Las cucarachas, esos molestos insectos que abundan en los entornos urbanos y de vez en cuando causan plagas, pueden actuar como transmisoras de diversas enfermedades. En particular, hay dos especies que han proliferado en múltiples países, entre ellos España: la cucaracha alemana (Blatella germanica) y la roja (Periplaneta americana), mal llamada americana. En nuestro país están también muy presentes otras tres especies, que se designan con los nombres científicos Blatta orientalis, Supella longipalpa y Periplaneta australasiae. Actúan como reservorios y vectores de una gran diversidad de patógenos, incluyendo bacterias, virus, hongos y parásitos.
Esos patógenos, que causan enfermedades infecciosas como fiebre tifoidea, disentería o cólera, son transportados por las cucarachas tanto en su cubierta externa como en su tracto intestinal. De este modo, cuando los insectos entran en contacto con comida u otros elementos y superficies que conforman el entorno humano, pueden facilitar la transmisión de esos microorganismos a las personas, con el consiguiente riesgo de aparición de brotes de enfermedades.
Es muy posible que esta primavera-verano proliferen abundantemente tras las intensas lluvias que hemos tenido. Como muy bien saben los entomólogos y otros expertos, los insectos cumplen distintas funciones vitales para los ecosistemas terrestres.
Pero, tal y como ponen de manifiesto los autores de una revisión científica publicada en la revista Zoonoses, es crucial conocer los problemas de salud pública que pueden causar las cucarachas con el fin de diseñar estrategias de control y desarrollar medidas de prevención efectivas.
Patógenos que transmiten las cucarachas
La mayoría de los agentes patógenos que transmiten las cucarachas son bacterias, que afectan sobre todo al tracto intestinal y a las vías respiratorias. También son vectores de numerosos parásitos y hongos y, en bastante menor medida, virus.
Estos son algunos ejemplos:
Bacterias
Escherichia coli.
Bacillus.
Klebsiella.
Enterococcus.
Acinetobacter.
Proteus.
Staphylococci.
Enterobacter aerogenes.
Pseudomonas aeruginosa.
Staphylococcus aureus.
Citrobacter freundii.
Enterobacter cloacae.
Enterobacter.
Pantoea.
Serratia marcescens.
Salmonella.
Shigella.
Yersinia.
Parásitos
Strongyloides stercoralis.
Ascaris lumbricoides.
Trichuris trichiura.
Taenia.
Cyclospora.
Isospora belli.
Entamoeba histolytica.
E. dispar.
Cryptosporidium.
Chilomastix mesnilli.
Entamoeba coli.
Balantidium coli.
Trichomonas.
Toxoplasma.
Hongos
Candida.
Aspergillus.
Penicillium.
Mucor.
Rhizopus.
Virus
Norovirus.
Astrovirus.
Zarovirus.
Enfermedades y síntomas más frecuentes
Las enfermedades y síntomas que ocasionan los patógenos que transmiten las cucarachas pueden ser de muy diversa índole y la gravedad dependerá del estado previo de las personas afectadas. Los individuos más vulnerables son, generalmente, los niños, los mayores y quienes tienen alterado el sistema de defensa (inmunodeprimidos). Estas son las manifestaciones más importantes:
Medidas de control y prevención
Los autores de esta revisión científica subrayan la necesidad de desplegar medidas de control efectivas “para mitigar el papel de las cucarachas como vectores de patógenos que afectan directamente a la salud pública”. No obstante, no vale cualquier procedimiento, tal y como ha demostrado la experiencia a lo largo de los años.
En los últimos tiempos ha quedado especialmente patente la eficacia menguante de algunas prácticas muy habituales: “Los métodos físicos, como la eliminación de su hábitat, y los enfoques químicos, incluidos los insecticidas, se utilizan comúnmente, pero la resistencia generalizada, particularmente en entornos de atención médica, limita su efectividad”.
Es preciso apostar por enfoques innovadores. Los avances en biología molecular “permiten la detección precisa de patógenos transmitidos por cucarachas” y las tecnologías de ingeniería genética, como el ARNi y CRISPR, “ofrecen soluciones innovadoras para modificar las poblaciones y frenar la propagación de patógenos”.
En conclusión, “los esfuerzos futuros deben priorizar los insecticidas sostenibles, las estrategias de control optimizadas y las intervenciones genéticas para abordar la adaptabilidad y la resistencia de las cucarachas, reduciendo así, en última instancia, sus riesgos para la salud pública”.