Este verano —de junio a agosto— ha habido seis días con altas temperaturas (aquellas que se superan solo en el 5% de los días veraniegos) en León, mientras que en Málaga fueron 12, el doble; sin embargo, la tasa estimada de fallecidos atribuibles al calor se triplica en la primera ciudad respecto a la segunda (58 por cada 100.000 habitantes frente a 18). Los datos, obtenidos a través de una nueva aplicación científica —MACE—, permiten observar las diferencias de cómo afecta el clima estival por provincias: en general, aquellas de interior, más rurales y envejecidas, sufren más que las de costa o las del sur, más acostumbradas a las olas de calor.Que el calor aumenta la mortalidad está demostrado por numerosos estudios científicos, aunque medir con exactitud cuánto es más complejo: lo habitual es que en los certificados de defunción no aparezca esta causa, sino otras patologías que el calor hace más mortales. El Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) elabora el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) y realiza una estimación de cuántos de esos fallecidos son atribuibles al calor extremo, que este verano cifra en 2.190. “Es un modelo estadístico basado en unos umbrales de temperatura provinciales a partir de los cuales se dispara la mortalidad atribuible al calor, es decir, ola de calor”, señala Inmaculada León, corresponsable de MoMo.Otra herramienta para calcular los fallecidos por calor, lanzada hace unos meses, es MACE —Mortalidad atribuible en verano por calor en España—, que no solo tiene en cuenta las temperaturas más altas, sino también aquellas moderadas que superan el nivel de mínima mortalidad: alrededor de los 17 grados de temperatura media diaria, para lo que las máximas deben rondar los 30. MACE —desarrollada por la Fundación para la Investigación del Clima (FiClima) junto a científicos del CSIC y la Universidad de Valencia partiendo de la base de las cifras de MoMo y Aemet—, elabora un modelo que tiene en cuenta la asociación entre temperatura y mortalidad entre 2015 y 2023 en cada provincia y sugiere luego la cifra actual probable de fallecidos. En el siguiente mapa, se pueden explorar las diferencias por provincias.Los datos estiman que este verano ha habido 2.720 fallecidos atribuibles al calor extremo —una cifra similar a los alrededor de 2.200 que calcula MoMo—, pero añade otros 9.163 atribuibles a las temperaturas moderadas. En total, 11.883, una cifra inferior a la del año anterior, 13.471. Son números similares a los aparecidos en un reciente estudio del IS Global, que los cifraba en unos 8.700 en 2023. “El calor moderado, cualquiera que exceda la temperatura de confort, también afecta a la salud, por eso tiene sentido cuantificar su aporte a la mortalidad”, señala Carmen Íñiguez, profesora titular en el Departamento de Estadística de Investigación Operativa de la Universidad de Valencia, y una de las participantes en MACE.La herramienta tiene ciertas limitaciones: usa siempre el percentil 95 de temperatura para el calor extremo (es decir, una temperatura que supera solo en el 5% de los días de verano), mientras que el Ministerio de Sanidad (a través de la Escuela Nacional de Sanidad del ISCIII) calcula el exceso de calor específico para 182 regiones españolas. Mientras, el ISCIII no calcula los fallecimientos por calor moderado, lo que sí hace MACE.Descubre el pulso del planeta en cada noticia, no te pierdas nada. SIGUE LEYENDO
25 grados no son lo mismo en Alicante o en Burgos
El climatólogo Dominic Royé, de FiClima y otro de los que ha desarrollado el modelo, tercia: “Es importante medirlo así porque por ejemplo este verano en Valencia solo ha habido dos días de calor extremo, pero en cambio ha habido muchos días que estuvieron muy cerca de ese umbral, sin superarlo, por lo que solo se contabilizan dentro de calor moderado”.El modelo estima que alrededor del 12% de la mortalidad en verano tiene alguna relación con las altas temperaturas. Las diferencias son muy marcadas por provincias: en general, en las costeras y sureñas baja del 10%, mientras que en las de interior puede superar el 15%.Una mujer camina protegida del sol en Málaga el pasado 1 de agosto. Álex Zea (Europa Press)Hay una relación bastante directa entre el número de días de calor extremo (de esos que se dan solo un 5% de los días) y el porcentaje de muertes atribuibles al calor en cada provincia: Soria ha sido la zona con más días de temperaturas por encima del percentil 95 y es también la que más porcentaje de muertes por al calor ha registrado. En Sevilla, ha habido muy pocos días que superasen esa barrera —y menos del 8% de las muertes tienen relación con el calor—.Pero hay casos que se salen de esta descripción. Destaca —para bien— Málaga, que ha tenido 12 días por encima del límite y una fracción de muertes parecidas a la de provincias que pasaron poco calor. Al lado opuesto, León es uno de los sitios con menos días que superan el umbral (6) y la cuarta provincia con más porción de muertes (17%).Royé comenta: “En las regiones interiores es previsible encontrar un mayor porcentaje por el envejecimiento de la población, ya que a los mayores les afecta más”. Íñiguez añade: “Puede deberse a muchos otros factores, desde los socioeconómicos al rango climático al que estén acostumbrados”. Por ejemplo, con 25 grados la población de Alicante puede estar muy cómoda, pero en Burgos ya empezarán a pasar calor. Los investigadores recuerdan, eso sí, que también puede haber distinta exposición al calor un año que otro.Julio Díaz, investigador del ISCIII y experto en salud y altas temperaturas —aunque no ha participado en MACE—, añade más causas: “En la mortalidad interviene la pirámide de población, el nivel de renta, la rehabilitación de las viviendas, la infraestructura urbana, la contaminación… No es lo mismo estar a 38 grados en una vivienda pequeña con cuatro personas que en un chalet con piscina y aire acondicionado. Hicimos un estudio que muestra que el impacto del calor en Madrid es mucho más alto en los distritos con menos renta”. Además, señala que la población se va aclimatando al calor —alrededor de 0,6 grados por década—, por lo que es más probable que la población acostumbrada a las altas temperaturas resista mejor uno de estos episodios que aquella que no suele vivirlos. Es un factor a tener en cuenta para que una ola de calor no tenga el mismo efecto en Málaga que en León.Volviendo ese ejemplo, Royé señala: “La media de edad en Málaga es de unos 40 años, mientras que en León ronda los 50, lo que significa que hay más gente muy mayor, la más afectada. Ahí puede haber un factor diferencial”. Íñiguez concluye: “La proximidad a la costa supone un regulador climático, ya que en general son menos propensas a los extremos climáticos. Hay estudios que encuentran una reducción del riesgo de mortalidad asociado al calor en las zonas costeras. Además, la proximidad al mar es un recurso de adaptación que es gratis, que no depende de nivel socioeconómico y que funciona: cualquiera puede bañarse en el mar”.