Alrededor del 40% de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros del litoral, con lo que quien dé con una forma económica, rápida y por supuesto sostenible de desplazarse por zonas costeras tendrá a su alcance un jugoso negocio. En Regent lo saben y por eso llevan ya unos cuantos años trabajando en un tipo de vehículo eléctrico con el que aspiran a transportar carga y pasajeros en franjas de 180 millas (unos 290 kilómetros) y a una velocidad que roza los 300 km/h.
Lo sorprendente de su aparato, pensado para zonas con amplias extensiones de agua, es que no es un barco, ni un avión y aspira a ganar en eficiencia a los taxis voladores. Su apuesta son los seaglider, planeadores eléctricos y flotantes.
Un negocio de calado. Nos gusta el litoral. Las zonas costeras representan apenas el 20% de la superficie terrestre, pero según datos de la ONU acogen a buena parte de la población mundial. En concreto, el organismo calcula que cerca del 40% reside a menos de 100 kilómetros de una costa, porcentaje que refleja bien cómo se reparte el censo español. A lo largo del mundo hay además importantes metrópolis bañadas o muy próximas al mar, como Nueva York, Tokio o Bangkok.
Con semejantes datos sobre la mesa, en Regent, una startup de EEUU, se han propuesto buscar una forma innovadora, rápida, económica y sostenible de enlazar territorios repartidos por el litoral. “Desde el helicóptero no ha aparecido ningún nuevo medio de transporte”, reflexiona Billy Thalheimer, CEO de Regent. La clave para él está clara: “Los seaglider brindarán alivio a quienes buscan alternativa a los viajes aéreos tradicionales que prestan servicio a comunidades costeras”.
No es un avión, no es un barco… No, es un planeador marino eléctrico capaz de flotar. Esa es la tecnología por la que ha apostado Regent, creadora de una nave con capacidad para 12 pasajeros y pensada para moverse de tres formas distintas durante un mismo viaje: valiéndose primero de su casco, como una embarcación convencional, usando luego su hidroala y elevándose finalmente como un avión. Su modelo insignia se llama Viceroy y el objetivo es que pueda estrenarse en 2025.
La startup quiere que sea capaz de transportar pasajeros y carga con una autonomía de entre 160 y 180 millas náuticas —lo que equivaldría a unos 300 kilómetros— y durante sus desplazamientos llegue a alcanzar una velocidad de crucero de 180 mph (290 km/h). Eso al menos con la tecnología actual, porque la compañía confía en que a medida que pasen los años y mejoren las baterías podrá cubrir trechos mucho mayores, de más de 400 millas (unos 740 km).
Tres tecnologías mejor que una. Una de las grandes peculiaridades del planeador marino y eléctrico de Regent es que no se desplaza de una única forma. A lo largo de un mismo trayecto combina tres métodos distintos. La nave sale de las zonas portuarias y acelera hasta elevarse sobre su hidroala, una tecnología que como recuerda la compañía se ha popularizado gracias a las competiciones de vela de la Copa América y que le permite avanzar de forma estable.
“Desde el muelle el vehículo flotará sobre su casco. Al alcanzar los 32 km/h, se elevará sobre su hidroala retráctil. Los hidroplanos ofrecen una gran tolerancia a las olas y una mayor comodidad para los pasajeros cuando el vehículo abandona el abarrotado puerto de la ciudad a velocidades de entre 32 y 64 km/h —abunda la startup—. Al llegar a mar abierto, pasa suavemente a su ala, repliega el alerón y acelera hasta alcanzar una cómoda velocidad de crucero de 290 km/h, todo ello manteniéndose a una distancia máxima de la superficie del agua”.
La pregunta del millón: ¿Por qué? La apuesta de Regent no es fruto de un capricho ni una extravagancia. Aunque la empresa aún debe mostrar la eficiencia de su sistema y que puede aplicarse a una escala comercial, apunta a un mercado con un enorme potencial. De entrada su planeador es “100% eléctrico”, un matiz que subraya a menudo y le lleva a afirmar que operará libre de emisiones. El ruido que genera es además menor que el de un avión o helicóptero convencionales. En cuanto a capacidad, Viceroy aspira a desplazar a 12 pasajeros más dos tripulantes, o aproximadamente 1.600 kilos si se adopta la configuración de carga.
