17 octubre, 2024

El fútbol en la cárcel: así ayuda este deporte a mejorar el comportamiento de reclusos


La identidad social es el sentimiento de pertenencia de un individuo a la sociedad. En el fútbol, la encontramos; en prisión, no tanto. El origen de los problemas del preso para reintegrarse en la sociedad se halla, en buena medida, en la psicología de grupo. Por una parte y en ausencia de redes de apoyo alternativas, los ex reclusos pueden aferrarse a identidades que fomentan la criminalidad. Por otra, la sociedad en general tiende a estigmatizar a los individuos privados de libertad y a excluirlos.
Con el fin de comprobar cómo el deporte puede fomentar la integración a través de la cohesión de grupos, una investigación publicada en la revista Nature Human Behaviour ha analizado el comportamiento de más de 670 participantes del proyecto Twinning. Se trata de una iniciativa que arrancó en el Reino Unido y que organiza programas basados en el fútbol, con la colaboración de clubes profesionales, como algunos de la Premier League, para mejorar la salud mental y física de los reclusos. El estudio incluyó a un grupo que no formaba parte de este proyecto, además de recabar datos relacionados con la posible reinserción de quienes sí estaban en el programa. 
El Proyecto Twinning no se centra solo en el desarrollo de técnicas de entrenamiento, sino también en la construcción de relaciones y de autocontrol. La nueva investigación pretendía abordar la relación de los presos con el deporte desde una perspectiva de identidad social, en la medida en que ofrece la oportunidad de vincular a estas personas con valores y comunidades respetuosas con la Ley y aprovecha la cohesión asociada con el fanatismo futbolístico para fomentar aún más los esfuerzos de reintegración.
Según los autores, “los resultados indican que el vínculo social se relaciona con un mejor comportamiento en prisión y con una mayor disposición de las comunidades receptoras a apoyar los esfuerzos de integración”. 
La investigación es una aplicación a una situación real de la teoría de la fusión de identidad, de los profesores Ángel Gómez y Bill Swann. Gómez, catedrático en el departamento de Psicología Social y de las Organizaciones de la UNED, declara a la plataforma informativa SMC que, originalmente, esta teoría se creó para explicar el comportamiento extremo y por qué algunas personas están dispuestas a luchar y morir por un grupo, unos valores y unas creencias. “Sin embargo, cuando la fusión es con un objetivo determinado, ese compromiso visceral puede llevar a conductas positivas o a la reducción de conductas negativas (como es el caso)”, apunta.
De acuerdo con la investigación publicada, la participación de los reclusos en el Programa Twinning redujo significativamente los delitos cometidos en prisión. En concreto, por cada 100 personas encarceladas, 15 participantes cometieron una falta en los dos meses posteriores al curso. Esta cifra se elevó a 31 en el grupo que no formó parte de la iniciativa.

Los investigadores destacan que los resultados indican que la identificación social, más que la fusión de identidades, se asoció con una disminución de las sentencias en prisión. En relación con esto, la identificación aumentó durante el transcurso del programa y la fusión se mantuvo relativamente estable. Asimismo, defienden que la identificación social es claramente poderosa y desempeña un papel en la creación de estructuras sociales cohesivas entre grandes grupos de individuos despersonalizados. 
“La investigación reúne los elementos y precauciones propias de un trabajo empírico, además de disponer de un grupo de control que acredita la fiabilidad y validez de los resultados obtenidos”, afirma a SMC César San Juan, investigador del departamento de Psicología Social y profesor de Psicología Criminal en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Eso sí, el especialista detalla que, en realidad, esta experiencia no es nueva: “En muchas prisiones se ha usado el deporte como forma de mejorar las competencias psicosociales de los reclusos para su reinserción social y, en el mejor de los casos, reducir la tasa de reincidencia”. El especialista agrega que el rugby, por ejemplo, se ha revelado como una actividad especialmente propicia para internos violentos que encuentran en este deporte una forma eficaz de controlar sus impulsos agresivos.
De acuerdo con el documento Los programas físico deportivos en los centros penitenciarios, “la persona que inicia un programa deportivo en centros penitenciarios, comienza a integrarse en una estructura formal como es un equipo, un grupo, aceptará cumplir unas normas que rigen el deporte, aprenderá a respetar a unos compañeros y también a sus adversarios, además de utilizar un lenguaje diferente. En definitiva, se adaptará a un estilo novedoso de relación con los demás que nada tiene que ver con los canales de relación habituales con el resto de los compañeros en el patio del módulo”. 

Bibliografía

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