La actividad física es esencial para la salud. Junto con la alimentación y el sueño, el ejercicio es uno de los pilares clave para estar bien física y mentalmente. A nivel general, “la práctica de ejercicio con regularidad nos ayuda a tener más energía en nuestro día a día, influye directamente en nuestro estado físico y mental” señala a CuídatePlus Xavi Villanueva, entrenador personal Clubs Metropolitan, quien recuerda las razones para decidirse a cambiar el sedentarismo y los malos hábitos por el deporte:
La actividad física nos ayuda a controlar el peso.
Nos ayuda en la prevención de problemas de salud y enfermedades como:
Problemas de HTA (Hipertensión Arterial).
Diabetes en todos sus estadios, cobrando mucha importancia en la Diabetes tipo 2.
Ansiedad.
Depresión.
Accidentes cerebrovasculares.
Artritis.
Fibromialgias.
Esclerosis Múltiple.
Mejora de coordinación para evitar caídas.
Cáncer.
Mejora el estado de ánimo.
Aumenta la energía
La actividad física contribuye a tener un mejor sueño.
Contribuye a la socialización.
Ejercicio y cáncer
Eso, a nivel general pero ¿qué ocurre con los pacientes que tienen enfermedades como el cáncer? ¿es bueno hacer deporte? El cáncer es una enfermedad que afecta mucho a la calidad de vida del paciente por el tumor en sí y por los efectos adversos de los tratamientos.
Como señala el entrenador, hay estudios que corroboran la evidencia que la actividad física constituye un elemento muy importante en la terapéutica de los pacientes oncológicos. En ellos “se muestra una diferencia significativa entre los pacientes que hacen deporte y los que no”. Los efectos positivos “se notan en la depresión, la ansiedad, la fuerza y resistencia muscular, la fatiga, la salud física, mental y cognitiva”.
La actividad física mejora la calidad de vida, ya que “mejora la condición cardiovascular la fuerza y la composición corporal, reduciendo niveles de estrés, cansancio, mejorando la autoestima y la felicidad”. Además, “aumenta la supervivencia y reduce la mortalidad, la fatiga y los efectos secundarios del tratamiento”. Eso sí, como indica el experto, “la actividad física debe seleccionarse de forma individualizada, en función del tipo de cáncer y el tratamiento”.
Ejercicio más adecuado para los pacientes
Antes de recomendar un ejercicio o un entrenamiento determinado, es importante tener en cuenta situaciones que puedan condicionar el ejercicio durante el tratamiento como pueden ser:
El tipo y etapa de cáncer que tiene el paciente.
El tipo de tratamiento.
La capacidad de aguante que tenga el paciente, fuerza y condición física, antes, durante y después del tratamiento.
Teniendo esto en cuenta, a la hora de elegir el mejor entrenamiento, hay que señalar que “la mayoría de las investigaciones realizadas hasta la fecha sugieren que lo más recomendable para estos pacientes son el trabajo aeróbico y el entrenamiento de fuerza o resistencia”.
Según el American College of Sports Medicine (ACSM) y la Sociedad Americana contra el Cáncer (ACS) recomiendan:
Intentar hacer al menos de 150 a 300 minutos de ejercicio con un nivel de intensidad moderada todas las semanas. El paciente puede hacer esto ejercitándose durante 30 minutos al día, 5 días a la semana.
Tratar de hacer de 2 a 3 sesiones de entrenamiento de fuerza por semana. Estas sesiones deben centrarse en los principales grupos de músculos: el pecho, los hombros, los brazos, la espalda, el abdomen (vientre) y las piernas. Algunos ejemplos de entrenamiento de fuerza como la llamada calistenia son las flexiones y los abdominales, ejercicios utilizando bandas de resistencia o el levantamiento de pesas.
Estirar los principales grupos musculares al menos 2 veces por semana. Sesiones de Yoga o Pilates son también una buena alternativa para trabajar la movilidad y evitar la espasticidad muscular.
Es clave, según el experto, “hacer algún tipo de actividad física todos los días y, en la medida de lo posible, evitar estar sin moverse durante períodos prolongados, como estar sentado por horas de una sola vez”.
Dicho esto, el ejercicio en pacientes oncológicos “debe realizarse con una valoración continuada de la tolerancia al ejercicio a través de la sensación de esfuerzo, fatiga y recuperación”. Esto es clave. También, añade, “hay que tener en cuenta otras enfermedades relacionadas o no con el cáncer, y los efectos secundarios y secuelas de los tratamientos médicos o quirúrgicos”. Muchos de los pacientes pueden llegar a realizar ejercicio intenso, pero la progresión debe ser siempre gradual e individualizada atendiendo a los síntomas de alarma.
Ejemplo de entrenamiento
A la hora de realizar ejercicio de fuerza, explica el entrenador personal, las recomendaciones serían “dedicar como mínimo 2 o 3 días a la semana, alternando estos días”.
Hacer sesiones entre “seis y ocho tipos distintos de ejercicio de los principales grupos musculares y con 3 series de entre 8 y 12 repeticiones con recuperación entre cada serie serían las pautas marcadas por los doctores y especialistas”, recuerda el entrenador pero si, además, “combinamos actividades aeróbicas con otras de fuerza, sería perfecto”.
Por otra parte, señala, “aunque hay que tener en cuenta que el paciente oncológico requiere una personalización de la dosis de ejercicio, tanto en el número de sesiones y repeticiones como en la relación entre carga, peso y resistencia, sería recomendable no dejar más de dos días de inactividad”.
En todo entrenamiento es importante también prestar atención a los tiempos de recuperación que “deben ser adaptados a las necesidades del paciente”.
Finalmente “hay que evaluar de forma constante la tolerancia a la actividad física, mediante factores como la sensación de esfuerzo, la fatiga o la recuperación”, concluye.