“A lo largo de mi carrera, he participado en más de 40 películas y la mayoría de ellas no tienen un final feliz. Sin embargo, a mí me encantan las historias que acaban bien, como esta de mi lucha contra la hepatitis C”. Es la primera frase del actor Carmelo Gómez en una campaña de concienciación realizada por la Alianza para la Eliminación de las Hepatitis Víricas en España (Aehve) en 2024. “Cuando me detectaron el virus, empecé un calvario de tratamientos; ninguno era efectivo y yo me sentía cada vez peor”, prosigue el intérprete. “Y cuando pensaba que todo estaba perdido, vino la solución: unas pastillas, sin pinchazos, sin fiebre, sin efectos secundarios y en pocas semanas… ¡curado!”. Dado que muchas personas todavía no saben que tienen esta enfermedad, concluye su mensaje resaltando la importancia de “hacerte la prueba si sospechas que estás infectado”.
Carmelo Gómez sigue participando en iniciativas relacionadas con esta infección. Hace unos días ofreció su testimonio en el acto de conmemoración de los 10 años del Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C en el Sistema Nacional de Salud de España.
Una infección silenciosa
La hepatitis C es una enfermedad del hígado provocada por el VHC (virus de la hepatitis C). Es una causa frecuente de cirrosis hepática y cáncer de hígado y es la responsable del 20% de los trasplantes hepáticos en España.
Es una infección que generalmente no presenta síntomas y por eso se suele calificar de enfermedad silenciosa. Este es el principal motivo por el que los expertos apuestan por la realización de pruebas sanguíneas de detección en los colectivos de mayor riesgo, independientemente de si presentan síntomas o no.
La patología puede aparecer de forma aguda (cuando se produce en los seis meses siguientes tras la exposición al virus) o crónica. La infección aguda suele ser asintomática en aproximadamente el 80% de los casos y, en los casos en los que se manifiesta, los síntomas pueden ser leves y confundirse fácilmente con los de otras enfermedades: ictericia, fiebre, cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orina de color oscuro, decoloración de las heces, dolores articulares…
Cuando no se administra tratamiento, la hepatitis C aguda evoluciona hacia la cronicidad en un porcentaje variable de casos: entre el 50 y el 80%, aproximadamente. Al cabo de los años, puede desembocar en insuficiencia hepática y otros problemas relacionados con el hígado.
Cuando no se trata, la infección por el virus de la hepatitis C puede desencadenar, al cabo de los años, cirrosis y cáncer de hígado. (Foto: Shutterstock)
A quién se aconseja hacerse la prueba de la hepatitis C
La Aehve recomienda hacerse prueba de la hepatitis C a las personas que han estado expuestas a alguna de estas situaciones:
Transfusión de sangre antes de 1992.
Consumo de drogas por vía intravenosa o nasal.
Relaciones sexuales de riesgo sin protección.
Tatuajes o piercings sin las adecuadas medidas de esterilización.
Las personas que cumplan alguno de estos criterios de riesgo pueden solicitar a su médico de familia una analítica específica para este virus.
Se ha avanzado mucho en la lucha contra esta enfermedad, pero aún quedan muchos casos sin diagnosticar. A pesar de que desde hace más de 10 años existen fármacos que la curan cuando se administran de forma precoz, semanalmente se siguen produciendo en España cuatro muertes imputables a causas relacionadas con el virus de la hepatitis C, según datos de la Aehve.
Fármacos que curan la enfermedad
La introducción a partir del año 2011 de los antivirales de acción directa (ADD) dio un vuelco al tratamiento de la infección por el virus de la hepatitis C, ya que con ellos es posible alcanzar tasas de curación que pueden llegar hasta el 97% de los casos.
Según la fase del ciclo de replicación del virus sobre la que actúan, estos fármacos reciben diferentes nombres y se agrupan por clases o familias:
Inhibidores de la proteasa.
Inhibidores de la polimerasa.
Inhibidores de la proteína NS5A.
Se suelen administrar dos fármacos de forma combinada. Por ejemplo, glecaprevir y pibrentasvir, o bien sofosbuvir y velpatasvir. Existe también una combinación de tres fármacos, sofosbuvir, velpatasvir y voxilaprevir, aunque su uso se reserva para casos resistentes a los otros fármacos, algo que es poco frecuente. Hay otras combinaciones comercializadas, como la de grazoprevir y elbasvir, si bien su uso ha disminuido al ser más eficaces los anteriormente citados.