El consumo de metanfetamina puede parecer residual en comparación con el de otras drogas mucho más extendidas, como el cannabis o la cocaína. Sin embargo, no es así en absoluto: en países como España ha crecido de forma significativa en los últimos años y es una sustancia cada vez más habitual en determinados entornos. Su acción estimulante y su alto poder adictivo han sido ampliamente difundidos, pero otros efectos, sobre todo a largo plazo, son menos conocidos.
La metanfetamina es una droga sintética estimulante del sistema nervioso central cuyo nombre científico es desoxiefedrina. “Por los riesgos que plantea su consumo, es una sustancia sometida a control desde la convención de sustancias psicotrópicas de 1971”, según informa el Plan Nacional sobre Drogas (PND) en un documento sobre los efectos y riesgos para la salud de esta sustancia.
Popularmente conocida como meta, tina, tiza o crystal meth, entre otros nombres, se puede encontrar en el mercado ilegal de drogas como polvo blanco o de color hueso, cristalino, inodoro y de sabor muy amargo, así como en pastillas (en ocasiones combinada con otras sustancias estimulantes, opiáceos o sildenafilo) o con aspecto de cristal.
Según el PND, “es de las sustancias ilícitas más consumidas y asociadas a delitos penales” en todo el mundo. Buena parte de la metanfetamina disponible se obtiene a partir de medicamentos, de los que se extrae la efedrina que se convierte luego en metanfetamina, tal y como refleja la conocida serie de televisión Breaking bad.
Cómo se consume y efectos deseados
La metanfetamina se puede consumir por vía oral, inhalada, fumada o inyectada. Sus efectos son más rápidos cuando se esnifa o fuma, ya que aparecen en cuestión de minutos. En cambio, cuando se toma por vía oral tarda en torno a media hora en hacer efecto.
Quienes consumen esta droga buscan los siguientes efectos:
Euforia.
Sensación de subidón de energía.
Aumento del deseo sexual.
Incremento del rendimiento intelectual o laboral.
Aumento del nivel de alerta.
Desinhibición.
Efectos adversos y riesgos a corto y largo plazo
La metanfetamina no es en absoluto una droga inocua y, de hecho, los expertos la clasifican entre las más destructivas, solo inferior a la heroína y el crack. Incrementa los niveles de dopamina de forma muy significativa y tiene un alto poder adictivo. Cuando se consume una alta cantidad, el riesgo de sobredosis y muerte es considerable.
Riesgos a corto plazo
A corto plazo, el subidón de energía que proporciona esta droga va unido a una disminución drástica del apetito, dilatación de las pupilas y aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria, así como de la presión arterial, lo que puede desembocar en problemas cardiovasculares graves.
La ingesta de dosis elevadas aumenta la temperatura corporal y puede causar lesiones en las arterias del cerebro, llevando a la aparición de convulsiones, con el consiguiente riesgo de muerte si no se tratan inmediatamente.
Asimismo, puede provocar efectos psiquiátricos agudos como ansiedad, insomnio, paranoia, ataques de pánico y aumento de la agresividad.
Riesgos a largo plazo
Los consumidores habituales de metanfetamina sufren diversas consecuencias negativas derivadas del abuso de esta droga. La primera es la adicción, a la que se añade la tolerancia, que lleva a que los efectos placenteros disminuyan con el uso repetido, lo que impulsa a consumir dosis más altas o con mayor frecuencia para alcanzar el efecto deseado. Entre los peligros del consumo a largo plazo destacan los siguientes:
Síntomas neuropsiquiátricos (ansiedad, confusión, insomnio, cambios de humor, conducta violenta, paranoia, alucinaciones visuales y auditivas, ilusiones…).
Cambios en el cerebro. Diversos estudios científicos con neuroimagen y animales de experimentación demuestran que el uso continuado de metanfetamina produce cambios en la estructura y el funcionamiento del cerebro, lo que explicaría por qué cuesta tanto tratar la adicción a esta sustancia y por qué son tan frecuentes las recaídas cuando se inicia un tratamiento de deshabituación.
Disfunción eréctil. La metanfetamina y otros estimulantes de la misma familia pueden aumentar la líbido, pero su uso a largo plazo puede provocar disfunciones sexuales y, en concreto, disfunción eréctil.
Problemas dentales. La expresión boca de metanfetamina refleja el importante deterioro de la dentadura que ocasiona esta droga en los usuarios habituales. La gingivitis que produce suele llevar a la pérdida de dientes.
El consumo de metanfetamina también puede agravar la evolución de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Hay estudios que revelan que este patógeno causa un mayor daño en células nerviosas y más problemas cognitivos en las personas con VIH que toman esta droga de forma habitual.
Estos son solo algunos de los efectos más graves asociados al consumo prolongado de esta droga.