Se sabe que un pequeño porcentaje de hombres que sufren problemas de fertilidad se debe a motivos genéticos. Sin embargo, en la mayoría de los casos el origen es idiopático, es decir, no hay causa identificada ni directa. En este sentido, hay que tener en cuenta que la capacidad de concebir depende no de uno, sino de dos individuos. De la contribución de ambos, se obtiene un resultado.
Nicolás Garrido, director de la Fundación IVI Instituto Valenciano de Infertilidad, ilustra todo esto con un ejemplo: “Si un hombre no tiene espermatozoides, no puede tener hijos. Sin embargo, si cuenta con muy poquitos, las probabilidades serán bajas, pero también dependerá de la contraparte. No es lo mismo una mujer más joven y con una reserva ovárica adecuada, que una pareja que tiene una edad biológicamente más avanzada para la reproducción”.
Resumiendo: salvo los casos en los que no hay espermatozoides, todo se reduce a una cuestión de probabilidades. Y para calcularlas y lograr aumentarlas con las técnicas de reproducción asistidas, la inteligencia artificial (IA) está empezando a resultar clave, pues lo que puede llegar a ofrecer es muy prometedor.
“Cuando hablamos de IA, hablamos de muchas cosas distintas. Es un conjunto de herramientas que te sirve para obtener información sobre cuestiones que tú planteas. En la parte del factor masculino, estima posibilidades de éxito o intenta tener pruebas diagnósticas”, expone Garrido. Un caso de cómo aplicar la inteligencia artificial: sin ella, un hombre debe tomarse una biopsia y pasar por quirófano para saber si tiene espermatozoides. Con ella, no hace falta pasar por quirófano, pues “tiene la forma de predecir si va a tener éxito la biopsia o no”.
Por otra parte, hay distintos proyectos de investigación encaminados a que, a través de distintas técnicas de imagen, la IA pueda utilizar y analizar información una vez hecha la biopsia. ¿Cómo? A través de la búsqueda de espermatozoides, una tarea que puede llevar a los embriólogos horas con el microscopio. De este modo, se convierte en una herramienta de copiloto: “Capta la imagen, la analiza y localiza espermatozoides, avisando al embriólogo con una señal”.
La situación anterior es ideal cuando hay pocos espermatozoides y se tiene que recurrir a la biopsia porque previamente no se han encontrado en el eyaculado, pero cuando en este sí hay, la IA puede ayudar entonces a seleccionar los mejores. De acuerdo con Garrido, “hay que elegir cuáles pinchas dentro de los ovocitos. En un caso medio normal, el hombre tiene millones o decenas de millones de espermatozoides”.
Cada uno de los espermatozoides es distinto genéticamente, por lo que decantarse por uno u otro está condicionando que el embrión sea de mejor o de peor calidad. “En el laboratorio, los embriólogos hacen la selección en función de la forma y de la movilidad que tienen porque es un síntoma de competencia o de salud”, apunta el experto, quien agrega que, no obstante, de esta forma no se puede conocer nada a nivel bioquímico o fisiológico del espermatozoide. En este punto, hay técnicas de IA que pueden estudiar ambos aspectos.
El próximo paso
El doctor Garrido ha adelantado los detalles de una nueva línea de investigación en la que llevan trabajando cinco años: “Estamos utilizando un sistema que se llama análisis de imagen hiperespectral. Es interesante porque para analizar cualquier composición bioquímica o fisiológica del espermatozoide, hay que matarlo. Pero claro, al matarse, no se puede utilizar”.
No obstante, el nuevo proyecto al que se refiere se basa en una técnica no invasiva que no daña el tejido o la célula y que busca dar información. “Ahí es donde encaja el tema de la imagen hiperespectral. Para que lo entendamos, es una cámara de vídeo que tiene unas características particulares porque de una imagen de una célula o de un tejido (en nuestro caso, de los espermatozoides), se analiza la luz emitida a todas las longitudes de onda de cada uno de sus píxeles”, detalla. Así pues, es una especie de huella dactilar, única y propia de cada espermatozoide, así como de las biomoléculas que lo componen.
En definitiva, “somos capaces de medir la composición bioquímica de los espermatozoides sin cargárnoslos”. Además, Garrido alude a “algunos modelos estadísticos basados en imagen hiperespectral analizada con IA que dan las probabilidades individuales de cada espermatozoide. Saber que uno tiene un 34% de convertirse en un embrión viable y otro, un 82%, por ejemplo”.
Todo lo expuesto es “superescalable en los laboratorios. En el día a día del embriólogo, no va a suponer una carga”. Eso sí, advierte el especialista, se trata de una información todavía “de ciencia básica” y hasta que no haya muchas más pruebas clínicas del funcionamiento, no es todavía un servicio al que el paciente pueda optar en los próximos años.