El ictus es la segunda causa de muerte en España, la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia, según datos de la Sociedad Española de Neurología. Cada año entre 110.000 y 120.000 personas sufren un ictus en España.
Entre los factores de riesgo habituales del ictus se encuentra, según el Portal Clínic del Hospital Clínic de Barcelona, algunos no modificables y otros sobre los que sí podemos actuar:
La edad. A partir de los 55 años el riesgo va doblándose por cada década que transcurre.
Hipertensión.
Diabetes.
Falta de actividad física.
Obesidad.
Consumo de tabaco.
Cifras altas de colesterol en sangre.
Consumo de alcohol y otras drogas.
Sexo: Los hombres tienen más riesgo de ictus que las mujeres.
Tener alguna enfermedad cardíaca.
Antecedentes familiares.
La mejor forma de prevenir un ictus es adoptar unos hábitos de vida saludable. ¿Cómo se traduce eso a la vida real? Pues procurando medir la presión arterial de forma periódica, vigilar el peso, reducir la circunferencia abdominal, hacer ejercicio, comer de forma equilibrada y no fumar y consumir alcohol de forma moderada o no hacerlo en absoluto.
Estas recomendaciones no son baladís, puesto que el 90% de los ictus podrían evitarse actuando sobre estos factores de riesgo.
Otros factores modificables del ictus
Además de estos factores de riesgo, existen otros no tan clásicos pero que poco a poco van demostrando su influencia en la aparición de un accidente cerebrovascular.
Uno de ellos es la soledad y el aislamiento social. Precisamente un estudio de la Universidad de Harvard en eClinical Medicine apunta a que la soledad crónica puede aumentar de forma significativa el riesgo de sufrir un ictus. Los autores apuntan a que hay que investigar más para comprender por qué se produce esta relación y a la posibilidad de que intentar paliar la soledad podría ayudar a prevenir la aparición del ictus.
Peor salud cerebral y cardíaca
En la literatura algunos estudios apuntaban a esta relación. Es el caso de una investigación de 2022 publicada en Journal of American Heart Association por la Universidad de California en San Diego, que analizó el impacto que el aislamiento percibido y objetivo tenía sobre la salud cardiovascular y cerebral. Los autores comprobaron que la soledad y el aislamiento social se asociaban con una elevación del 30% en el riesgo de infarto o de ictus. Además, la soledad y el aislamiento social parecen ser factores de riesgo independientes para una peor salud cardiovascular y cerebral.
¿Cómo reconocer un ictus?
Según los profesionales de la SEN, el ictus suele aparecer de forma brusca y sin aviso. Los síntomas más frecuentes son los siguientes:
Alteración brusca en el lenguaje, con dificultades para hablar o entender.
Pérdida brusca de fuerza o sensibilidad en una parte del cuerpo. Generalmente afecta a una mitad del cuerpo y se manifiesta especialmente en la cara o extremidades.
Alteración brusca de la visión, que provoca visión por un ojo, doble o incapacidad para ver objetos en alguna zona de nuestro campo visual.
Pérdida súbita de coordinación o equilibrio.
Dolor de cabeza muy intenso y diferente a los habituales.