12 mayo, 2025

Estos son los efectos del alcohol en el cerebro a corto y largo plazo


El consumo de alcohol puede afectar al cuerpo y causar diversos tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares, hepáticas y un largo etcétera. También tiene un impacto en el cerebro que muchas veces se pasa por alto porque las bebidas alcohólicas están tan presentes en la vida cotidiana que se diluye la noción de sus consecuencias negativas. 
Lo cierto es que el alcohol sigue siendo la sustancia psicoactiva más consumida en España. Así lo confirman los datos de la encuesta Edades 2024, realizada por el Plan Nacional sobre Drogas: entre los 15 y los 64 años, el 76,5% de los participantes declararon haber consumido alcohol en los últimos 12 meses, el 63,5% en los últimos 30 días y el 10,5% diariamente en el último mes.

Impacto en el cerebro a corto plazo

El consumo de alcohol produce relajación y desinhibición porque debilita el funcionamiento de los mecanismos cerebrales que se encargan de mantener a raya las conductas impulsivas. Según explica a CuídatePlus Rodrigo Oraa, miembro de la junta directiva de la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y otras Toxicomanías (Socidrogalcohol), su acción sobre la región cerebral conocida como corteza prefrontal “lleva a que nos preocupemos menos por las cosas, lo que nos pone en riesgo de realizar actos impulsivos”. De ahí que el alcohol se relacione con un aumento de los accidentes y la violencia. Ese sería el efecto de las primeras copas.
Cuando se bebe un poco más, se bloquean otras regiones del cerebro algo más profundas que la corteza cerebral, como el hipocampo y el cerebelo, “lo que hace que se vea afectada la memoria”, indica el experto. Si el consumo ha sido muy intensivo, puede hacer que al día siguiente no se recuerde nada de lo sucedido. Con unas copas de más también se produce “ese desequilibrio en los movimientos que nos lleva a la torpeza y que se asocia con muchas de las caídas que se ven en urgencias”. 
Por último, cuando la borrachera ya es muy acusada, se produce una intoxicación aguda que afecta, incluso, a las zonas del cerebro más relacionadas con la supervivencia, que según relata Oraa son “las que se encargan de la respiración y el ritmo cardiaco”. Y es entonces cuando existe un alto riesgo de coma etílico, que puede provocar la muerte.

Efectos a largo plazo

Cuando el consumo de alcohol se convierte en algo diario empiezan a producirse cambios cerebrales significativos que serán más graves cuanto mayor sea la cantidad que se bebe, llegando incluso a alteraciones estructurales irreversibles.
Lo que sucede con el consumo habitual, tal y como explica el experto, es que el organismo intenta compensar los mecanismos cerebrales implicados: la potenciación del GABA, que es inhibidor, y la disminución del glutamato, que es excitador. El resultado es que estamos “más excitados de forma crónica y echamos de menos el alcohol”. Es lo que se conoce como síndrome de abstinencia, que produce ansiedad y temblor y fomenta la necesidad de alcohol como si se tratase de “una necesidad vital”. 
En cuanto a los efectos estructurales del consumo intensivo y mantenido de alcohol en el cerebro, Oraa destaca la neuroinflamación que ocasiona. A través de una serie de mecanismos va lesionando la mielina, que es una especie de vaina que protege a las células cerebrales, lo que afecta a la comunicación entre unas neuronas y otras.
Además, produce muerte celular y reducción del tamaño del cerebro, “en concreto de la materia gris, que afecta principalmente al hipocampo, que es el área relacionada con la memoria; a la corteza prefrontal, que es la zona relacionada con el control de impulsos; y también al cerebelo, que afecta a todos los movimientos y por eso aumenta la torpeza”.
“Si comparamos a las personas que toman alcohol con frecuencia con las que no, se aprecia una mayor pérdida de capacidad cognitiva”, señala Oraa. La reserva cognitiva, es decir, la habilidad del cerebro para adaptarse al envejecimiento y a diversos tipos de daño, disminuye más en quienes hacen un consumo intensivo de alcohol a largo plazo, algo que se constata en su peor rendimiento en las pruebas cognitivas. 
Además de todo lo anterior, subraya el especialista en adicciones, “hay algunos subtipos de lesiones más graves y específicas”.

Encefalopatía de Wernicke

El consumo de cantidades excesivas de alcohol durante un tiempo prolongado altera la absorción de vitamina B1 procedente del aparato digestivo y su almacenamiento en el hígado. Además, las personas con adicción al alcohol no suelen seguir una dieta adecuada y no consumen suficiente vitamina B1. El déficit de este nutriente puede generar un cuadro clínico conocido como encefalopatía de Wernicke, “que es muy peligroso y por eso normalmente en las urgencias cuando atendemos a alguien que viene ebrio casi siempre le inyectamos una ampolla de vitamina B1 para evitarlo”, explica el representante de Socidrogalcohol. Las consecuencias serían “una marcha muy inestable, una afectación de la visión y un cuadro de confusión”. Algunas personas tienen una buena respuesta al tratamiento con vitamina B1, pero también puede generar secuelas muy graves.

Síndrome de Korsakoff

Una de las secuelas del alcoholismo es el síndrome de korsakoff, al que normalmente precede una encefalopatía de Wernicke, pero no siempre se identifica. Se caracteriza principalmente por una profunda pérdida de memoria anterógrada, es decir, la incapacidad para formar nuevos recuerdos. Además, las personas afectadas a menudo experimentan una pérdida de memoria retrógrada, olvidando eventos que ocurrieron antes del inicio del trastorno.

Consumo de bajo y alto riesgo

¿Qué cantidad de alcohol (y durante cuánto tiempo) hay que consumir para llegar a padecer estos problemas cerebrales graves? No hay una respuesta sencilla a esta pregunta porque depende de diversos factores, que se resumen en la diferente vulnerabilidad al alcohol que presenta cada persona. Por eso, los expertos en adicciones repiten siempre el mismo mensaje: ninguna cantidad de alcohol es segura. 
Únicamente se puede hablar de un consumo de bajo riesgo, que además es distinto según el sexo. En hombres, dos unidades de bebida estándar  (10 gramos de alcohol, equivalente a una cerveza o una copa de vino) al día. La cifra se reduce a una única unidad de bebida diaria en las mujeres. 
Todo lo que esté por encima de ese consumo eleva el riesgo de sufrir diversos problemas de salud, como las lesiones cerebrales descritas. Cuatro copas al día plantean un mayor peligro que dos, pero Oraa matiza que no se trata de un aumento lineal. “Si bebes 8, no son 4 veces más, sino probablemente 8 o 10 veces más que 2”.
Otra cuestión importante son los efectos devastadores del alcohol en la adolescencia, ya que el cerebro todavía no está maduro. “Esta es la razón por la que es conveniente retrasar la edad de inicio del consumo de alcohol lo máximo posible”, subraya. 
Por último, un aspecto alentador: si no se ha llegado a un punto de no retorno con daños cerebrales irreversibles, la afectación de la memoria y las funciones ejecutivas que produce el consumo abusivo de alcohol mejora en cuestión de semanas o meses cuando se consigue la abstinencia.

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