Los expertos en salud pública vienen dando la voz de alerta desde hace un tiempo sobre los riesgos que entraña una tendencia en alza denominada slam, slamming o slamsex que tiene mucho que ver con el chemsex. En esta ocasión, la alarma proviene de los especialistas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
El slamming o slamsex es una modalidad de chemsex en la que las drogas se administran de forma inyectada. Con ello, la probabilidad de transmisión del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o los virus de la hepatitis B o C es mucho mayor, por lo que se recomienda no compartir nunca las jeringuillas y, en general, el material de inyección de drogas con el fin de reducir riesgos.
Una de las mesas de debate del último congreso de la SEMI, celebrado en Canarias a finales de octubre, abordó el espectacular aumento de las infecciones de transmisión sexual (ITS) en España y los factores implicados, uno de los cuales es el aumento del chemsex. Este tipo de prácticas, y especialmente el slam, producen una intensa desinhibición y disminuyen la percepción cognitiva y emocional del riesgo de contraer ITS, según pusieron de manifiesto los expertos.
Jorge del Romero, director médico del Centro Sanitario Sandoval, perteneciente al Hospital Clínico de Madrid, puntualizó en su ponencia que “no todo consumo de drogas para mantener relaciones sexuales se considera chemsex”. Por otro lado, no existe consenso científico sobre su definición, aunque generalmente se utiliza el término de chemsex para referirse al “consumo intencionado de drogas, principalmente mefedrona (u otras catinonas sintéticas), metanfetamina y GHB/GBL, y otras sustancias (con frecuencia en policonsumo); para mantener relaciones sexuales, generalmente en grupo (sesiones, chills), durante un periodo prolongado de tiempo (entre varias horas y días) en el contexto sociocultural del colectivo LGTBI”. En este sentido, señaló que quienes practican chemsex “en su inmensa mayoría son hombres que tienen sexo con hombres y mujeres trans (la mayoría de ellas trabajadoras del sexo)”.
Sustancias utilizadas en el slamming
Del Romero expuso que en los últimos años se detecta un aumento del consumo intravenoso de drogas (especialmente, mefedrona y metanfetamina). Este fenómeno se aprecia de forma general y, en particular, en el centro que dirige. “En Sandoval, la prevalencia del slam ha aumentado significativamente”, resaltó.
El slamming puede ser “una experiencia placentera, euforizante y sexualmente estimulante”, explican los autores de Slamming: Guía para la reducción de daños asociados al uso de drogas inyectables en las sesiones de sexo, elaborada por iniciativa de la ONG Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt-VIH). Estas drogas permiten “mantener sesiones de sexo más largas incrementando la confianza en uno mismo”. Sin embargo, “se trata de una práctica que implica también daños para la salud”. Algunos se relacionan “con el tipo de drogas utilizadas y el patrón de uso; otros, sin embargo, se relacionan con la técnica con la que se realiza la inyección”.
Las drogas que se utilizan para facilitar, prolongar o mejorar la experiencia sexual son muy diversas: anfetamina, metanfetamina, speed, MDMA, ketamina, cocaína, mefedrona… Al administrarse de forma intravenosa, entran directamente en la sangre y llegan al cerebro sin ningún filtro. “El subidón es más rápido y más potente que el que produce cualquier otra vía de administración, pero de menor duración y con un elevado riesgo de generar adicción y dependencia con rapidez”, según se explica en la guía
Riesgos del ‘slamming’
Estos son los más destacados que conlleva la práctica de slamming:
Lesiones en las venas
La inyección de drogas por vía intravenosa utiliza las venas de los brazos para introducir la sustancia en el torrente sanguíneo. Las inyecciones continuas producen lo que se conoce como colapso venoso, que implica un daño permanente en los vasos sanguíneos.
Infecciones en la piel y tejidos blandos
La inyección de drogas por vía intravenosa aumenta el riesgo de transmisión de bacterias que causan infecciones en la piel y en los tejidos blandos. Una de las bacterias más frecuentes es el Staphylococcus aureus.
Transmisión del VIH y el VHC
Compartir agujas y otras herramientas para la preparación y administración de drogas aumenta el riesgo de transmisión de virus presentes en la sangre, como el VIH y los virus de la hepatitis B (VHB) y C (VHC).
Intoxicación y sobredosis por adulterantes
Los adulterantes son las sustancias que se añaden a la droga para alterar sus cualidades físicas. Pueden ser potentes y provocar toxicidad o sobredosis.
Trastornos mentales
Los trastornos psiquiátricos asociados al chemsex son alteraciones mentales producidas por el consumo o la abstinencia de una o varias sustancias y por conductas de adicción al sexo. En general, las vías de administración de drogas que permiten una llegada rápida al cerebro favorecen su potencial de adicción y de dependencia. “Las drogas estimulantes como la metanfetamina, la mefedrona, el el alfa-PiHP o cocaína son ejemplos de sustancias con un alto riesgo de abuso, en parte porque actúan de forma directa sobre los mecanismos neuronales involucrados en la recompensa y en parte porque se administran a través de vías que permiten que actúen de forma rápida y sus efectos se sientan prácticamente de forma inmediata”, subrayan los expertos de la ONG gTt-VIH.
Por otro lado, las drogas estimulantes administradas por vía intravenosa pueden provocar síntomas psicóticos y conducta suicida. De hecho, “se sabe que los gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres que practican slamming presentan más ideación suicida e intentos de suicidio que aquellos que no utilizan drogas por vía intravenosa”.