24 noviembre, 2024

¿Qué hacemos con el dolor?



Un tema que me ocupa desde muy temprana edad, y que ocupa a gran parte de la sociedad, con diversas disciplinas, es qué hacemos con el dolor. Desde el dolor inocente de la infancia, hasta los dolores de la vida adulta, los físicos, los emocionales. Innatos y adquiridos. Siempre hay una clave para la vida, y es el manejo de esos dolores. Los estudios de la neurociencia demuestran que las personas más felices no son las que menos sufren, sino las que se lo proponen, más allá de los sufrimientos que les toque padecer. Los dolores de la infancia nos ocupan particularmente, ya que inciden en cómo se forja nuestra personalidad. En ese aspecto, de las tantas herramientas que hay a mano para combatir el dolor, quiero centrarme en dos. La reflexión sobre el dolor por un lado. Y el humor por otro. Poder reírse de ciertos dolores que no tienen arreglo. De lo absurdo de ellos, o de ciertas realidades y situaciones que vivimos a diario y nos afectan. Creo por mi propia experiencia y por la de otros, que estos dos aspectos ayudan a llevar los dolores de mejor forma, si es que eso existe. Y si vivimos con menos dolor, vivimos mejor. La reflexión sobre el dolor por un lado, y reírse del absurdo de los dolores por otro. Uno de los aspectos por los que el dolor nos afecta tanto, seguramente sea, porque nos da miedo morir. Una profesora dijo que todas las historias escritas tienen que ver con dos temas: “te amo” y “no me quiero morir”. Los dolores y el amor están profundamente ligados. Los dolores de la infancia afectan nuestra capacidad de amar en la vida adulta.

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Desde el rol que me toca ocupar en el teatro, cuando descubrí la obra Tom Pain (basado en nada) quedé muy impactado con dos cosas fundamentalmente. La profundidad con la que reflexiona sobre la existencia humana y sus dolores, y el humor que usa para ir llevando la obra adelante. Para reflexionar sobre temas tan duros. Una obra que logra un nivel profundo de reflexión sobre los dolores que arrastramos desde la infancia, y sus consecuencias en la vida adulta, entre ellas los desamores; tratada a su vez con una gran dosis de humor. Una historia que me resulta sumamente desafiante, atractiva y útil de contar. Los actores siempre buscamos historias, y cuando yo descubrí Tom Pain me sentí muy afortunado de que llegara a mis manos. Había encontrado una joya. Considero, que a través de esta obra, podemos avanzar un poco sobre cómo llevar los dolores adelante. Esta obra finalista del Premio Pulitzer en 2005, y que finalmente pude estrenar en 2017, va a cumplir sus cien funciones en cinco países, y pudo sobrevivir a la pandemia. Traer Tom Pain a Buenos Aires fue un viaje que empezó allá por 2017, en el Teatro El Extranjero. Nos llevamos amigos, aplausos, y un hermoso premio del Centro Cultural Rojas y la UBA -Premio Mayor en los premios teatro del mundo, en la categoría Teatros del Mundo. Desde esa temporada hasta ahora, muchas cosas han cambiado en el mundo y en mi vida, en una obra que habla y se ríe del dolor. El pasaje de una pandemia, y experiencias personales; ambas marcadas por el dolor. El personal y el colectivo. Desde aquel estreno hasta hoy, el mundo ha cambiado, yo también, y la obra se ha resignificado. Tom Pain hace un recorrido random por su vida, y nos da un paseo por la nuestra. Porque eso es el teatro. Un juego de espejos, en el que todos nos vemos a nosotros mismos. Tom reflexiona sobre dos experiencias dolorosas de su infancia y un desamor en la vida adulta, y alivia sus angustias con humor. Nos permite a través de su historia tener una experiencia colectiva aliviadora. Ir al teatro a reflexionar sobre nuestros dolores, y reírnos de ellos, nos ayuda a seguir viviendo en este mundo cargado de experiencias de dolor, y a seguir riéndonos de sus absurdos. Sigamos reflexionando sobre el dolor. Sigamos riéndonos de él. ¿No es genial estar vivos? *Actor del monólogo Tom Pain (basado en nada), de Will Eno y dirigida por Lucio Hernández (El Extranjero Teatro)

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