterpretar sus síntomas como meros dolores de espalda con los que se han acostumbrado a convivir, a pesar de la afección que supone a sus actividades cotidianas en un momento además clave de sus vidas en el que están finalizando sus estudios o iniciando su carrera laboral o simplemente empezando a vivir de forma autónoma”, señala el presidente de la sociedad.
Es importante señalar que “la evolución de la enfermedad es por lo general lenta y alterna períodos asintomáticos con otros inflamatorios”, explican.
Son factores de peor pronóstico “el inicio muy temprano de la enfermedad, durante la adolescencia, la afectación severa en los primeros diez años y la escasa respuesta al tratamiento con antiinflamatorios”.
La buena noticia es que los nuevos tratamientos biológicos han mejorado el pronóstico de esta enfermedad cuando los antiinflamatorios no resultan eficaces, reduciendo el porcentaje de pacientes en los que la capacidad funcional queda severamente afectada, porcentaje que se estimaba en el 20%.
El tratamiento, recuerdan desde la sociedad, “suele incluir medicamentos para aliviar el dolor e inflamación, fisioterapia para mantener la flexibilidad y mejorar la postura, y cambios en el estilo de vida, como el ejercicio regular y la buena postura”