“Para la mayoría de los chinos, Latinoamérica es un solo país”. Eso dijo Chang Fuliang, decano en la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing (BFSU, por sus siglas en inglés), en una conferencia para periodistas latinoamericanos a la que pudo acceder Clarín. Lo enunció en el español más sólido al que probablemente pudo llegar alguna vez un residente nativo de su país.Cuando un latinoamericano encuentra en China a un local que sabe hablar español o portugués inmediatamente el vínculo entre ambos pasa a ser de índole fraternal. El idioma genera un interés recíproco que, conversación mediante, difícilmente termina sin un apretón de manos.La iconografía callejera es el salvavidas que todo latino que no sabe hablar chino necesita cuando anda por primera vez en las calles de Pekín. Es inevitable que a uno, como hispanoparlante, se le vayan los ojos en dirección a los íconos occidentales: marcas reconocibles (Starbucks o McDonald’s, por ejemplo), comercios con logos que remiten a lo que venden, palabras en pinyin (famosa transcripción de los caracteres en mandarín en letras occidentales), banderas, anuncios en inglés o en español.Por más que los letreros con caracteres chinos, las luces de neón y el ruido blanco proveniente de los murmullos se multipliquen tras cada pestañeo, el magnetismo de esos escaparates en desventaja es mucho más fuerte en los latinoamericanos que en los locales. Por eso, con tan solo deambular unos pocos días por la capital un enorme edificio que se anuncia como Instituto Cervantes lo encuentra a uno sin que lo esté buscando.En una clase de historia china organizada por el China International Press Communication Center (CIPCC) en uno de los edificios del Complejo de Residencias Diplomáticas de Jianguomenwai, en Pekín, una ex alumna de Fuliang anuncia al profesor como el decano del instituto en el que aprendió español. Y él, enseguida, demuestra con un excelso dominio de nuestra lengua.Parte del campus de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing. Foto
¿China necesita latinoamericanos?
“¿Tienes pensado viajar a Sudamérica?”, pregunté a Inés, estudiante universitaria en Pekín que habla español y proviene de una de las provincias campesinas tradicionales. “¡Sí! Quiero ir a Ushuaia, pero para nosotros es muy lejos y muy caro”, responde.En el chip de los pekineses -que, aunque no parezca, están muy al tanto de la coyuntura sociopolítica argentina- está instalada la idea de que Sudamérica se halla en el fin del mundo -los dos continentes están separados por más de 19 mil kilómetros- y que es económicamente inaccesible viajar -un vuelo desde Pekín a Buenos Aires cuesta más de 2.000 dólares-.Sin embargo, al verse cercada entre dos potencias no correspondidas, como lo son Estados Unidos y Japón, China actualmente está intentando tejer lazos con territorios ajenos. Aquí entra en juego, por ejemplo, América Latina.Desde el comienzo del corriente siglo -y sobre todo durante los gobiernos de Jiang Zemin y Hu Jintao-, el país asiático retornó de alguna manera a la organización comercial y en la capital empezaron a popularizarse profesiones específicas destinadas a fortalecer la hermandad intercontinental.Fuliang, uno de los profesionales chinos que mejor aprendió el español desde que existe la República Popular, comenta que en su país se empezó a enseñar lenguas latinoamericanas no mucho tiempo después de que finalizara la revolución de 1949. Así como les insiste a sus alumnos que viajen a Latinoamérica para enseñar chino -entiende que en países como Argentina o Brasil “hay una dificultad grave de falta de profesores”-, también insta a los latinoamericanos a que viajen a su tierra para ofrecerles a los suyos todo su conocimiento.El decano Chang Fuliang en una conferencia organizada por el CIPCC. Foto: ClarínEn la última década aumentaron “considerablemente” las facultades de enseñanza de español y portugués en China -hay alrededor de 100-, tendencia que le da crédito a Fuliang para asegurar que en el país “hay una demanda muy notoria de gente que quiere saber español, portugués o los dos idiomas”. Su mensaje para los latinoamericanos con doctorado es claro: “En China tienen muchas posibilidades de encontrar trabajo si saben español o inglés”. Como testigo del incesante avance económico de China, el decano no tiene dudas de que “en 5 o 6 años China tendrá el doble de centros de enseñanza de español que en la actualidad”. A su vez, los programas de estudio, que además de contemplar el aprendizaje del idioma tienen en cuenta una introducción a la historia y cultura de los países que los hablan, van siendo cada vez más inclusivos, sujetos a cambios constantes.Hoy en día, las Escuelas internacionales chinas priorizan el español en sus programas, entre otros motivos, debido a que hace menos de una década el durísimo Examen Nacional de Acceso a la Universidad -también conocido como gaokao- incluyó entre sus posibilidades el rendir en español como alternativa del inglés.Aunque actualmente hay lazos más sólidos entre China y ciertos países hispanoparlantes, como México y España, la moneda gira en el aire para todos los sudamericanos y centroamericanos.¿Cuál es entonces el cortafuegos que frena a los ciudadanos de ambos continentes? Para Fuliang se trata de la desinformación. “Recibimos con frecuencia malas noticias de América Latina. Lo mismo ustedes de China. Eso hace que los jóvenes no se atrevan a viajar y que algunos de los graduados se empiecen a dedicar a otras cosas”. El desafío, sugiere el catedrático, está en quebrar esa brecha.