22 diciembre, 2024

Este es el trastorno psiquiátrico del hombre más veloz del mundo que afecta al comportamiento y al aprendizaje


No rompió el récord de Usain Bolt, pero sus 9.79 segundos lo han llevado a ser el hombre más rápido del mundo. Noah Lyles se llevó el oro de los 100 metros y un ser uno de los protagonistas de estos Juegos Olímpicos. Sin embargo, ese hombre que dio espectáculo incluso antes del espectáculo, jaleando y animando como nadie al público, tuvo un largo (y nada fácil) camino antes de llegar a la cima. 
“Tengo asma, alergias, dislexia, TDAH, ansiedad y depresión. Pero te diré que lo que tienes no define lo que puedes llegar a ser. ¡¿Por qué no tú!?”, publicó en su cuenta de X. 
I have Asthma, allergies, dyslexia, ADD, anxiety, and Depression. 
But I will tell you that what you have does not define what you can become. 
Why Not You!
— Noah Lyles, OLY (@LylesNoah) August 4, 2024

 
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es el trastorno psiquiátrico más frecuente en la infancia. De carácter crónico y de probable transmisión genética, se calcula que afecta entre un 5 y un 10% de la población infantil, y muchos de sus síntomas persisten en la edad adulta (alrededor del 60% de los casos). 
El TDAH se caracteriza principalmente por una dificultad de mantener la atención voluntaria frente a actividades, tanto académicas como cotidianas, unido a la falta de control de impulsos. “Los niños con TDAH pueden tener problemas a nivel académico, familiar y social, siendo muy importante el estigma que sufren. Es necesario que todo el entorno del pequeño conozca cuáles son sus dificultades para poder ayudarles a desenvolverse adecuadamente en su día a día”, resalta Fernando Martín del Valle, neuropediatra del Instituto de Neurociencias Vithas en el Hospital Universitario Vithas Madrid La Milagrosa.
Javier Blumenfeld, pediatra y responsable de la consulta de TDAH del Hospital de El Escorial (Madrid), expone que este trastorno “se produce principalmente por alteraciones en una región del cerebro llamada corteza prefrontal, donde se realizan funciones mentales tan importantes como la concentración, el control de impulsos y la memoria a corto plazo, también llamada memoria de trabajo”. 
La mayor principal causa es la genética y existe un componente hereditario, pero “existen multitud de causas ambientales que pueden producir disfunción en esta parte del cerebro, y por lo tanto, TDAH”.  Entre otras, alteraciones neonatales como alcoholismo o adicción a otras drogas durante el embarazo, traumatismos, tóxicos ambientales, meningitis, sufrimiento fetal durante el parto… “Es decir, cualquier elemento que puede dañar el correcto desarrollo de la corteza prefrontal puede acabar causando TDAH”, resalta Blumenfeld.
Como se ha mencionado, la hiperactividad, la impulsividad y el déficit de atención son rasgos clave de esta afección. Desde la Federación Española de Asociaciones de TDAH (Feaadah), advierten que aunque estos síntomas están presentes en muchos niños, la diferencia está en la intensidad, la incapacidad de control y en la forma disruptiva en que aparecen.

Diagnóstico del TDAH

Para un correcto diagnóstico, se debe tener en cuenta que estas señales:
Son más intensas de lo que se espera. 
 
Se manifiestan en más de un lugar (colegio, casa, etc.).  
 
Suelen prolongarse por más de seis meses. 
Eso sí, no todos los síntomas son iguales en todos los pacientes, pues pueden existir en diferentes grados de gravedad. Según la Feaadah, “el no diagnóstico o diagnóstico tardío y la no intervención temprana hacen que los riesgos de las personas con TDAH se dupliquen. Las personas con este trastorno tienen un riesgo elevado de fracaso escolar, comportamiento antisocial, otros problemas psiquiátricos, trastornos somáticos, abuso de drogas y alcohol, lesiones accidentales y muerte prematura, incluido el intento y el suicidio consumado”.  
Por otra parte, el TDAH está relacionado con problemas de sueño. En concreto, estos niños tienen mayor prevalencia de apnea obstructiva del sueño que la población pediátrica neurotípica, lo que puede provocar despertares nocturnos y un sueño más fragmentado. Además, presentan más posibilidades de desarrollar episodios de parasomnias (sonambulismo, terrores nocturnos, etc.). Aproximadamente, entre el 20% y el 25% de los casos presenta también criterios clínicos de piernas inquietas y entre un 60% y un 70% tendrá por la noche movimientos periódicos de piernas, lo que puede dar lugar a un sueño más inquieto, más fragmentado y de peor calidad.
En cuanto al tratamiento, este deberá adaptarse a las características individuales del niño, como el sexo o la edad, y a agentes externos como el entorno familiar y social. En este sentido, el tratamiento multimodal es el que ofrece mejores resultados. Esto supone coordinar simultáneamente tratamientos de tipo farmacológico, psicológico y psicopedagógico. Ninguna de estas intervenciones es exclusiva; no puede, ni debe, sustituir a las demás. 

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