28 mayo, 2025

tragedia, rave y danza viva



Luciana Acuña corre. En los pocos minutos que tiene, entre dirigir y ser parte de las coreografías de los nuevos shows de Zoe Gotusso, dar clases de danza en la UNA (Universidad Nacional de las Artes) y protagonizar la obra Bailarinas incendiadas en Arthaus habla con Clarín.Pero no nos adelantemos. Eso dejémoslo a Luciana, que desde hace más de veinte años dirige el Grupo Krapp de danza contemporánea, borrando límites entre disciplinas. Acuña y su grupo son uno de los más renombrados de la Argentina: se han presentado en los Estados Unidos, América Latina y Europa, con una propuesta que cruza danza, performance y musical, siempre al borde. Hay obras que se ven, y otras que se viven. Agreguemos a ese segundo grupo las que, además, se bailan y se festejan. Bailarinas incendiadas está basada en hechos históricos: bailarinas que debido a los tutús de tela inflamable que usaban y al contacto con la luz a gas de los teatros morían carbonizadas.Esa chispa, esas tragedias que efectivamente ocurrieron (documentadas por la investigación pormenorizada de Ignacio González, experto en historia de la danza), Acuña las lleva al extremo. Físico e intelectual. Es una obra teórica y práctica, erudita e inmersiva. Cuerpos que bailan, enloquecen, festejan casi como respuesta a todas esas muertes: una urgencia de moverse sin parar.Y de la muerte a lo vital del movimiento, se zafa. Como dirá Acuña más adelante: “Moviéndose sin parar, danzando.”Luciana Acuña, coreógrafa de Zoe Gotusso y bailarina. Su propuesta en “Bailarinas incendiadas” cruza danza, performance y musical.

La danza como exorcismo: entre cuerpos quemados y fiestas rave

El público está parado, sin butacas ni escenario. Hay una pantalla. Entonces, ¿es cine también? Sí y no. Los textos de la obra los escribieron Mariana Chaud y Alejo Moguillansky, uno de los directores más originales de los últimos años, con varios premios en el BAFICI, entre otros. Como en el cine, hay arte del movimiento, luces pulsantes y cuerpos en trance.La pantalla, entonces, como el famoso cuadro de Magritte sobre la pipa, nos dice en letra de molde: “Esto no es una obra”. Misterio. Pero también, como la canción de David Bowie, nos invita: “Bailemos”. Si Bailarinas incendiadas fuese una obra clásica, arrancaría con ese “Allegro” prometedor.“Siempre desde el grupo abordamos la idea de la tragedia y lo festivo, es parte de nuestra búsqueda”, cuenta Acuña a Clarín. “Pero también porque estas pibas se morían a los 21 años bailando. Eso se te queda en la retina. Y también pasa que en ese momento las mujeres estaban en el centro de la escena, cosa que no siempre fue así, en una disciplina rodeada de hombres. Para mí eran guerreras, con lo cual no podía ser algo triste o melancólico.”

