21 abril, 2025

Entre comilona y comilona, dieta y estrategias ‘reset’


En el escenario de la sucesión de ingestas, prácticamente continuas, en la que estamos inmersos, los días en los que no hay comilonas en la agenda suponen una especie de “oasis” para el organismo en general –y para el estómago en particular– que, además, permiten poner freno al descontrol de comidas y al aumento de calorías asociado. 

Tres expertos nos explican cómo sacar todo el partido a estas jornadas no sólo para paliar los efectos de los excesos sino también para ir “entrenando” al organismo de cara a la vuelta a la normalidad, evitando así recurrir a dietas extremas y otras soluciones drásticas en enero. 

Caldos y purés: la opción ganadora 

Las sopas, caldos y purés de verduras tienen la ventaja de que resultan especialmente apetecibles en los días más fríos y gozan de una merecida fama de “poner a tono” el cuerpo. 

“Y, además, suponen una excelente opción compensatoria tras los excesos alimentarios festivos ya que aportan beneficios en este sentido: contienen mucha fibra y mucho líquido, ocupando volumen en el estómago y siendo, por tanto, recetas muy saciantes. Otra peculiaridad a tener muy en cuenta es que tienen pocas calorías, de ahí que sean una opción idónea para compensar las comidas copiosas”, explica a CuidatePlus María José Crispín, médico nutricionista de la Clínica Menorca. 

Para optimizar estos beneficios, la experta recomienda priorizar los vegetales como ingredientes para su elaboración “eligiendo aquellos que no tengan muchos hidratos de carbono, es decir, no añadir patata, zanahoria o calabaza, no porque estos alimentos sean ‘malos’ (aunque sí aportan demasiado espesor a la preparación) sino porque hay otras alternativas más bajas en carbohidratos, como por ejemplo el calabacín (muy rico en fibra y agua), la coliflor, las setas, los champiñones, las espinacas, las acelgas o el brécol. Yo aconsejo combinar dos o más de estas verduras y añadir un poco de aceite de oliva virgen extra para darle ‘gracia’ y sabor a la receta”, apunta la doctora Crispín. 

Proteínas: buenas aliadas para la “pausa” 

En opinión de Leo Cerrud, experto en nutrición y director de la clínica que lleva su nombre, las proteínas son una excelente elección en periodos como el de los días entre fiestas y también para un plan de pérdida de peso en enero:  

“La proteína se puede comer en cualquier momento del día porque es nutritiva, regenera los tejidos y la musculatura, sacia y no engorda. Las más recomendables son los huevos, todo tipo de carnes magras, pescado e incluso embutidos (siempre que sean bajos en grasa)”. 

María José Crispín coincide en las ventajas que tienen las proteínas en este sentido, pero advierte respecto a la idoneidad o no de optar por una dieta hipreproteica esto es, que sólo aporta proteínas y en la que no hay hidratos de carbón), con el objetivo de promover la cetosis, en este momento:  

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“Debe valorarse su conveniencia en cada persona en concreto. Es verdad que con este tipo de dietas se baja muchísimo peso y se pierde mucha grasa, pero no es fácil conseguirlo ya que hay que superar los tres primeros días (que pueden ser más o menos difíciles) hasta entrar en cetosis y dejar de sentir hambre. Por eso, hacerla en medio de la Navidad puede resultar un poco complicado, teniendo en cuenta el ritmo de vida que se suele llevar estos días: no funciona el “saltársela” porque se tiene un compromiso, intentar entrar en cetosis después y, finalmente, abandonar la dieta. Creo que es un planteamiento dietético para llevar a cabo más a largo plazo”. 

Un ayuno express… y puntual 

Tras una comida especialmente copiosa, la doctora Crispín señala que se puede hacer una especie de ayuno exprés, “esto es, saltarse la siguiente ingesta, por ejemplo, la cena del día de Navidad, para así, de paso, proporcionar  un poco de descanso al estómago tras la cena del 24 y la comida del 25, y hacer lo mismo el 1 y el 6 de enero. En la práctica, esto supone adoptar la siguiente estrategia: cada vez que se tenga un compromiso con alto nivel calórico, compensar luego la comilona o el banquete con una cena restrictiva durante uno o días o, directamente, no cenar. No pasa nada por no hacerlo de forma puntual y en el marco de las celebraciones navideñas”. 

