Cuando oímos hablar de colesterol solemos pensar en algo malo, en el daño que puede hacernos a las arterias tener unos niveles elevados de colesterol pero en realidad es un lípido esencial para el organismo. Como explica en detalle para CuídatePlus Jacinto Fernández Pardo, jefe de sección de medicina interna y responsable de la unidad de lípidos del Hospital General Universitario Reina Sofía de Murcia y vicepresidente 2º de la Sociedad Española de Arteriosclerosis (SEA), “es un componente fundamental de las membranas de nuestras células, contribuyendo de manera importante a mantener su integridad y funcionalidad”.
También, añade, “actúa como precursor de la síntesis de moléculas esenciales para nuestra vida como las hormonas esteroideas (cortisol, estrógenos, testosterona, aldosterona, etc.), los ácidos biliares, que forman parte de la bilis, y son imprescindibles para la digestión y absorción de grasas, y la vitamina D, muy importante para la salud ósea y el sistema inmunológico”.
Colesterol malo
El colesterol es transportado en la sangre por unas partículas denominadas lipoproteínas, que se clasifican en diferentes tipos según su densidad:
Quilomicrones
VLDL (lipoproteínas de muy baja densidad),
LDL (lipoproteínas de baja densidad)
HDL (lipoproteínas de alta densidad)
Estas lipoproteínas “tienen funciones fundamentales para el organismo” y las LDL, en concreto, “transportan colesterol hacia los tejidos (colesterol LDL), pero los niveles elevados están asociados con un mayor riesgo para la salud al favorecer el desarrollo de arteriosclerosis”.
Consecuencias de tener colesterol malo alto
El colesterol LDL, conocido comúnmente como “colesterol aterogénico o malo”, es “un factor promotor de la arteriosclerosis y uno de los principales factores de riesgo para la salud del sistema cardiovascular”. ¿Por qué? “La acumulación excesiva de LDL en sangre favorece la infiltración de estas partículas en las paredes de las arterias, donde pueden ser oxidadas y desencadenar una respuesta inflamatoria”, describe el especialista.
Este proceso “es el origen de la formación de placas de ateroma, que estrechan progresivamente las arterias y que limitan el flujo sanguíneo” y, a largo plazo, este fenómeno, conocido como arteriosclerosis, “es el principal responsable de la aparición de complicaciones graves en diversos territorios vasculares”.
Por un lado, “se pueden obstruir las arterias coronarias, provocando angina de pecho o incluso un infarto de miocardio, una de las principales causas de mortalidad en el mundo”.
Por otro lado, “esas placas pueden desarrollarse en las arterias del cerebro, aumentando el riesgo de accidentes cerebrovasculares isquémicos o ictus, que pueden dejar graves secuelas neurológicas permanentes o resultar fatales”.
Pero no sólo estas arterias sufren las consecuencias del colesterol “malo”, también lo hacen el resto de las arterias ya que niveles altos de colesterol LDL están directamente relacionados con la enfermedad arterial periférica, una condición que causa dolor al caminar y que, en casos avanzados, puede comprometer seriamente el riego sanguíneo de las extremidades y de otros territorios u órganos importantes como intestino, riñones, etc.
Otros riesgos del colesterol: los trombos
Otro problema especialmente peligroso del colesterol LDL alto es “la posibilidad de que las placas ateroscleróticas se vuelvan inestables y se rompan”, informa Fernández Pardo. Cuando esto ocurre, “el material liberado en la sangre puede activar el sistema de coagulación y formar un trombo que puede bloquear por completo una arteria, desencadenando rápidamente una complicación aguda como un infarto o un ictus”, advierte. Además, las arterias afectadas por arteriosclerosis también” son más propensas a desarrollar aneurismas, dilataciones anómalas, que pueden romperse y tener consecuencias potencialmente mortales”.
Síntomas del colesterol alto
El colesterol alto en sangre (hipercolesterolemia) suele ser un problema silencioso, es decir, que “no presenta síntomas específicos durante años hasta que la arteriosclerosis y sus complicaciones cardiovasculares ya están avanzadas”. Sin embargo, como apunta el especialista, en algunas situaciones, ciertas señales visibles en la piel y otros síntomas pueden hacernos sospechar que algo no anda bien.
Entre las manifestaciones cutáneas más características “se encuentran los xantomas, que son acumulaciones de colesterol bajo la piel; estos aparecen como bultos amarillentos, blandos y elevados, localizándose con frecuencia en codos, rodillas, tendones y en los dedos”.
También puede producir “urticaria, piel irritada, granos de acné, sensación de picor y manchas rojizas”, apunta Manuel J. Mozota Núñez, responsable del Grupo de Trabajo de Dislipemia de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia.
Como informa el experto de la SEA, “estos depósitos solo se ven en pacientes con hipercolesterolemia grave afectos de hipercolesterolemia familiar”.
Otra señal visible son los “xantelasmas palpebrales”, que consisten en “depósitos amarillentos alrededor de los párpados”. Aunque no siempre se asocian directamente con colesterol alto, “su presencia puede indicar un perfil lipídico alterado en sangre”.
Asimismo, añade, “el arco corneal, una opacidad blanquecina o grisácea en el borde externo de la córnea, puede ser una señal de alarma si aparece en personas jóvenes, ya que puede ser común en edades avanzadas”.
Por otro lado, es importante recalcar que, aunque el colesterol alto per se no suele dar síntomas claros, algunas de sus consecuencias sí. De hecho, “la acumulación de placas en las arterias puede reducir el flujo sanguíneo y la oxigenación de los territorios dependientes”, que puede manifestarse en forma de “cansancio, debilidad y dolor en las piernas al caminar”, lo que puede indicar enfermedad arterial periférica.
En casos más avanzados, “la afectación de las arterias coronarias puede provocar angina de pecho, un dolor torácico que surge principalmente durante el esfuerzo físico”.
En algunos casos, “el colesterol elevado se hace evidente sólo después de que la persona haya presentado un episodio agudo, como un infarto de miocardio o un ictus, pero, aunque estas y otras señales pueden alertar sobre el problema, no es posible confirmar o diagnosticar hipercolesterolemia sin un análisis de sangre”.
Por esta razón, las guías médicas “recomiendan realizar controles periódicos y muy especialmente en personas con factores de riesgo” como:
Estos controles, recuerda el experto de la SEA, “son esenciales para identificar el problema a tiempo y prevenir complicaciones mayores”.