28 junio, 2024

Linfoma: los síntomas de alerta que deben hacerte sospechar de este tumor


Un linfoma es un “cáncer linfático, una neoplasia que deriva de las células linfoides del sistema inmunológico”, explica a CuídatePlus Juan Manuel Sancho, jefe del Servicio de Hematología del Hospital Universitario Trías i Pujol ICO Badalona y coordinador del Grupo de Trabajo de Linfomas Indolentes en Geltamo. Hay muchos tipos de linfoma, “en función del tipo de linfocito que haya derivado hacia la malignidad y en función de en qué momento del desarrollo de ese linfocito normal se ha interrumpido el proceso y convertido en una célula maligna”. De manera clásica, hay tres tipos de linfomas, indolentes, agresivos y enfermedad de Hodgkin. La diferencia entre ambos es el comportamiento de agresividad. En el caso de los indolentes, “no es que sean menos malos es que el comportamiento de agresividad es más lento que en los agresivos”. 
El Linfoma no Hodgkin (LNH) es el tipo más frecuente y su incidencia aumenta progresivamente con la edad, presentando un pico de incidencia a partir de los 60 años.  “Son enfermedades importantes desde el punto de vista sanitario por su incidencia en aumento en los países desarrollados y por ser de los pocos tipos de tumores donde la mortalidad está en aumento tanto en varones como en mujeres”, informa Francisco Lobo Samper, del Servicio de Oncología Médica de la Fundación Jiménez Díaz, Clínica de la Concepción en Madrid. En España, la incidencia está en torno a los 12,3 casos por cada 100.000 personas al año en el caso de los hombres, y 10,8 en el de las mujeres. 
El Linfoma de Hodgkin es más común entre personas jóvenes de entre 15 y 40 años y de 55 años en adelante. Cada año se detectan en España unos 1.400 casos nuevos y es más frecuente en hombres que en mujeres.
Actualmente se desconocen las causas que originan los linfomas pero suponen un 84% de todas las enfermedades neoplásicas hematológicas. “No se conocen las causas”, recuerda el experto, pero se ha visto que, en general, “en los linfomas, hay personas que pueden tener más predisposición genética que otras aunque es cierto que también juega un papel importante los tóxicos”. En algunos tipos, “pueden surgir a raíz de una infección como el virus de Epstein-Barr o el helicobacter pylori”. 

Síntomas de los linfomas

Uno de los síntomas característicos de los linfomas son los ganglios indoloros (en cuello, axilas o ingles). Esto es que el “paciente se nota un bulto indoloro”, informa Sancho. 
Cuando el crecimiento ganglionar se produce en el tórax o en el abdomen “los síntomas dependen de la compresión que los ganglios provocan sobre otras estructuras anatómicas”, informan desde SEOM. Así, pueden aparecer “tos y dificultad respiratoria (en caso de compresión de la tráquea o los bronquios), o dolor abdominal o de espalda (en caso de afectación de los ganglios del abdomen)”. 
Este es el signo más habitual pero hay veces en los que no hay una manifestación clínica evidente y que se descubre el tumor por otras situaciones. “Al ser de crecimiento lento puede ocurrir que el linfoma se vaya desarrollando poco a poco y que afecte a varios ganglios internos que no son visibles por el paciente, ni palpables, es decir, que no se tocan”. 
En estos casos los síntomas son diferentes e indican que el linfoma está avanzado:
Pérdida de peso
 
Sudoración por las tardes noches. “Es una sudoración muy llamativa en la que el paciente tiene que levantarse por la noche para cambiarse el pijama porque está empapado en sudor”, describe.
 
Febrícula persistente
 
El prurito (picor en la piel) generalizado “es un síntoma infrecuente pero característico del linfoma de Hodgkin y, algunas veces, puede anteceder meses o años al diagnóstico del linfoma”, informan desde la Sociedad Española de Oncología Médica.
 
Anemia sintomática. A veces los pacientes “presentan una anemia sintomática como consecuencia de la producción de sustancias (en los ganglios linfáticos inflamados) que bloquean la actividad de la médula ósea, o bien, porque las células malignas invaden la médula ósea”. 
 
Síndromes neurológicos o endocrinos de carácter paraneoplásico (que anteceden o aparecen a la vez que el linfoma, sin que se conozca bien su causa). A veces ocurre pero, como señalan desde la SEOM, “son muy infrecuentes”.

Diagnóstico de un linfoma

Para hacer el diagnóstico de esta enfermedad es necesario realizar una biopsia de alguno de los ganglios linfáticos aumentados de tamaño. Es posible detectar que algo no va bien con un análisis de sangre en el que “haya valores descompensados y se pueda intuir un problema”, indica Sancho, pero la biopsia es la prueba definitiva. 
En caso de que no haya ganglios visibles o palpables “será necesario realizar un escáner, un TAC o un PET para evidenciar que hay ganglios o lesiones y realizar la biopsia”, informa. 
En este caso, informan desde la SEOM, “puede realizarse el diagnóstico mediante la toma de una biopsia mediante punción con aguja gruesa en el Departamento de Radiología Intervencionista”. 
Este procedimiento “obtiene una pequeña cantidad de tejido para analizar en el laboratorio, con lo que el diagnóstico es más difícil y requiere el análisis de un patólogo experto en linfomas. Si la muestra de tejido no es suficiente, el paciente deberá ser sometido a una intervención quirúrgica más importante (mediastinoscopia para obtener ganglios torácicos o laparotomía para obtener ganglios abdominales)”.

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