Todo lo que rodea a los sueños ha despertado siempre un gran interés y las teorías de Sigmund Freud sobre su significado son especialmente atractivas. Sin embargo, los psicólogos y neurocientíficos actuales consideran que interpretar al detalle el contenido de lo que pasa por la cabeza de los durmientes supone adentrarse en un terreno muy escurridizo, nada científico y, por lo tanto, escasamente útil. Ahora bien, los sueños en general y, en particular, las pesadillas cumplen diversas funciones. Aunque todavía estamos lejos de conocerlo en su conjunto, el mundo onírico ya no es un enigma absoluto.
Lo que está claro es que necesitamos dormir para vivir. Entre las muy variadas misiones del sueño se encuentran las cognitivas y emocionales. “Nos ayuda a procesar las emociones y contribuye a los procesos de aprendizaje y memoria”, según explica a CuídatePlus el neurocientífico Diego Redolar, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Sabemos que durante el sueño consolidamos lo que hemos aprendido durante el día”, afirma. De hecho, cuando no dormimos bien “esa consolidación no se realiza de forma correcta”.
En cuanto al procesamiento de las emociones, Redolar señala que la importancia del sueño y, sobre todo, de los sueños, tiene en las pesadillas uno de sus mayores exponentes. Para explicar esta función recurre a la primera película de tetralogía Matrix, The Matrix.
Para qué sirven las pesadillas
Una vez que Neo, el protagonista de este mítico filme de 1999, decide unirse a la lucha contra las máquinas, “Morpheus y su equipo lo someten a un riguroso entrenamiento físico y mental que incluye prácticas de combate, acrobacias, manejo de armas y técnicas de supervivencia en el mundo virtual”, relata el neurocientífico en su libro La mujer ciega que podía ver con la lengua (Grijalbo, 2024). “Durante el entreno, Neo se enfrenta a varios desafíos para poner a prueba sus habilidades y determinación”, entre los que se incluyen enfrentamientos con agentes de Matrix, programas de simulación y situaciones de combate.
Tomando esta película como ejemplo, las pesadillas serían como los programas de entrenamiento de Matrix: “Nos ayudan a entrenar las partes de nuestro cerebro que están implicadas en el procesamiento de las emociones”.
En concreto, contribuyen a entrenar la amígdala, que es una zona muy pequeña del cerebro pero de una gran importancia porque es la que se encarga de las emociones, la motivación y el comportamiento. Desempeña un papel clave en la respuesta emocional, especialmente frente al miedo y la ansiedad. Recibe información sensorial de las vías auditivas y visuales y la procesa para determinar si es una amenaza potencial. Si es así, activa la respuesta de lucha o huida, que prepara al cuerpo para actuar ante una situación de peligro, activando el sistema nervioso simpático y la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina.
La amígdala también está involucrada en la regulación de otras emociones que también son muy relevantes, como la tristeza, la ira o la felicidad. Asimismo, cumple un papel en lo que se conoce como memoria emocional, ya que las experiencias emocionales intensas pueden ser almacenadas en esta zona del cerebro y luego recuperadas en respuesta a estímulos similares en el futuro.
Por lo tanto, dado que las pesadillas se encargan de la puesta a punto de esta parte fundamental del cerebro, tal vez habría que empezar a verlas de forma más positiva. O, al menos, considerar que no siempre son negativas, ya que es innegable que cuando se producen de forma muy frecuente podemos estar ante un trastorno.
De las pesadillas fisiológicas a las parasomnias
No hay que confundir las pesadillas fisiológicas (normales) con algunos tipos de parasomnias (alteraciones del comportamiento o fenómenos anormales que se producen durante el sueño), como son los terrores nocturnos o el trastorno de pesadillas.
Las pesadillas se consideran un trastorno del sueño catalogado dentro de las parasomnias cuando son recurrentes (aparecen en más de la mitad de las noches), afectan a la calidad del sueño y generan cansancio y angustia durante el día. En estos casos puede ser aconsejable consultar al médico.
Hay diversos factores que incrementan la aparición de pesadillas: estrés, fiebre, consumo de sustancias tóxicas (alcohol, drogas alucinógenas, heroína, cannabis), otros trastornos del sueño (apnea, narcolepsia…) algunos fármacos antidepresivos y ciertos hipnóticos, como las benzodiacepinas.
Cómo evitar las pesadillas
Hay algunas recomendaciones sencillas que pueden contribuir a evitar o, al menos, reducir las pesadillas:
Mejorar la calidad del sueño con medidas como llevar horarios regulares, evitar las bebidas estimulantes (café, té, chocolate) desde media tarde, cuidar la temperatura del dormitorio, dormir en silencio y sin luz o evitar las pantallas iluminadas al final del día.
Revisar los factores que pueden contribuir a las pesadillas, como ciertos fármacos. Consultar con el médico antes de eliminar o sustituir esa medicación.
Tratar los trastornos del sueño que pueden estar causando las pesadillas, como la apnea o la narcolepsia.
En algunos casos puede ser aconsejable recibir terapia psicológica.