30 octubre, 2024

Vivir más de 100 años: ¿cómo influyen los genes?


¿Por qué algunas personas cumplen 100 años de edad sin cuidarse demasiado y otras que ponen un gran empeño en tener unos hábitos de vida sanos terminan su vida mucho antes? La respuesta puede estar en los genes y por eso han proliferado los estudios sobre genética de la longevidad. 
Uno de los máximos estudiosos de este ámbito científico es Valter Longo, de la Escuela de Gerontología de la Universidad del Sur de California (Estados Unidos), que investiga desde hace décadas los mecanismos fundamentales del envejecimiento y las vías moleculares que pueden modificarse para prevenir o tratar el cáncer, la enfermedad de Alzheimer y otras enfermedades propias de la vejez. Uno de sus últimos estudios se acaba de publicar en la revista Med y revela nuevos efectos sobre el envejecimiento de un gen muy especial.

El síndrome de Laron y su relación con una vida más larga

Longo mantiene una estrecha colaboración desde hace casi 20 años con el endocrinólogo Jaime Guevara-Aguirre, de la Universidad San Francisco de Quito (Ecuador). El fruto más reciente de esta alianza es el descubrimiento de las posibles ventajas cardiovasculares de la mutación genética rara que provoca la enfermedad conocida como deficiencia del receptor de la hormona del crecimiento (GHRD), también llamada síndrome de Laron.
Esta patología, que se caracteriza por la incapacidad del organismo para utilizar su propia hormona del crecimiento y provoca un retraso en el crecimiento, se ha relacionado en ratones con una extensión de la longevidad del 40% y un menor riesgo de padecer diversas enfermedades relacionadas con la edad. Sin embargo, el vínculo con el aumento o la disminución de las enfermedades cardiovasculares no estaba claro. 
La mutación que causa el síndrome de Laron, hallada solo en unas 400-500 personas en todo el mundo, fue identificada en un grupo de ecuatorianos cuyos antepasados ​​habían huido de España en tiempos de la Inquisición hace más de tres siglos. Al afectar a los receptores de la hormona de crecimiento, esta alteración genética tiene como resultado un tipo de enanismo.
Según pudieron comprobar los investigadores en anteriores estudios en un grupo de ecuatorianos afectados, además de una baja estatura, estas personas tienen una mayor tasa de obesidad. Sin embargo, sorprendentemente, su riesgo de cáncer y de diabetes tipo 2 es muy bajo. Asimismo, sus cerebros muestran un mejor estado y logran resultados superiores en las pruebas que evalúan la memoria y otras habilidades cognitivas.  
El trabajo que se acaba de publicar consistió en analizar la función, el daño cardiaco y los factores de riesgo cardiovascular en 51 personas, 24 de las cuales tenían la enfermedad y las restantes 27 eran familiares no portadores de la mutación que sirvieron como controles.  

Una mutación ligada a un menor riesgo cardiovascular

Los resultados muestran una clara ventaja en el terreno cardiovascular en los portadores de la mutación del síndrome de Laron. En primer lugar, mostraron niveles más bajos de glucosa en sangre, así como de resistencia a la insulina y presión arterial en comparación con sus familiares no afectados. También tenían un tamaño cardiaco más pequeño y una menor rigidez arterial, pero el grosor de la arteria carótida era menor. 
A pesar de ostentar unos niveles de colesterol LDL (el malo) más altos, los individuos con GHRD presentaron una tendencia a desarrollar placas ateroscleróticas en la arteria carótida significativamente más baja (7% frente al 36% en los controles).
“Estos hallazgos sugieren que los individuos con GHRD tienen niveles normales o más favorables de factores de riesgo de enfermedad cardiovascular en comparación con sus familiares”, ha señalado Longo. El experto ha puntualizado que, aunque la muestra analizada es reducida, proporciona una información valiosa sobre los “efectos de la deficiencia del receptor de la hormona del crecimiento en la salud y sugiere que los medicamentos o las intervenciones dietéticas que ejerzan efectos similares podrían reducir la incidencia de enfermedades y, posiblemente, extender la longevidad”.

Cómo alargar tu vida si no eres portador de genes de longevidad

La mutación que produce el GHRD no es la única asociada a la longevidad, pero no resulta fácil encontrar genes relacionados de forma inequívoca con un aumento de la esperanza de vida. También han sido muy notables las investigaciones sobre los genes APOE y FOXO3A y el estudio de las características genéticas de las personas que superan los 100 años está aportando datos muy reveladores.
Como contrapunto de estas investigaciones también han cobrado una importancia creciente las destinadas a averiguar qué genes acortan la vida y, lo que es más interesante, qué se puede hacer para contrarrestar esa mala suerte en la lotería genética. Un análisis de múltiples estudios publicado en la revista BMJ Evidence Based Medicine aporta algunas claves en este sentido.
Según los resultados de esta revisión científica, un estilo de vida saludable puede compensar en más de un 60% los efectos de ser portador de genes que acortan la vida. Los genes y el estilo de vida parecen tener un efecto aditivo en la esperanza de vida de una persona, pero unos hábitos poco sanos se asocian a un riesgo un 78% mayor de morir de forma prematura, independientemente de la predisposición genética.
Los factores que más contribuyen a fomentar un estilo de vida sano son cuatro, según la investigación:
No fumar.
 
Practicar ejercicio físico de forma habitual.
 
Un adecuado descanso nocturno.
 
Una dieta sana.

Bibliografía

Normal or improved cardiovascular risk factors in IGF-I-deficient adults with growth hormone receptor deficiency. Jaime Guevara-Aguirre et al. Med 26 abril 2004. DOI: https://doi.org/10.1016/j.medj.2024.03.022
 
Genetic predisposition, modifiable lifestyles, and their joint effects on human lifespan: evidence from multiple cohort studies. Bian Z, Wang L, Fan R, et al. BMJ Evidence-Based Medicine. 29 abril 2024. DOI: 10.1136/bmjebm-2023-112583
 
How Important Are Genes to Achieve Longevity? Calogero Caruso et al. Int J Mol Sci. 2022 mayo; 23(10): 5635. DOI: 10.3390/ijms23105635

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