12 mayo, 2025

La mujer oso enfrentando su vida


Me gustaría contar cómo nace esta trilogía que hoy se cierra con Devorando el vacío. Allá por 2016, la Compañía Demasiado Gorda inauguraba la escena con su primer obra Carne picada. Honestamente en esa instancia, como directora no tenía en mente nada en relación a darle continuidad a ese primer trabajo. Allí deposité todo lo que vivía y sentía mi imaginario. Con la premisa de transformar lo horroroso en belleza y utilidad, en esta obra irrumpen por primera vez los personajes de El Oso y la mujer que se desespera por comer frutillas sin poder lograrlo. Pasaron varios años en donde se sucedieron otras creaciones escénicas, hasta que llegó El filo de las cosas. La segunda obra de la trilogía, donde cuento la historia de esta mujer-oso. Totalmente autobiográfico, el unipersonal evoca diferentes momentos desde el nacimiento, hasta la madurez de ese personaje (que soy yo, ja). Una obra exacerbada de emotividad. Devorando el vacío, la última creación de la compañía es una obra mucho más cruda. La trilogía se cierra con la puesta en escena de la relación entre la enfermedad y la mujer oso. De cómo la patología (TCA) domina y de cómo de alguna manera es dominada; de cómo las diferentes entidades que conviven y conforman a la mujer oso, finalmente llegan a un acuerdo, dado que van a convivir por siempre. De cómo esta mujer oso logra ser la protagonista de su vida. Creo que Devorando el vacío es lo que faltaba contar de la historia. La palabra “gorda” siempre tuvo un peso importantísimo durante toda mi vida, jamás dejó de ser un detonante de millones de cosas que jamás hubiera elegido para mí. Cuando pensé en el nombre de la compañía quise ser irónica conmigo misma, transgredir mis propias creencias, jugar a olvidar lo que para mí siempre fue la palabra gorda. Así nace Demasiado Gorda, aludiendo a algo demasiado grande, demasiado bueno, gorda de creatividad, enorme de contenido y desbordado en escena. Prácticamente todas las obras que yo cree tienen alguna referencia que conecta con algo de mi historia. Quizá la imagen de un recuerdo detona el inicio de un proceso de creación. Con los años el lenguaje particular que fuimos construyendo se afianzó. Y si bien los que integramos la compañía somos acróbatas y bailarines, en lo personal, las artes visuales y la escenografía siempre fueron un soporte fundamental. El collage, lo exacerbado, la saturación son conceptos que me vienen a la mente cuando pienso en nuestra estética. Y los elementos aéreos que utilizamos son en función de lo que queremos contar. No me puedo imaginar un ‘’número acrobático” de manera aislada. Tengo que fundamentar la presencia de cada uno de los objetos para que conformen un todo con un sentido específico. Nos enmarcamos dentro del circo contemporáneo porque somos una combinación de muchas disciplinas: El teatro físico, la danza, la oratoria, el teatro, la música, lo audiovisual, artes visuales varias, todo aparece en cada una de nuestras creaciones.

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Todo lo que llevó a escena en esta trilogía es autobiográfico. Quizá como recurso apeló a la metáfora, a la poesía. Siempre tuve la premisa de poder contar algo en principio trágico y por momentos desagradable, de una manera que, aun teniendo estas características, sea un relato sensible con imágenes repletas de belleza. Conmover a les espectadores es uno de mis mayores intereses a la hora de escribir obras. Creo que aquí no hay ficción. La disociación, estas múltiples personalidades realmente existen. Lo anecdótico realmente ocurrió. Y aseguro que estuve tan gobernada por la enfermedad como también puedo asegurar que hoy la que decide soy yo. Devorando el vacío es un salto de fe, repleto de danza, acrobacia, música, climas e imágenes sensoriales que intervienen y contienen el relato desde el principio al fin. Con Iván Carmona y Paula Palomo en el escenario, Devorando el vacío se presenta los sábados de mayo en la sala La Central (Villa Crespo). *Autora, directora y coprotagonista de Devorando el vacío.

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