Julio Simón, más conocido como “El Turco Julián”, fue uno de los más connotados represores de la Policía Federal durante la última dictadura militar. Estuvo en El Olimpo y en el Club Atlético, dos de los centros clandestinos de detención de la fuerza en la ciudad de Buenos Aires. Los sobrevivientes lo recuerdan como un feroz torturador que además hacía gala de sus simpatías por el nazismo.El policía se benefició de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y, en un marco de impunidad, habló ante las cámaras de televisión, un registro que las redes viralizaron en las últimas horas, en un contexto en el que Javier Milei habla de “guerra” y “excesos” para referirse al terrorismo de Estado. Fue en 1995, en Telenoche Investiga. En ese ciclo, Simón dijo que, para él, la tortura era “absolutamente negativa”, dado que “el detenido quedaba demasiado deteriorado en algunos casos cuando no se podía prescindir del shock eléctrico”. Así se refirió a la picana eléctrica.
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Preguntado sobre si se mató a gente que debió haber salido en libertad, respondió que sí, aunque manifestó: “Yo no manejo cifras”. Y citó los casos de Jorge Toscano y el matrimonio Weisz, los tres desaparecidos. “Tuvieron netamente actividad política en una estructura militar, no tuvieron actividad militar.”Más adelante afirmó que “el criterio general era matar a todo el mundo”, lo cual da la pauta de la sistematización del accionar represivo. Algo que niega la idea de “excesos”. El informe recogió el testimonio de Ana María Careaga, sobreviviente del Club Atlético, que lo recordó como uno de los que dirigía las torturas. Simón incluso mostró en cámaras lo que alguna vez fue el Club Atlético, demolido para hacer una de las autopistas. Funcionaba en Paseo Colón y Cochabamba, y hoy está señalizado.”El Turco Julián” contó cómo interrogaba según la hora en que llegaba un prisionero. Si la persona caía poco después del mediodía, y previendo que podía tener una cita ese mismo día, “se tenía que acelerar el interrogatorio”. ¿Cómo se aceleraba? “Mediante la tortura”. Y agregó: “Yo, personalmente, muy pocas veces torturé, porque tenía contracción al trabajo y no perdía tiempo en desarrollar clases políticas con nadie ni tratar de interpretar la cosa global del problema”.Otro testimonio que acompañó la nota fue el del físico Mario Villani, que declaró en el juicio a las Juntas, y que definió a Simón como “un duro”. Recordó que tenía una cruz esvástica y que llevó grabaciones de los discursos de Hitler al centro clandestino. Y que vió cómo Simón torturó a un prisionero con picana eléctrica combinada con un palo de escoba inserto en el ano: “Esa persona se le murió en la tortura”.
Simón dijo que “lo volvería a hacer” ante la consulta periodística sobre lo que había hecho en la dictadura. Y que se usaba la expresión “destino final” para referirse a la eliminación de los prisioneros. Había lo que llamó “mesa de análisis”. Allí estaban “supuestamente los cráneos que tomaban las decisiones”. Remarcó que esos “cráneos” leían una carpeta con la historia de un secuestrado, pero “no interpretaban”, es decir, “tener la carpeta y estar con el detenido, que son dos cosas diferentes”. El represor precisó que “tomar contacto con una realidad de darle la libertad o darle la muerte a una persona es una cosa muy cruel, entonces nadie quería tomar contacto con el detenido porque no había suficiente capacidad como para excluirlo de la lista del ‘destino final'”. Entonces, todo se limitaba a poner la sigla DF al lado de cada nombre.Simón apuntó al general Carlos Guillermo Suárez Mason como responsable. El comandante del I Cuerpo del Ejército tuvo El Olimpo bajo su jurisdicción, entre otros centros clandestinos. “El Turco Julián” detalló que debajo del militar había “grupos de informaciones, todos nombres encubiertos” y que “el criterio general era matar a todo el mundo”. Si embargo, el torturador dijo que no participó de ningún “destino final”. Simón pudo hablar en 1995 desde la impunidad que le garantizaban el Punto Final y la Obediencia Debida. Todo cambió a partir de 2003 con la nulidad de las leyes. En junio de 2005 esa nulidad fue validada por la Corte Suprema. El máximo tribunal se basó en el caso del matrimonio de José Poblete y Gertrudis Hlaczik y la apropiación de su hija Claudia Victoria Poblete (en rigor, por ese caso se había dado el primer fallo de inconstitucionalidad de las leyes de impunidad en 2001), lo cual puso en el banquillo de los acusados a Simón. Poblete era un obrero al que le faltaban las dos piernas. Con su compañera formaba parte del Frente de Lisiados Peronistas. Por el secuestro y la apropiación de Claudia fueron encausados Simón y Juan del Cerro (a) “Colores”. La niña secuestrada con ocho meses de vida recuperó su identidad en 2000. Su abuela paterna, Buscarita Roa, fue vicepresidenta de Abuelas de Plaza Mayo.
El 4 de agosto de 2006, Julio Simón se convirtió en el primer condenado por crímenes de lesa humanidad tras la nulidad de las leyes. La Justicia le dio 25 años de cárcel. Más tarde sumó 23 años por los crímenes del Batallón 601. Y en 2010, el TOF 2 lo condenó a perpetua por los crímenes del Primer Cuerpo, que involucraban al Club Atlético y al Olimpo. Ahora hay un candidato que afirma que hombres como SImón libraron “una guerra” en la que hubo “excesos”.