Operación bailar: entre electro, punk y fuego

Las performers cuentan esas tragedias reales mientras bailan: una mezcla de obra y ensayo sobre la obra. Una clase (en el mejor sentido de la palabra) teórico-práctica con crónicas basadas en investigaciones históricas, titulares de diarios de la época y no-ficción. Operación bailar. Y también escuchar, aprender y disfrutar.Bailarines e iluminadores hacen de DJs o relatan la historia de la iluminación en el ballet hasta nuestros días. Incluso el cine ha dado pocos ejemplos de una mezcla así, donde historia, baile y musical se amalgaman. Disney intentó contarle al mundo cómo funciona el mundo del ballet con hipopótamos en tutú y ratones dirigiendo orquestas.La puesta está pensada como una obra-fiesta. Cuando te la pasás sentado, todo parece más solemne. Acá no: la obra es física. Son mujeres que se incendiaban bailando, y eso te tiene que pasar en el cuerpo.”Bailarinas incendiadas” está pensada como una obra-fiesta, aunque su inspiración venga de tragedias.Y entre todas esas ideas, la obra parece inventar su propio género. Punk-drama bailable. Ballet-beat histórico. Se mezclan hombres en tutú (de una belleza y surrealismo a lo Chaplin), un DJ, el público que toma el escenario en el intermezzo y lo convierte en pista de baile. Un solo de batería que homenajea a músicos incendiarios como Gene Krupa, Buddy Rich o la canción Moby Dick de Led Zeppelin.El escritor Julian Barnes, al comienzo de su novela Niveles de vida, dice: “Juntás dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia.” Acá no son sólo dos cosas. ¿Cómo hacer para que todo esto no sea un quilombo?Luciana Acuña responde: “Es un misterio. Organizar todos esos elementos para que no sea un caos… o para que sea un caos organizado. En nuestro proceso creativo probamos mil cosas. A veces uno se pregunta: ‘¿Pero qué tiene que ver esto con esto otro?’. Son muchos años de experiencia del equipo, donde hay intuiciones. Mucho pensar, mucho intentar.”De hecho, empezamos a trabajar el texto en rima, buscando una musicalidad. Y Agustín Fortuny, bailarín, DJ y músico de la obra, se entusiasmó. Se volvió imparable con un solo de batería. Y dijimos: ‘Esto queda. Esto es una mujer prendiéndose fuego’.”La puesta de “Bailarinas incendiadas” tiene hasta un solo de batería.

Historias reales que parecen ficción: de Emma Livry a La Telesita

En escena se cruzan historias reales que parecen sacadas de una película: la de Emma Livry, la bailarina francesa que murió prendida fuego en la Ópera de París; la de Clara Webster en Londres; la de las hermanas Gale en Filadelfia; y también la leyenda argentina de La Telesita, que bailó hasta consumirse y se convirtió en al menos dos canciones del folclore, interpretadas por Jorge Cafrune, Ariel Ramírez, Hugo Díaz y el Chango Farías Gómez.Todas son cuerpos que arden: por amor, por ambición, por ignorancia, por mandato. Y porque sí. Tutucidios. Una muerte textil y humana. De coreografía a quemografía. Dar un paso de baile junto a las luces de gas era el riesgo de prenderse fuego.Mujeres que, aún sabiendo que la tela del tutú podía condenarlas a arder, preferían usarlo para no perder “el vuelo” que les daba al moverse. Bailar es despegar los pies de la tierra. Es casi volar. Aquí, “volátil” significa tanto flotar en el aire como prenderse fuego.Pero ese fuego, que era castigo y sacrificio, también es liberación. La obra arma un puente entre tragedias históricas y mitos populares. Como el grafiti de la revuelta del Mayo Francés del 68 que decía: “A donde haya fuego, llevaremos gasolina”. Bailarinas incendiadas es una fiesta de cuerpos en combustión.Bailarinas incendiadas es muchas cosas al mismo tiempo: una crónica bailada, una clase de historia con tutús y beats, una rave histórica con swing de otro siglo. Es un exorcismo en zapatillas, sí, pero también una lección sobre cómo se iluminaban los teatros antes de que existiera la electricidad, y sobre los cuerpos que se quemaban para que la función siguiera. Es tragedia y es fiesta. Es ritmo, punk, fuego y archivo vivo.Una ilustración sobre la tragedia de Emma Livry, en una función de “La sílfide”. Fuente: slobodenpecat.mk O como dice Acuña: “Fue un gesto político también. Eran chicas que empezaban desde nenas -eso no cambió en la danza hasta hoy-, y que se negaban al mandato de los hombres que producían esos espectáculos. En la danza, como en el deporte, uno sale a hacer lo que tiene que hacer. Puede romperse los meniscos, pero cree en lo que hace. Yo creo en el baile, en el golpe, en el break.”Y el público, cuando termina esta obra fascinante, de octanaje alto y combustión sostenida, también. Y Luciana Acuña, claro, sigue corriendo.

Información

Mujeres incendiadas puede verse el 27 y 28 de mayo y 5, 6, 12, 13, 19 y 20 de junio, a las 20, en Arhaus, B, Mitre 434, CABA.

Fuente

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