La depresión, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares son, según diversos estudios, las enfermedades asociadas (comorbilidades) más frecuentes de la artritis reumatoide. Les siguen muy de cerca otras, como la osteoporosis y la fibromialgia. Un diagnóstico adecuado y a tiempo es esencial porque requieren un tratamiento complementario al que ya reciben estos pacientes.
La artritis reumatoide es una enfermedad reumática que afecta a unas 300.000 personas en España. Ocasiona dolor persistente en las pequeñas articulaciones de las manos, muñecas, codos, hombros, caderas, rodillas, tobillos y pies, aunque el proceso inflamatorio crónico propio de esta dolencia también puede afectar a otros órganos, como los ojos, los pulmones o los vasos sanguíneos.
En el XIII Simposio de Artritis Reumatoide, organizado por la Sociedad Española de Reumatología (SER) en Gijón, se ha hecho hincapié en algunas de las enfermedades asociadas. Entre otros muchos expertos, participaron Javier Rivera, reumatólogo del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, de Madrid, que se centró en la fibromialgia; y Enrique Casado, reumatólogo del Hospital Parc Taulí de Sabadell (Barcelona), que abordó la osteoporosis.
Fibromialgia en pacientes con artritis reumatoide
La coexistencia de la artritis reumatoide y la fibromialgia tiene repercusiones importantes en las dos direcciones, según ha explicado Rivera a CuídatePlus: “Tanto en el paciente con fibromialgia, que tiene una patología mucho más grave por tener una artritis reumatoide, como en el paciente con artritis reumatoide, que también tiene una enfermedad más grave por padecer fibromialgia”. Hay, por lo tanto, “una especie de sinergia negativa”, que lleva a que se “potencien la una a la otra”.
La prevalencia de la fibromialgia es claramente superior en los pacientes con artritis reumatoide. Según Rivera, en un estudio de pacientes con artritis reumatoide sin fibromialgia al inicio de la investigación, al cabo de pocos años esta enfermedad ya afectaba al 9% de ellos. El porcentaje asciende al 38% en los trabajos que analizan a pacientes con artritis reumatoide de difícil tratamiento, que son aquellos en los que ya se han probado sin éxito todas las terapias actualmente disponibles para esta patología.
Tratamiento de las dos enfermedades
Dado que “la fibromialgia actúa como una especie de caja de resonancia, donde los síntomas de la artritis reumatoide se convierten en mucho más intensos, más graves, más duraderos y bastante más difíciles de tratar”, un diagnóstico certero es fundamental. De esta manera, se puede iniciar el tratamiento más adecuado cuanto antes.
El tratamiento de la artritis reumatoide se basa en medidas no farmacológicas, incluyendo una alimentación saludable, control del peso, cambio de hábitos tóxicos (alcohol, tabaco, etc.) y el cuidado de la salud mental; y farmacológicas. En este segundo apartado se utilizan medicamentos sintomáticos, destinados a controlar los síntomas (fundamentalmente, analgésicos antiinflamatorios no esteroideos o AINE) y fármacos modificadores de la enfermedad, que tienen un efecto más profundo. Junto a los tradicionales, como el metotrexato, se encuentran los biológicos, como infliximab, etanercept o adalimumab.
El tratamiento de la fibromialgia se basa también en un amplio abanico de opciones. “Como es una enfermedad del sistema nervioso, los fármacos que tenemos en estos momentos son antidepresivos, anticonvulsivantes, relajantes, hipnóticos y sedantes”, señala Rivera. También se dispone de terapia física (estimulación magnética, estimulación eléctrica, crioterapia) y psicológica. En las personas con las dos enfermedades, el tratamiento consiste en “añadir estas terapias a la terapia convencional de la artritis reumatoide”.
Osteoporosis en pacientes con artritis reumatoide
La osteoporosis también es bastante más frecuente en personas con enfermedades reumáticas inflamatorias y autoinmunes y, especialmente, con artritis reumatoide. En estos pacientes, su prevalencia supera el 30%, mientras que en el conjunto de mujeres posmenopáusicas (el grupo de mayor riesgo de esta enfermedad) es del 22% y desciende al 5,4% en la población general. “Lo más grave es que, además, son pacientes que tienen una alta frecuencia -más de un 60%- de riesgo de tener alguna fractura, sobre todo vertebral”, ha señalado a CuídatePlus Casado.
El reumatólogo explica las causas principales de la mayor frecuencia de osteoporosis entre quienes sufren artritis reumatoide. “Una es la propia enfermedad, su carga inflamatoria. Se sabe que las citoquinas, que son moléculas que promueven la inflamación, impactan de forma negativa sobre el hueso”, resalta.
El otro factor destacado es el tratamiento con glucocorticoides, que muchas veces son necesarios para tratar la artritis reumatoide, pero se sabe que se asocian “a una pérdida de masa ósea”. A esto hay que añadir otros factores que también se pueden dar en la población general, como el sedentarismo o el déficit de vitamina D.
Tratamiento conjunto de la artritis y la osteoporosis
Cabría pensar que la suma de los fármacos utilizados para tratar la artritis reumatoide y la osteoporosis puede aumentar los efectos adversos y, sobre todo, generar interacciones entre ciertos fármacos. Casado aclara que no es así y, por lo tanto, no hay ningún problema en añadir el tratamiento de la osteoporosis al de la artritis reumatoide.
El tratamiento no farmacológico de la osteoporosis se centra en medidas para fortalecer los huesos y evitar el riesgo de caídas:
Evitar el sedentarismo y practicar ejercicio físico (a ser posible de carga, como caminar).
Evitar los tóxicos: no fumar y no beber.
Mantener una buena exposición solar para conservar o preservar los niveles de vitamina D en sangre.
Evitar las caídas. Esta precaución es especialmente importante en las personas mayores, que pueden tener más problemas de coordinación por la edad, algunas enfermedades o ciertos medicamentos. Es crucial vigilar los elementos que suponen un mayor riesgo en el domicilio, como las alfombras o los suelos deslizantes.
Una buena ingesta de calcio con la dieta, sobre todo a través de alimentos lácteos. En algunos casos es necesario tomar suplementos de calcio y de vitamina D, siempre por indicación del médico.
En lo que se refiere a la parte farmacológica, Casado asevera que los tratamientos específicos disponibles “han demostrado una disminución del riesgo de fractura”. Los medicamentos que se utilizan son los antirresortivos, que frenan la resorción, que es un mecanismo de destrucción ósea; y los osteoformadores, que estimulan la formación de hueso.