Calendario y pautas “inter-festivas” 

María José Crispín sugiere adoptar las siguientes opciones y estrategias en el contexto de las celebraciones navideñas para  resetear tanto el organismo como la báscula:   

 -Noche del 25 de diciembre: Tomar un yogur o una manzana o no cenar. “Más allá de las calorías, el estómago agradecerá este descanso”. 

-Noche del 1 y del 6 de enero: Cena ultraligera, similar a la de la noche de Navidad. “Y, como pauta general, siempre que haya una comida muy copiosa, aplicar la pauta de “cena en su mínima expresión”. 

-Nunca “compensar” antes. Como apunta la doctora Crispín, “un error que cometen muchas personas es ir en ayunas, sin desayunar y/o sin comer, a las celebraciones del 24 o 25 de diciembre para dejar hueco ante una previsible ingesta abundante. Las pautas compensatorias siempre deben hacerse tras las comidas, ya que sentarse a la mesa con hambre favorece que comamos más de lo previsto”.  

-Comidas fuera de casa: las tres P. Cuando las celebraciones son en un restaurante o similar puede ser más difícil “controlarse”, ya que la oferta (especialmente si es en modo aperitivo o picoteo) es mucho más abundante. Para estas ocasiones, la experta aconseja aplicar las “tres P”, esto es, evitar totalmente tres tipos de alimentos: “el pan en todas sus versiones; las patatas fritas (sustituirlas por ensalada, judías verdes, setas, pimientos…); y postres (se pueden sustituir por un café o por una infusión digestiva)”. 

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Lactocena: ideal para una época de reajustes 

La lactocena, un concepto inventado por el Leo Cerrud, es un planteamiento perfecto para estas fechas, ya que está diseñada para cenar lo mínimo y no irse a la cama con el estómago vacío: “En esas ocasiones en las que optamos por no cenar porque hemos comido demasiado en las otras ingestas del día, podemos recurrir a esta opción, ya que los lácteos son en sí mismos como una mini-comida, pues contienen hidratos, grasa y proteína”, dice el doctor Cerrud. 

El artífice de esta dieta explica en qué consiste: “En tomar dos yogures desnatados o uno proteico; un par de trozos de queso (vale cualquiera, pero que no sea francés ni de untar, ya que son más grasos) o un vaso de leche semi o desnatada. Hay que elegir una de estas tres opciones, no las tres, ya que se trata de una propuesta basada en un mecanismo compensatorio por lo que, si se eleva el número de calorías, pierde efectividad”. 

Sólo fruta y/o verdura: ¿una buena idea? 

“Depurarse” consumiendo sólo vegetales (en ensaladas, batidos, etc.) es una estrategia muy popular que, sin embargo, desaconseja María José Crispín: “Se trata de una opción muy restrictiva en proteínas. En estos casos,  yo aconsejo por lo menos incorporar legumbre o soja (fuentes de proteína vegetal), ya que garantizar un aporte mínimo proteico es muy importante, entre otras cosas, porque este nutriente resulta muy saciante”.  

Según María José Crispín, en vez de tomar solamente brécol y kiwi, por ejemplo, sería mejor optar por combinaciones del tipo brécol con pescado, huevos, pollo o carne (es decir, algo de proteína animal) o legumbres o algún derivado de la soja:   

“Se debe comer algo más que fruta y verdura ya que este tipo de dieta, además, tienen el riesgo de que nos quedemos con hambre y, al final, terminemos sucumbiendo al turrón o al roscón que tan accesibles son en este momento del año”. 

Objetivo: reconducir el hambre “desmadrada” 

Las jornadas reset también deben aprovecharse para solucionar un importante desajuste producido por el impacto que los excesos navideños, mantenidos durante varios días, tienen en el organismo: la alteración de la sensación de hambre, que da lugar a un apetito sobreestimulado. Así lo explica Isabel Viña, médico residente en Endocrinología y Nutrición y asesora científica de IVB Wellness Lab:  

 “Esto se debe, por un lado, a la cantidad de platos y delicias que se ofrecen en la mesa: estamos casi condicionados a emprender una maratón de eventos y reuniones durante dos, tres o, a veces, más días, para celebrar las fiestas con diferentes miembros de la familia. Este aumento del apetito también se debe a la cantidad de alcohol consumida, que actúa directamente sobre el cerebro y altera la sensación de hambre, induciéndonos a consumir alimentos ricos en hidratos de carbono”. 

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