Mubi sigue su camino, buscando curar un cine diferente. Ahora le toca el turno a Dammi, el corto de Yann Demange protagonizado por Riz Ahmed, famoso por su papel en Sound of Metal y ganador del Oscar por el corto The Long Goodbye. Ahmed ha sido parte de relatos enormes, como Star Wars, pero sabe mantener su independencia. La historia de Dammi es una historia en extremo personal, que muchos confunden con la experiencia de Ahmed: “Sí, completamente. No de una manera literal, por supuesto, no esas experiencias. La experiencia puntuales vienen de la vida de Yann Demange, el director del corto y mi amigo. La idea de pertenecer y no pertenecer. Más allá de que es una vivencia muy personal, que incluso aquí adquiere muchas capas (su padre en la vida real interpreta al padre del personaje protagonista). Yo de alguna manera soy Yann en el corto. Como Yann se ánima a ser tan específico en su vida, en sus referencias, en todo lo que ha vivido, entonces eso puntual empieza a trascender y nos vemos todos allí. Yo he atravesado períodos de mi vida donde no tengo idea adonde pertenezco, o siquiera quien soy. Es interesante que explicar lugares nuevos, nuevos ambientes, te sirve para ver quien sos. Siempre ha sido así, pero en este momento, todos buscan descubrir su identidad e intentar encontrar esa sensación de pertenecer a un lugar. Hoy es más complicado que nunca eso, en un mundo más dividido que nunca. —Considerando que sos amigo del director Yann Demange, ¿había una responsabilidad, digamos, extra en protagonizar algo tan personal? ¿Llegaste a dudarlo? —Se sintió muy bello la verdad. Nos conocemos hace años, pero ahora teníamos la posibilidad de conectar a través del trabajo. Charlie Brooker, quien hizo Black Mirror, hizo algo Channel 4 hace muchos años, y de allí nos conocíamos. Pero al contrario: trabajar juntos nos hizo trabajar en estado de relajo, en el sentido del relajo que provee la confianza. Hay confianza, entonces la tensión pasa por otro lado. Hay comunicación, y ambos confíamos el uno en la tarea del otro. Podes jugar y sentirte relajado. No fue difícil confiar en él. Prefiero trabajar con él, sin dudas, sobre todo si hay que meterse en un tanque de agua durante horas, una de las cosas que Yann me pidió.
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—Me gustaría preguntarte tu mirada sobre la migración, punto crucial del corto. —Mi perspectiva a la hora de la migración se ve en el film. El film explora la migración e identidad desde un rincón muy vulnerable. Una manera con la cual todos se pueden identificar. Todos hemos vivido vidas migrantes, o tenemos, sabemos, conocemos, esa sensación de que nuestras elecciones nos alejan de un lugar que sentimos cercanos a aun hogar. Más allá de esa elección, siempre dejamos gente atrás, dejando pedazos nuestros atrás y descubriendo nuevas fronteras en la vida. La película tira estos conceptos de una forma nueva, que se ancla menos en lo político y más en lo íntimo, en la fibra de cada uno de nosotros. —Mucha gente puede sentirse conectada con esta historia: ¿cuál fue el desafío a la hora de contar esta historia en formato de corto? —La presión de contar esta historia masiva en un pequeño rato, en un pequeño espacio de tiempo, no tuvo nada que ver conmigo. Es responsabilidad de Yann. Pero siento que Yann sintió precisamente que este formato lo liberaba mucho más de lo que lo encapsulaba. Esas limitaciones te liberan, te permiten enfocarte en lo importante. No se sintió como una experiencia extrema, o apurada, yo sentí que nos sobraba tiempo, la gran ilusión del cine, para contar, explorar e ir descubriendo las escenas. Pensamos poco y nada en la duración del corto, y más en las posibilidades que esto nos daba. —¿Cómo trabajaron juntos con Yann? —Lo increíble es que hubo mucho momentos divertidos. Es lo que más recuerdo del rodaje. Claro que hubo momentos muy emocionantes, pero la clave era divertirnos. Terminé una escena con el papá de Yann, Yann y yo. Y los tres nos abrazamos. Creo que era la primera vez en mucho tiempo que ellos dos se abrazaban así. Entonces, tenemos de esos momentos, pero también el recuerdo de reírnos mucho. Recuerdo explorar la ciudad donde filmamos, y divertirme en la ciudad. El proceso fue menos pensarlo, y disfrutarlo, y creo que era una clave general y no personal. —Tu personaje observa, y mucho. Se define así. ¿Cómo se refleja eso en tu actuación, tu forma de actuar? —Me sorprende que digas eso, porque actuar es aprender a ver. Y ahora, sin querer entrar en juegos de palabras, se trata más de mirar, mirar rápida y procesar: mirar tu teléfono, mirar tal cosa o tal otra. Quiero decir, observar implica más e implica algo que menos en nuestro cotidiano esta en desuso. En estos días es difícil quedarse viendo, perdernos en algunos momentos. Los teléfonos nos obligan a pensar el tiempo de otra manera. Lamentablemente. La pregunta entonces muestra que ver, observar, estar presente es una parte enorme del ser humano, el recibir y apreciar, lo que sea que nos da el mundo exterior. Muchas veces me encuentro pensando, aprovechando el tiempo, y prefiero abrazar el caos del día a día. Creo ambas cosas son buenas, participar pero también sentarnos y observar. —Cuando ganaste el Oscar, hablaste de gente que se siente en “no man ‘s land”, ese territorio entre conflictos sin nacionalidad definida. ¿Qué implica esa idea de cara al mundo hoy? —Creo que los personajes más interesantes son destacados, outsiders. Gente que intenta descubrir quienes son. Ese lugar gris, “no man ‘s land”, es un gran lugar donde se cuentan historia. No en términos bélicos, si no esa sensación de gris. Por ejemplo, el corto desactiva la idea de primer mundo y tercer mundo. No lo desactiva, perdón, pero pone en juicio esas etiquetas, etiquetas que dividen y que establecen jerarquías. Es interesante que podamos alterar esas etiquetas. Que alguien que sea hijo de inmigrantes pueda deconstruir esos conceptos solamente por estar en pantalla. Esa deconstrucción de categorías finalmente solo tiene lugar en cada uno de nosotros, pero el arte nos puede ayudar. —Es un privilegio poder tener una familia, entender de dónde viene uno y dónde está tu lugar en el mundo. También lo es aventurarse en el mundo. ¿Qué te conmueve de ser un actor y poder poner en tensión esos dos deseos? —El deseo de echar raíces, de sentirse tranquilo y estable es lógico. En momentos como este, la certeza que viene de una comunidad, de una identidad, es muchísimo. Y la fe, no la religiosa (que puede ser parte de ello): fe como el acto de que no somos todopoderosos, que no entendemos todo. Fe en la comunidad, en el acto de ser social, cosas que también pueden ser un chaleco de fuerza. Siempre encuentro en mi trabajo como actor esa tensión que genera buscar roles donde me identifico, donde hay un reflejo de lo que yo creo que soy, pero también me gusta la invitación a ir más allá de lo que soy. Creo que eso es precisamente lo que Yann hace en la película, como autor, como director, jugando con el documental, con su propia vida, con quienes fueron parte de su vida.