La gran batalla meteorológica del año es entre la cizalla de El Niño y las altísimas anomalías térmicas del Atlántico. La primera, por un lado, frena la aparición de huracanes en el pasillo que va desde Cabo Verde al Caribe. La segunda, por el otro, es pura “gasolina” para este tipo de tormentas. Y nadie sabía muy bien quién iba a ganar esta temporada.
Pues bien, ya lo sabemos: las altas temperaturas van ganando de calle. El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos está monitorizando cuatro bajas en el Atlántico y otra depresión tropical ya se ha formado. Bienvenidos a la temporada de huracanes.
Intuíamos que algo iba a pasar. Los modelos apuntaban a que la actividad de ciclones tropicales despertarían esta semana. No era una predicción muy arriesgada. “Es normal al adentrarnos en agosto“. Sin embargo, no estábamos seguro de qué pasaría exactamente.
Como comentaba, en condiciones normales, (es decir, “de no haber las temperaturas extremas que están sucediendo en el Atlántico”), lo que esperaríamos sería una temporada de huracanes con muy poca actividad. Sin embargo, “las previsiones apuntan a una temporada más activa de lo normal”.
¿Por qué? La explicación más sencilla es que la fuerte cizalladura (las diferencias de velocidad entre distintos puntos y altitudes de la atmósfera) que El Niño produce en el Caribe hace que se generen menos estructuras susceptibles de convertirse en huracanes. Sin esos detonantes atmosféricos, no se puede producir una tormenta tropical de ese tipo y, por ello, las temporadas se hacen más tranquilas.
El problema es que la superficie del Atlántico norte está muy caliente y eso significa “energía”. Mucha energía. Es decir, que aunque haya menos tormentas en números absolutos, la disponibilidad de energía hace que las que haya se vuelvan más viables e intensas.
Y el resultado es claro. Mientras nos acercamos al pico de actividad de huracanes de inicios de septiembre, el pasillo que va desde Cabo Verde al Golfo de México se ha llenado de posibles huracanes. Mientras escribo esto, se acaba de formar una despresión tropical (con el nombre final de Emily) y otras cuatro bajas tropicales más son vigiladas estrechamente en Atlántico.
Buenas y malas noticias. La buena noticia es que Emily no parece que vaya a afectar a tierra firme. Además, ahora mismo hay una masa de aire anormalmente seco en la zona del Atlántico tropical y eso frenará (presumiblemente) el desarrollo de esta sucesión de posibles tormentas tropicales.
Las malas noticias son que las previsiones parecen confirmarse y la factoría de huracanes del Atlántico parece estar a pleno funcionamiento. Esto es una mala noticia para el Caribe y las zonas aledañas, sí; pero también para nosotros porque, recordemos, las tormentas tropicales están aprendiendo el camino a la península y cuantas más se forman, mayor será la probabilidad de que alguna nos afecte.
En Xataka | Las altísimas temperaturas del Atlántico tienen un riesgo para España: los huracanes son ahora más probables
Imagen | NHC