Que esté a medio camino entre el barco y el avión le ofrece además algunas ventajas importantes. “Es una embarcación voladora totalmente eléctrica que combina la velocidad, comodidad y sistemas de navegación de una aeronave con la conveniencia, maniobrabilidad y asequibilidad de un barco”, argumenta la startup. A mayores, ese carácter híbrido le permite aprovechar los muelles que ya existen y sus características simplifican el a menudo complejo proceso de certificación.
Así se lo comenta Thalheimer a Forbes, al que confiesa que espera que los trámites resulten más ágiles que los que requiere un eVTOL, los vehículos eléctricos de despegue vertical. La certificación dependería de hecho de la Guardia Costera.
Levantar el vuelo (pero no mucho). Que eso sea así se debe a otras de las peculiaridades de estos planeadores marinos: vuelan sobre el agua y a alturas no muy elevadas para aprovecharse del efecto conocido como Wing-in-ground-effect. “Al igual que un aerodeslizador, los hidrodeslizadores vuelan sobre un colchón de aire dinámico creado por el aire a presión entre las alas y el agua —abunda la empresa—. La ventaja aerodinámica de este llamado ‘efecto suelo’ incluye importantes eficiencias operativas, mayor capacidad de carga y alcance”.
“Vuela bajo sobre el agua para aprovechar numerosas eficiencias aerodinámicas y operativas, permitiendo una mayor capacidad de carga útil y una mayor autonomía que otros conceptos”, subraya la compañía, que garantiza que la seguridad de las maniobras se logra con “sistemas de navegación y control de última generación”. Forbes precisa que las aeronaves se elevan entre 5 y 10 m sobre la superficie del mar y que en tres años Regent espera tener unidades comerciales que transporten pasajeros entre las islas de Hawái o Florida por unos 40 dólares por trayecto.
“Reducimos el coste a la mitad en comparación con los mejores aviones pequeños de su clase”, reivindicó Thalheimer en el CoMotion LA de Los Ángeles: “En nuestro Viceroy de 12 pasajeros, eso supone 40 céntimos por asiento y milla. Así que una misión de 160 km, digamos entre las islas de Hawái, sale a 40 dólares” el billete.
De la teoría… A los dispositivos para pruebas. El año pasado, durante la conferencia CoMotion Miami, Regent presentó de forma pública un prototipo de su planeador marítimo eléctrico y reivindicó su nave como “la primera solución comercial viable del mundo totalmente eléctrica para el transporte costero”.
Apenas unos meses después la compañía iba más allá y aseguraba haber completado con “éxito” sus primeros vuelos en Rhode Island. Las demostraciones las realizó con un modelo de 5,5 metros de envergadura, un cuarto de escala de su diseño final. “Regent ahora se centra en desarrollar su prototipo a tamaño real, de 19,8 metros, con pruebas en el mar con seres humanos”, señalaban por entonces sus responsables, y deslizaban: “Se espera que arranque en 2024”.
Horizonte 2024. En primavera Regent volvió a mover ficha y presentó una “maqueta a escala real” de su prototipo de planeador, con el que espera iniciar pruebas de vuelo ya en 2024: “Después del exitoso prototipo de escala ¼ de la compañía el año pasado, la maqueta representa un siguiente paso en el proceso de construcción de Regent que permitirá a los clientes comenzar a interactuar con el diseño del vehículo a escala real y a pensar en la experiencia del pasajero.
Con ese propósito sus responsables han escogido ya a las compañías que actuarán como proveedoras de las baterías y motores: EP Systems y MAGicALL. En su web mantiene que sus planeadores marinas entrarán en servicio en 2025.
Recaudación y apoyo de fondos. No necesitará esperar tanto para atraer a clientes. Aunque le quedan meses de desarrollo y pruebas, durante los que deberá demostrar el alcance real de su diseño, Regent puede presumir ya de un éxito nada menor: haber despertado el interés de las compañías… y abierto sus carteras. Hace un año la startup afirmaba sumar pedidos por más de 7.000 millones de dólares, cifra que la pasada primavera elevaba a 8.000millones en pedidos comerciales. Y eso sería solo una parte del jugoso pastel al que aspiran sus inversores.
“Nuestros estudios, basados en datos validados de forma pública, muestran que nuestros planeadores marinos sirven a un mercado de 11.000 millones de dólares que, según nuestras previsiones, aumentará hasta los 25.000 millones a medida que avance la tecnología de baterías”, reivindica Thalheimer. Por lo pronto, su compañía asegura haber obtenido más de 50 millones de dólares en financiación desde su lanzamiento, hace solo unos años, y captado “inversiones estratégicas” de firmas relevantes en el sector, como Japan Airlines o Lockheed Martin.
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