10 diciembre, 2024

La mala salud y los ultraprocesados van de la mano. Y cada vez tenemos más pruebas

Los alimentos ultraprocesados están en todas partes. No solo forman parte de nuestras dietas sino que han permeado en nuestra misma cultura. Su ventaja es que resultan de lo más conveniente, su principal desventaja, es que su consumo pesa sobre nuestra salud.

El estudio más exhaustivo. Un nuevo estudio ha analizado la relación entre el consumo de alimentos ultraprocesados y una diversidad de problemas en la salud. Los autores han constatado correlación positiva entre el consumo de estos alimentos y una lista de 32 problemas en la salud que van desde la mortalidad cardiovascular a la depresión.

¿Qué son los ultraprocesados? Los alimentos suelen clasificarse en función del proceso que han pasado hasta llegar a nuestro plato. Así solemos distinguir varias categorías, siendo las principales las de los no-procesados, los procesados, y los ultraprocesados. Los no-procesados o mínimamente procesados, como frutas y verduras, carnes, pescados, que no tienen ingredientes añadidos y han sido alterados mínimamente.

Los alimentos procesados por su parte combinan alimentos mínimamente procesados con otros ingredientes (que pueden ser procesados, como el aceite o azúcar). En esta categoría podemos encontrar el pan, las conservas de pescado o verduras, o quesos, entre otros.

Finalmente, los ultraprocesados son, en base a la definición que utilizan en la British Heart Fountadation, aquellos que típicamente combinan cinco o más ingredientes así como aditivos que no solemos encontrar en las cocinas convencionales, como muchos conservantes o emulsificantes. Conviene recalcar que los aditivos no suelen ser perjudiciales en sí mismos, pero estos alimentos tiennden a contener cantidades importantes de azúcares, grasas y sal.

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Repaso a los últimos años. El estudio recién publicado es una revisión “paraguas” de la literatura científica, es decir, repasa los resultados y las conclusiones de las revisiones de la literatura científica realizadas en los últimos tres años. Un “estudio de estudios”, al cuadrado. En total los estudios cobijados bajo este “paraguas” sumaban más de 10 millones de participantes.

Los autores constataron una relación positiva entre el consumo de estos alimentos y problemas de salud descritas en los sucesivos estudios. Clasificaron estas relaciones en función del nivel de confianza constatado por las pruebas, distinguiendo pruebas “convincentes” de las evidencias “altamente sugerentes”, además de las solo sugerentes, débiles y carentes.  El artículo en el que se detalla este análisis fue publicado en la revista The BMJ del British Medical Journal.

“Pruebas convincentes” y “altamente sugerentes”. Entre las relaciones mejor probadas, las que cuentan con “pruebas convincentes”, están un aumento de cerca del 50% en el riesgo de muerte relacionada con problemas cardiovasculares, un aumento semejante del riesgo de sufrir ansiedad y problemas “comunes” de salud mental, y un aumento del 12% en la probabilidad de desarrollar diabetes de tipo 2.

En la siguiente categoría los responsables del estudio incluyen un aumento del 21% en el riesgo de muerte por cualquier causa y un aumento de entre el 40 y el 66% del riesgo de muerte por infarto. También constataron mayor probabilidad de desarrollar obesidad y, de nuevo, diabetes tipo 2, así como problemas del sueño y un mayor riesgo de padecer depresión.

¿Nos deprimimos porque comemos mal? ¿O comemos mal porque estamos deprimidos? En muchas de estas relaciones la dirección de la relación causal parece evidente. Si consumimos más ultraprocesados comemos más sal, que resulta peor para nuestra salud cardiovascular, luego es más fácil que muramos por ello.

Algunos estudios poblacionales o epidemiológicos pueden utilizar herramientas estadísticas para estudiar la direccionalidad, pero en estos casos la tarea es un poco más complicada. En este caso no resulta difícil imaginar que la correlación entre depresión y ultraprocesados sea inversa, pero tampoco podemos descartar la bidireccionalidad, es decir, que la respuesta a ambas preguntas sea “sí”.

¿Qué hacemos con los ultraprocesados? El equipo responsable del estudio llama a redoblar los esfuerzos en investigación en este sentido, así como a la toma de acciones en materia de salud pública. Si hasta ahora la incertidumbre era alta (analizar los efectos de la alimentación es muy complicado debido a que estos se manifiestan a largo plazo y existen numerosísimas variables por las que no podemos controlar), estudios como este pueden ayudar a asentar la materia y resolver cualquier atisbo de incertidumbre.

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Imagen | Caleb Oquendo

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