Matt Reeves se ha convertido en un nombre que ha refundado mitos del cine y del cómic. Para ser sinceros, su saga del Planeta de los Simios fue una alteración de la base, siguiendo con pasión el legado pero creando una manera moderna, vital, vigorosa de contar, cruzando efectos especiales con un real identidad de autor mainstream. Su paso a Batman, hoy tan mito del cine como el cómic, generó una película distinta, que, también, reconocía ecos del pasado pero anclaba al personaje en otro lugar. De aquel proyecto, que ahora esta desarrollando una secuela, nació El Pingüino, la serie original de Max que episodio a episodio se afianza como una real alteración no solo de que esperar de una serie de Batman, de un personaje de Batman, si no de como hacer una serie de mafiosos que juega con hitos de la cultura pop. El mismo Matt Reeves, aquí productor ejecutivo, cuenta a PERFIL: “La idea que yo sabía, cuando hacía Batman, que no quería hacer una película que cuente su origen, porque ya hay muchas películas que hacen eso. Quería hacer una versión de este mundo, donde todos estos personajes ya existían,casi como si fuera una película clásica de gángster de la Warner Bros., de los años 30, los 40. Quizás pensando que Oz Cobb podía ser un personaje de esos films, de esos que te encontrabas en un callejón si tenías mala suerte. O te encontraba s Selina Kyle”. Y suma: “Entonces, crear un mundo donde Batman existe, que no cuenta su origen, sí abre la puerta a contar otras historias. Cuando ves los cómics, de manera interesante, es la historia de los otros personajes, ya que nacen de forma reactiva a la aparición de este enmascarado. En Batman quería una versión de Pingüino que todavía no era el personaje que todos conocemos. Sabemos que se convierte en un capo de la mafia. Me gustaba construir la idea de un villano que es subvalorado, a quien nadie le da mucha pelota pero tiene muchos recursos. Cuando se pelea con Batman, en el film, le dice ‘¿Sabés cuál es mi reputación?’ y él, con cierto tono, ‘Sí, la conozco. ¿Tú la conoces?’. Entonces ahí te das cuenta el personaje es un chiste para algunas personas. Quería entonces jugar con ese género que es la historia del gangster que llega a la cima, de manera oscura, al estilo de Scarface, por ejemplo. Quería entender cómo llegamos del personaje de la película a ser ese jugador poderoso en la mafia. En un drama, esa búsqueda, esa ambición, dicen mucho de lo que el personaje es, le guste a él o no. Por eso fue divertido y excitante hacerlo en MAX, entender de dónde viene, que es, y justo mientras entras en una guerra de mafiosos, en un círculo de violencia, de sed de poder”. —¿Por qué personaje?¿Por qué está historia? —La serie The Penguin es una extensión natural del mundo que comenzamos a construir en The Batman. Mientras que la película se centraba en la perspectiva de Bruce, la serie explora el inframundo criminal desde los ojos de un personaje como Oswald Cobblepot. La oportunidad de expandir su historia en un formato más largo me permitió profundizar en las capas de Gotham desde un ángulo distinto. La idea siempre fue mantener la misma atmósfera oscura y realista, pero con un enfoque más detallado en el ascenso al poder de Penguin.
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—Hablas de películas de gangster, de Scarface, y solían ser películas que hablan de la sociedad en que fueron creadas. ¿Qué pasa con El Pingüino en este momento? —Lo que puedo decirte al respecto es que tanto aquí como en Batman era importante para mí realzar a Ciudad Gótica, convertirla en un lugar, sí, ficcional pero que también tuviera ciertas raíces en nuestro mundo, en nuestras sociedades. Esta Ciudad Gótica se relaciona con nuestros tiempos. Puedo decir que hay maneras y formas del paisaje político de los Estados Unidos que se han filtrado en el film. Y eso sigue en la construcción de esta serie. Por ejemplo, la idea de división, que marca mucho a la sociedad norteamericana hoy. Estamos en ese momento, donde el algoritmo nos hace clickear en sitios que nos alejan de la mirada de otros. No tenía ganas de generar nada que dijera “estoy hablando de tal cosa, o de tal otra”, pero sí quería espejar el presente, quería que resonara el mundo en que vivimos. Quería que fuera un Batman actual. Por supuesto, no es que tomamos una figura puntual, una figura que puedas asociar de inmediato a su equivalente en nuestro mundo. Quería un presente, un espíritu de época. No hay referencias directas. Sí creo que la serie y la película hablan sobre la desesperación de nuestro presente, de la gente y sus intenciones para dividir, para pelearse con quienes no piensan igual. Ese es el ámbito de nuestra Gótica en la película y definitivamente en este show. —Una escena crucial de “Batman” muestra cómo el personaje es una presencia incluso cuando no está. Pero acá, a la hora del crimen, decidiste no usar esa imagen, es aincluencia, o tampoco replicarla en el personaje del Pingüino. ¿Por qué? —Una de las razones que excitaba de este show era no poder jugar con eso. El mal, el crimen, no es algo que podemos separar de nuestro cotidiano. No al menos como lo hacía yo con la figura de Batman en el primer film. El mal es un potencial en todos nosotros. Colin Farell, su Pingüino, es encantador a su manera, pero también, o por eso, logra llevar a cabo cosas atroces, de las que mejor no hablar. Este maquillaje que usa, que lo cubre, lo convierte en algo tremendo, en un personaje que es un agujero negro, que nunca estará satisfecho porque nada le alzcanza, porque sus heridas son demasiadas y no hace el debido proceso siquiera para ver si puede curarlas. De esta manera, el mal se refleja en las cosas que podemos superar. Oz no puede superar, se mete de lleno en la furia, en el enojo, en lo inmediato, en la maldad. Es un show sobre el mal, pero no queremos describirlo, no quiero sea algo que está allá afuera, como Batman, quiero mostrarlo como un potencial en cada uno de nosotros. Es un show de personaje, de un personaje diferente, que me dio el margen de contar el universo de Batman de una forma radical. — El uso de Nirvana en “The Batman” generó mucho impacto, ¿qué conexión encontraste entre su música y Bruce Wayne? —Escuchar “Something in the Way” de Nirvana me ayudó a moldear al Bruce que estaba imaginando. Hay algo en la música de Kurt Cobain que refleja un profundo dolor, una búsqueda interna que se sentía muy conectada con el viaje de Bruce. No quería un héroe que pareciera tener todas las respuestas, sino alguien en medio de una lucha personal, en un estado casi de sobreviviente. La canción encapsula ese sentimiento de aislamiento y pérdida que define su identidad en esta etapa. — El mundo de superhéroes y el cine de autor a menudo parecen opuestos, pero tu visión parece mezclarlos. ¿Cómo manejás esa dualidad? —Para mí, lo esencial es contar una historia auténtica, sin importar el género. Lo que me atrae de un proyecto como The Batman o The Penguin es la posibilidad de explorar personajes complejos en situaciones extremas. No estoy interesado en hacer una película o serie solo para cumplir con los clichés del género, sino en usar ese mundo como un vehículo para hablar sobre el miedo, el poder, la identidad. Es un equilibrio, sí, pero creo que se puede lograr, siempre y cuando nunca pierdas de vista lo emocional y lo humano dentro del espectáculo visual.