6 noviembre, 2024

Todo lo que puede decirte la saliva sobre tu salud


Imagina una botella de un litro. Es la cantidad media diaria de saliva que segregamos. Una botella de un litro de saliva al día. No, no es la imagen más agradable que nuestra mente puede proyectar. De hecho, muy posiblemente hacerlo haya generado asco. Sin embargo, la botella del rechazo es la misma con la que podemos cumplir con numerosas funciones esenciales para nuestro organismo. Jorge de Abajo Larriba, especialista de otorrinolaringología en la Clínica Universidad de Navarra (CUN), apunta las siguientes:
Antibacteriana y antifúngica (que combate los hongos) a través de la secreción de inmunoglobulinas y otros compuestos.
 
De lubricante e hidratación de la cavidad oral y el tracto digestivo. 
 
Digestiva mediante la secreción de enzimas como la amilasa y la lipasa, que ayudan a la digestión de los azúcares complejos y las grasas. 
 
Estimuladora del gusto, disolviendo la comida en sustancias químicas y activar así las papilas gustativas.
 
Equilibradora del pH de la cavidad oral. La saliva protege a los dientes de sustancias ácidas y previene la desmineralización del esmalte dental.
 
Regenerativa de la mucosa oral y del esófago. 
Continuemos con esa botella imaginaria. ¿Cómo se llena? “La saliva se genera en las glándulas salivales durante todo el día. Tenemos seis (parótida, submaxilar y sublingual) y cientos de glándulas menores repartidas por toda la boca”, detalla el experto, quien indica que determinados estímulos como la ingesta de alimentos, olores o, incluso, pensar en comida, “aumenta la producción de saliva de forma significativa”. 

¿Qué síntomas pueden advertir de problemas en las glándulas salivales?

El otorrinalingólogo de la CUN diferencia tres grandes grupos de síntomas que indican que algo no va bien en estas productoras de saliva. 

Síntomas obstructivos

Son los más frecuentes y afectan sobre todo a las glándulas submaxilares. Aquí entraría el llamado síndrome del almuerzo, que consiste en un aumento del volumen de la glándula afectada. En concreto, la ingesta de alimentos causa una mayor producción de saliva que, al no poder drenar, se acumula, lo que incrementa el volumen de la zona temporalmente. Son síntomas que ocurren de forma repetida.
Si la obstrucción se da en una glándula menor, puede generarse un quiste llamado ránula que, en la mayoría de los casos es asintomático, aunque puede adoptar un tamaño relativamente grande.

Síntomas infecciosos

Se caracterizan por la aparición de dolor, aumento de volumen y de temperatura, así como enrojecimiento de la zona afectada. Estos signos pueden ir acompañados de saliva purulenta de aspecto grumoso y lechoso con mal sabor. 
Es habitual que el malestar general, la fiebre o la dificultad para abrir la boca también aparezcan en estos cuadros infecciosos, que se combatirían con antibióticos, antiinflamatorios y, en algunos casos, con drenaje quirúrgico. 

Síntomas inflamatorios

Son síntomas que pueden estar relacionados con enfermedades autoinmunes o con infecciones virales, como el virus de las paperas, por ejemplo. Se suelen manifestar, junto a un malestar general, mediante el aumento del volumen de todas las glándulas salivales, siendo más evidente esto normalmente en las parótidas. 

Xerostomía o tener la boca siempre seca

La sequedad en la boca o xerostomía tiene lugar cuando las glándulas salivales (fundamentalmente, las submaxilares y las parótidas) no producen la cantidad suficiente de saliva para mantener la boca húmeda. Según de Abajo, son varios los motivos que pueden esconderse tras este problema:
Efecto secundario de determinados tratamientos. Algunos fármacos (ansiolíticos, antidepresivos u opioides), la radioterapia local sobre la cavidad oral, el tratamiento con yodo radioactivo o la enfermedad de injerto contra huésped de pacientes que han recibido un trasplante de órganos.
 
Síntoma de enfermedades sistémicas. El síndrome de síndrome de Sjögren es la más conocida. Se trata de una patología autoinmune en la que el cuerpo produce anticuerpos contra las glándulas. Este síndrome suele ir acompañado de sequedad de otras mucosas como la ocular y la genital. Otras enfermedades sistémicas que pueden causar xerostomía son la sarcoidosis, el VIH, la cirrosis biliar primaria, la fibrosis quística o la diabetes mellitus.
 
Causas locales como la sialoadenitis crónica (inflamación de las glándulas debido a una infección bacteriana). 

Razones del exceso de saliva

También puede ocurrir lo contrario y que se produzca lo que se conoce como sialorrea, que no es otra cosa que una hipersalivación. “Se puede producir por un exceso de producción o un fallo en los mecanismos que limpian y eliminan la saliva de la cavidad oral. Es normal en niños hasta los dos años de edad”, cuenta el especialista. En cuanto a los adultos, apunta que se puede producir por estas causas:
Enfermedades neurológicas como la parálisis cerebral, el Parkinson, el ictus, la esclerosis lateral amiotrófia (ELA) o la neuralgia del trigémino.
 
Efecto secundario de ciertos medicamentos como algunos antipsicóticos, tranquilizantes o anticonvulsivos.
 
Consecuencia de la exposición a compuestos tóxicos como el mercurio, pesticidas o setas venenosas.
 
Infecciones como la rabia.
 
Problemas gástricos como el reflujo gastroesofágico o el cáncer de estómago. 
Además, “también existen causas locales que puede producir sialorrea como las infecciones dentales, la amigdalitis aguda, alteraciones en la oclusión dental o la congestión nasal entre otras”, señala el especialista, y agrega: “Como curiosidad, durante el embarazo la producción de saliva aumenta de forma fisiológica”. 

Saliva amarga o ácida

Si se sufre deshidratación, la saliva se condensa, lo que aumenta la concentración de sales y adopta un sabor amargo. 
“Otras causas pueden ser la infección de una glándula salival (sialoadenitis). En este caso, la saliva amarga suele ir acompañada de síntomas como la inflamación local, enrojecimiento y calor sobre la zona y puede ir acompañada de dolor local y fiebre”, informa. 
La patología obstructiva de las glándulas salivales también puede cursar con alteración del sabor de la saliva. Los cálculos salivales, las estenosis del conducto u otras alteraciones que interrumpan el flujo de saliva implican que la saliva se acumule y se condense. Por último, de Abajo añade que otros factores como la ingesta de tóxicos y determinados fármacos pueden ser excretados por la saliva alterando su gusto. 

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