Una leyenda urbana reúne a dos de los cantantes más icónicos de todos los tiempos. Por un lado, al seductor y experimentado emblema del tango, que exportó el sonido rioplatense por el mundo. Y por el otro, a un joven italoamericano de los suburbios de Hoboken que, proyectando su privilegiada voz sobre el escenario, cambiaría el negocio de la música popular para siempre; transformándose en el paradigma del artista crooner del siglo XX. Entre la genialidad y la consagración, encerrada en un solo espacio, se encuentra la propuesta artística, que trasciende la obvia pregunta: ¿existió este encuentro?
La inspiración y el talento son las semillas de “Cuando Frank conoció a Carlitos”, la obra musical escrita por Raúl López Rossi y Gustavo Manuel González, dirigida por Natalia del Castillo y con dirección musical de Nico Posse, que propone el cruce fantástico entre Carlos Gardel y Frank Sinatra.
Según el mito, en 1934, el “Zorzal Criollo” actuaba en los estudios radiofónicos de la NBC en New York, cuando en su camarín un audaz adolescente de New Jersey, con visión de convertirse en una estrella, se presenta en busca de consejos y una guía. Con impronta porteña, el experimentado artista del arrabal le advirtió al muchacho que deje las vivencias marginales y elija la música como vida. Si ese consejo existió en la realidad, nadie lo sabe. Pero, al año siguiente, Frank Sinatra ganó el concurso radial del programa “Original Amateur Hour”, de Major Bowes, de la emisora con el grupo vocal Hoboken Four.
En el encuentro, el vínculo comunicativo entre el morocho del Abasto y aquel que será recordado en el futuro como “La Voz”, en principio, deberá superar la barrera idiomática de un español porteñizado devenido del lunfardo, y de un dialecto del inglés de los bajos fondos. Pero la conexión de vida y la empatía son más fuertes, ya que los dos son hijos de inmigrantes venidos de Europa.
El diálogo entre los personajes trata de las enseñanzas por parte del cantante de “Mi Buenos Aires querido” a su circunstancial alumno, sobre el autodescubrimiento como artista y la confianza en el talento propio. Los infaltables tópicos del tango y la milonga también estarán en la conversación: mujeres, amigos, el juego y la bebida, aparecerán en esa charla entre un Gardel de 44 años y un Sinatra de tan solo 19.
Oscar Lajad personifica en el musical a ese Gardel maduro, que se encarrila como estrella para Paramount y triunfa en el mundo con sus reconocidos films como “El tango en Broadway”, “Cazador de estrellas”, “El día que me quieras” y “Tango Bar”, antes de morir tempranamente en un misterioso accidente aeronáutico en Medellín.
“Tenemos testimonios fílmicos de ese Gardel en pleno apogeo, están sus películas, sobre todo sus cuatro películas filmadas en New York. Se ve la actuación del artista en el esplendor de su voz. Yo, como actor, no podía obviar que, si bien hago una interpretación y no una imitación, hay cosas que debo hacerlas y darle el color gardeliano y eso se ve que lo toma tan bien por las respuestas de cariño, tanto del público y de la crítica, se ve que se logra algo verosímil”, destacó Lajad, que hace unos años tuvo la experiencia de asumir el mismo personaje en “Gardel, el musical”.
Para encarnar al joven Francesco Albertino Sinatra Garavato, el actor Alan Madanes debió indagar en el pasado menos divulgado y conocido del cantante. En pleno auge del jazz y el swing, muchos años antes de que saltara a la fama como el vocalista de la orquesta de Tommy Dorsey, el hijo de un tabernero siciliano y una comadrona católica-demócrata debía lidiar con la marginalidad de los suburbios de la Costa Este, y buscar a la música como vía de escape.
“Para mi gusto y desenvolverme con más ganas, busqué e investigué. Traté de acercarme a sus formas, pero tomándome ciertas libertades. Es un Frank Sinatra desconocido, no hay casi archivos, es un Sinatra de 19 años que tiene un sueño con la música, pero trabaja de otra cosa. Son sus inicios y no hay tanto material, uno se mueve sobre los bordes, pero siempre entendiendo cuál es la función y porque está allí en la obra”, explicó Madanes a Noticias.
Pero lo anecdótico no solo se encuentra en los personajes, también está en la génesis de la obra musical. Raúl López Rossi y Gustavo Manuel González escribieron “Cuando Frank conoció a Carlitos” como una propuesta para un pequeño teatro de San Telmo que nunca vio la luz debido a la pandemia. Por ese motivo los autores decidieron ofrecer el proyecto a Disney, que les propuso sumarlo en su plataforma de streaming Disney+.
Esa idea teatral de inicios de 2019 terminó desarrollándose en un telefilm dirigido por Karina Insausti, estrenado como contenido original en agosto de 2023. Sus protagonistas fueron Oscar Lajad, como Gardel, y Pablo Turturiello como Sinatra. La revancha se materializó en 2024, al debutar el musical sobre el escenario del Teatro Presidente Alvear del Complejo Teatral Buenos Aires, contando con el apoyo de Corporación América y Aeropuertos Argentina.
Las interpretaciones son brillantes. Lajad como Gardel se desenvuelven con sobrada experiencia y picardía, mientras la avidez, la tenacidad y simpatía, forman parte de la magia y las herramientas del futuro maestro del fraseo y el easy listening interpretado con gusto por Madanes. “Convive en Gardel el orgullo y el referente argentino desde su primer viaje en el mundo. El logro del esfuerzo y el talento que habiendo sido un chico de clase baja trascendió por su trabajo. Es uno de los cantantes más prolíficos de la historia”, destacó Lajad.
Por esto, y el detalle de la cuidada puesta, se entienden las diez nominaciones a los Premios Hugo 2024 en las principales categorías: Mejor Musical, Mejor Dirección General, Mejor Producción Integral, Mejor Libro Musical, Mejor Dirección Musical, Mejor Actuación Protagónica Masculina, Mejor Diseño de Vestuario, Mejor Iluminación, Mejor Arreglo Musical, y Mejor Diseño Escenográfico.
El epílogo de la obra es que el legado de Carlos Gardel superó al género musical que lo consagró. Fue una de las celebridades internacionales pioneras de la música que trascendió a la pantalla grande. Un sendero de expansión artística y comercial que los músicos, sobre todo los cantantes, seguirían durante las décadas venideras. El gen que haría grande a Sinatra, y otros crooners por venir.
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