Los médicos internistas advierten que las prácticas de chemsex, especialmente el slam, consistentes en el uso de drogas para mantener relaciones sexuales de forma prolongada y con distintas parejas sexuales producen una intensa desinhibición y disminuyen la percepción cognitiva y emocional del riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual (ITS).
Los expertos avisan: Si bien han bajado los casos de VIH gracias a las terapias preventivas, están aumentando los casos de gonococia, clamidiasis, incluido el LGV, y sífilis. Así lo han puesto de manifiesto en el último Congreso Nacional de Medicina Interna-19º Congreso de la Sociedad Canaria de Medicina Interna (Socami), de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
Los expertos reunidos indican que en la última década, se ha detectado en España un incremento de la incidencia de todas estas infecciones en hombres y en mujeres.
Como informa Jorge Del Romero Guerrero, director médico del Centro Sanitario Sandoval perteneciente al Hospital Clínico de Madrid, “no todo consumo de drogas para mantener relaciones sexuales se considera chemsex”. Aunque no existe un claro consenso científico sobre su definición, el chemsex se define como: “El consumo intencionado de drogas, principalmente mefedrona (u otras catinonas sintéticas), metanfetamina y GHB/GBL, y otras sustancias (con frecuencia en policonsumo); para mantener relaciones sexuales, generalmente en grupo (“sesiones, chills”), durante un periodo prolongado de tiempo (entre varias horas y días) en el contexto sociocultural del colectivo LGTBI.”
Sustancias más usadas para el ‘chemsex’ y el ‘slam’
El consumo en chemsex varía en función de la región donde se practica. No obstante, las sustancias más utilizadas incluyen la mefedrona (“mefe”) que pertenece a la familia farmacológica de las catinonas sintéticas. Estas sustancias se modifican químicamente para eludir la fiscalización internacional, lo que resulta en más de 220 variantes.
Algunas de ellas, como la ‘Alfa’ (Alpha-PVP) o el Monkey dust (Alpha-PiHP) son “10 veces más potentes que la cocaína”, informan. También prevalece el consumo de “metanfetamina (“tina”) y de GHB/GBL (“chorri”)” y el uso asociado de otras sustancias, como la ketamina, la cocaína, el tusi (o cocaína rosa), popper, entre otras. Asimismo, con frecuencia, el uso de drogas se asocia con el uso de potenciadores de la erección, sobre todo el sildenafilo.
“Nuestra experiencia muestra que, en la actualidad, la mefedrona (catinonas sintéticas) es la sustancia más prevalente, seguida del GHB y el popper. Además, se detecta un aumento del consumo intravenoso de drogas (especialmente mefedrona y metanfetamina), fenómeno conocido como ‘slam’ o ‘slamming’. Según sus datos, “la prevalencia del slam ha aumentado significativamente en los últimos años. Con respecto a las personas que practican chemsex, en su inmensa mayoría son hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y mujeres trans (la mayoría de ellas trabajadoras del sexo). Es decir, es un fenómeno muy parcelado al colectivo LGTBI”, explica Del Romero.
Riesgos para la salud física
“El consumo de drogas implica, por su propia naturaleza, desinhibición y disminución de la percepción del riesgo de contraer ITS”, ha advertido Del Romero. “En los últimos años, la alta eficacia preventiva de la transmisión del VIH mostrada por el TARs y la PrEP ha reducido la percepción del riesgo de contraer o transmitir el VIH y, consiguientemente, se ha reducido significativamente el uso del preservativo entre los HSH. Ello ha producido una reducción del número de diagnósticos de infección por el VIH y un persistente incremento de los casos de gonorrea, clamidiasis/LGV y sífilis”, según las tendencias observadas por Romero en el Centro Sandoval.
Por otra parte, “el ‘slamming’ o ‘slam’ y el ‘fisting’ (introducción de la mano en el recto), prácticas estrechamente asociadas al chemsex, facilitan la transmisión del virus de la hepatitis C (VHC). En Sandoval, la gran mayoría de los diagnósticos de hepatitis aguda por el VHC se realizan en HSH, usuarios de chemsex, algunos de ellos asociados a dichas prácticas. En cambio, los diagnósticos de hepatitis B son infrecuentes y se realizan principalmente en personas migrantes no vacunadas. El ‘slam’ se asocia, además, a múltiples complicaciones como celulitis, flebitis o abscesos”, informa.
“No todas las sustancias usadas en chemsex son igualmente lesivas para la salud. Por ejemplo, son muy diferentes los efectos adversos de la metanfetamina comparados con los del popper”, indica. Así, entre los usuarios de chemsex, “el riesgo de desarrollar una patología adictiva está presente y especialmente asociado a algunas sustancias (tina, mefe y G); aunque también influye significativamente la vía de administración de las drogas (oral, inhalada, esnifada, fumada, inyectada, tópica)”, detalla Romero.
Por otro lado, “los episodios de intoxicación aguda pueden poner en riesgo la vida de las personas, especialmente con GHB, cuyo margen de seguridad es muy estrecho y, ante sobredosis o policonsumo con otros depresores (alcohol, Ketamina…), puede producir una intoxicación aguda, que puede ser letal”, añade.
Chemsex y salud mental
Pero el chemsex no solo tiene riesgos para la salud física sino también para la salud mental.
“Bien sea por la aparición de un trastorno mental sobrevenido o por el agravamiento de una patología previa subyacente, observamos complicaciones asociadas a la ansiedad, depresión, incluyendo ideación y conducta suicida”, informa Del Romero.
El slam “precipita y agrava la sintomatología psicótica y produce mayor frecuencia de complicaciones psiquiátricas graves”, advierte.
Por otro lado, existen también repercusiones sociales y legales asociadas al chemsex, ya que “el chemsex no solamente afecta a quien consume, sino también al entorno familiar, laboral y social de cada individuo. Los principales delitos asociados a la práctica de chemsex son contra la Salud Pública (por tenencia y tráfico de drogas) y contra la libertad sexual, pues no hay que olvidar que la sumisión química está presente en la práctica del chemsex”, precisa el experto.
Teniendo en cuenta todo esto, es cierto que el consumo “no problemático de drogas” puede ser posible en algunos individuos, pero “hay que tener en cuenta que el chemsex puede crear adicción, sobre todo en jóvenes consumidores habituales”. Por ello, el experto advierte: “Afirmar que la práctica continuada del chemsex/slam no implica un alto riesgo de adicción y que, por tanto, puede darse un consumo controlado a largo plazo, especialmente en adolescentes y en jóvenes es un mensaje irreal y potencialmente lesivo”.