Aunque los seres humanos somos flexibles por naturaleza y podemos recurrir a cada una de las dos fuentes fundamentales de combustible, es decir, la grasa y la glucosa, según las circustancias la realidad es que el modo de alimentación actual, el sedentarismo y el estrés nos llevan a atrofiar esa valiosa capacidad de adaptación, según explica la doctora Isabel Belaustegui, especialista en Anatomía Patológica, y autora de Optimiza tu metabolismo (Grijalbo, 2024).
El metabolismo es toda la maquinaria que nos permite obtener energía y aplicarla a las diferentes funciones vitales. Y la flexibilidad metabólica es la capacidad para poder utilizar una fuente de combustible u otra según las diversas circustancias, como pueden ser “si estamos en ayunas o hemos comido; o si hemos ingerido alimentos más ricos en grasas o en carbohidratos; o bien si estamos en reposo o en actividad, o si tenemos que responder a una mayor demanda o a un pico de estrés”.
El organismo humano nos confiere flexibilidad para obtener energía de la glucosa o de las grasas según las circustancias y poder alternar entre las dos fuentes de combustible en función de cuál sea más interesante para atender la necesidad que se presente. “Esto es algo que tenemos por naturaleza, es decir, que traemos de serie y que nos permite que aunque no hayamos comido en las últimas horas tengamos suficiente energía para afrontar las demandas habituales”.
Sin embargo, en la actualidad nos encontramos con que en muchas personas esto no es así, es decir, que no pueden, por ejemplo, caminar, entrenar o concentrarse adecuadamente en el trabajo si están en ayunas. La razón es que han perdido su flexibilidad metabólica y se han vuelto muy dependientes de la glucosa.
Nos falta energía y sentimos hambre
“Cuando perdemos esta capacidad nos encontramos con que nos falta energía estable y sentimos la necesidad de comer cada pocas horas porque no logramos utilizar la energía almacenada en nuestro cuerpo en forma de grasa”, explica la doctora Isabel Belaustegui, quien desarrolla una amplia actividad divulgadora en sus redes sociales.
Esta pérdida de flexibilidad metabólica explica también en parte por qué a algunas personas les cuesta tanto mantenerse en el peso adecuado “aún cuando se esfuerzan en tratar de llevar una alimentación saludable y mantenerse activos” o por qué en otras se acumula la grasa, sobre todo, a nivel abdominal.
Señales de pérdida de flexibilidad metabólica
Así, una de las pistas que pueden hacer sospechar de que se ha perdido esta flexibilidad metabólica es la imposibilidad para funcionar adecuadamente en ayunas, “es decir, para entrenar o para trabajar”. La dificultad de concentración es otro indicio, como lo son también la tristeza y la irritabilidad.
Isabel Belaustegui pone como metáfora ilustrativa de esta capacidad de alternar entre una y otra fuente de energía la de un tren que circula por una vía y cuando la aguja indica que ésta se va a acabar y debe seguir por otro trazado es capaz de hacerlo sin dificultad. “Cuando perdemos la flexibilidad metabólica es como si la manivela se atascase, no somos capaces de cambiar de ruta y seguimos tratando de utilizar la glucosa aún cuando esa vía ha llegado a su fin, ignorando la ruta de la grasa”.
Una capacidad que se entrena
La buena noticia es que la flexibilidad metabólica se puede entrenar y, por tanto, recuperar cuando se ha perdido, de tal modo que “seamos capaces de nuevo de utilizar la vía de la grasa como fuente de energía y no solo la de la glucosa”.
“Factores que influyen en la pérdida de flexibilidad metabólica son una alimentación rica en carbohidratos, sobre todo, de rápida absorción, como alimentos elaborados con harina blanca, pasta, pan, pizza, bollería…así como frutas de alto índice glucémico, alimentos azucarados, edulcorantes; que activan y sobreactivan la vía de la glucosa. O los aceites vegetales refinados, que dañan las mitocondrias y las rutas metabólicas”, indica Belaustegui. El sedentarismo y el estrés son también factores que influyen en la pérdida de flexibilidad metabólica.
Cómo recuperarla
Para recuperarla es conveniente evitar los alimentos que la perjudican y potenciar los que la benefician, como son los carbohidratos de bajo índice glucémico, presentes en verduras, hortalizas y cereales integrales; y las grasas saludables, como las que contiene el aceite de oliva virgen, el aguacate, las aceitunas, los frutos secos y las semillas.
Un factor que ayuda también a recuperar la flexibilidad metabólica es el ayuno intermitente, dado que “en ayunas hacemos mejor ese cambio de vía a la ruta de la grasa”. Para empezar a adoptar este hábito Isabel Belaustegui sugiere, por ejemplo, adelantar la hora de la cena y retrasar la del desayuno.
Además de la alimentación, el ejercicio físico es clave para recuperar la flexibilidad metabólica.
También lo es también asegurar un buen descanso.
Y tratar de reducir la carga de estrés, prescindiendo, por ejemplo, de tareas no indispensables.
Belaustegui concluye destacando la importancia de saber que la flexibilidad metabólica es una capacidad que el organismo humano tiene y que cuando la pierde la puede recuperar no solo para asegurar una disposición adecuada de energía para el día a día, una relación sana con la alimentación y un peso óptimo sino también como fuente de salud general.