El sudor es uno de los mecanismos que tiene nuestro organismo para adaptarse al medio. Por eso, todos sudamos, en mayor o menor medida. ¿Cómo se produce el sudor? Tal y como explica a CuídatePlus Daniel Andrades Sardiña, del servicio de Cirugía Torácica del Hospital Quirónsalud Huelva, este proceso “comienza con un incremento en la temperatura corporal que es detectado por receptores térmicos de la piel y del sistema nervioso”.
Esta información, explica el especialista, “es procesada en el hipotálamo, donde se genera un estímulo que es conducido hasta las glándulas sudoríparas que responden liberando el sudor a la superficie corporal”. Es importante saber que, aunque menos potente, “esta respuesta también puede ser desencadenada por estímulos mecánicos, (cuando hacemos ejercicio), emocionales o gustativos”.
Las funciones del sudor
Aunque su función principal es la de contribuir a la regulación de la temperatura corporal, la realidad es que el sudor tiene otros beneficios menos evidentes. “Al aportar factores hidratantes y nutrientes como aminoácidos, lactato, urea, sodio o potasio”, explica el experto, “el sudor se convierte en la principal fuente de hidratación de la capa más externa de la piel y también se comporta como órgano excretor de pequeñas cantidades de sustancias tóxicas y de deshecho, como contaminantes orgánicos, metales pesados, ftalatos, bisfenol A o etanol”.
Además, por esta vía puede excretarse (junto con la urinaria y respiratoria) hasta un 10% de la cantidad de alcohol total en sangre”. Por otro lado, “contribuye a la función defensiva de la piel, tanto a nivel mecánico, mediante efecto barrera; como a nivel químico, aportando factores activadores de la inmunidad, así como sustancias oleosas y proteínicas con propiedades antibacterianas y antifúngicas”.
El sudor y la atracción física
Otra función del sudor está relacionada con la atracción física. Aunque mucho más residual en las personas que en los animales, comenta el experto, “el sudor también contiene feromonas, partículas implicadas en la atracción física y en la reproducción, al desencadenar la activación de hormonas sexuales”.
Por qué sudamos más o menos
En cuanto a los factores que hacen que sudemos más o menos, es importante señalar que “el ejercicio físico y la aclimatación a ambientes cálidos y secos se asocian a una sudoración más intensa y de inicio más rápido, a diferencia de ambientes muy húmedos, en los que el sudor pierde gran parte de su eficiencia térmica”, comenta el experto.
El sexo, indica, “también parece influir, siendo más potente la respuesta en varones al contar con mayor masa muscular y con una mayor producción metabólica de calor”. En cambio, “situaciones como la edad avanzada o la deshidratación se asocian con menor intensidad de la sudoración”. Aunque menos importantes, otros factores como la altitud, el ritmo circadiano o el ciclo menstrual “pueden provocar variaciones más leves”.
Como señala Miguel Aizpun, de la Academia Española de Dermatología y Venereología, “hay circunstancias que favorecen la hiperhidrosis como el estrés, el abuso del café y el alcohol, y enfermedades como la diabetes o el hipertiroidismo, además de diversas enfermedades infecciosas”.
Sudor y enfermedades
Se estima que la media de sudoración total de una persona “puede oscilar entre 0,2 y 3 litros cada hora”, todo ello en función de las condiciones climáticas y del ejercicio físico. Por ello, recuerda el experto, “es complejo establecer un límite concreto para definir qué cantidad de sudoración puede considerarse como patológica o saludable”.
Al tratarse de un mecanismo de compensación, “podemos considerarla patológica o anormal cuando su aparición no se corresponde con la intensidad del estímulo emocional, ambiental o metabólico recibido por el organismo y que interfiere así en actividades básicas de carácter social u ocupacional, generando un deterioro de la confianza, la autoestima o la salud mental”. En estos casos, aparece sudor en exceso y es lo que se conoce como hiperhidrosis, un trastorno que puede llegar a afectar al 5% de la población española.
Como detalla Andrades Sardiña, las personas que se ven afectadas por este problema sudan en exceso sobre todo en “la zona craneofacial, en el caso de los hombres, y en las axilas, en el caso de las mujeres”. La edad media de aparición va entre los 14 y los 35 años, aunque “en algunos casos se manifiesta desde la infancia”.
La hiperhidrosis primaria, detalla el especialista, “suele mostrar una presentación focal, centrada en una o varias regiones corporales, sobre todo las axilas, palmas de las manos y plantas de los pies, en este orden. Las formas generalizadas son mucho menos frecuentes y suelen aparecer en el contexto de enfermedades metabólicas, trastornos psiquiátricos o neurodegenerativos, tales como diabetes, esclerosis múltiple, displasia ectodérmica, enfermedad de Addison, lesiones medulares o consumo de sustancias como opiáceos, antidepresivos o drogas estimulantes”.
Qué se puede hacer para reducir el sudor
La buena noticia es que se pueden adoptar medidas que ayuden a minimizar el sudor o, incluso, a terminar con el problema de forma definitiva. Algunas de ellas son:
Mantener un espacio de trabajo bien ventilado para generar un ambiente fresco y seco.
Evitar el consumo de alimentos picantes o sustancias estimulantes, como alcohol o cafeína pueden ser efectivos.
Usar ropa ligera y transpirable, fabricada con fibras naturales como el lino o el algodón y su recambio a lo largo del día, especialmente en prendas íntimas o interiores, también suelen ser beneficiosas.
La práctica regular de ejercicio moderado.
Tener una adecuada hidratación
Estas medidas “pueden reducir la sudoración durante el reposo y que ésta sea más ligera, evitando que nuestro cuerpo se resienta a consecuencia de la transpiración, sobre todo en ambientes cálidos”, explica.
Otros consejos son: “Reducir el nivel de ansiedad y estrés por medio del yoga o la meditación, que puede aportar un efecto similar, además de mantener una buena higiene corporal mediante una ducha diaria con agua tibia”.
Todo esto “contribuye a regular la temperatura de nuestro cuerpo sin desencadenar una mayor transpiración”, afirma el especialista.
Si estas medidas no consiguen controlar el exceso de sudoración, su recomendación es “consultar a un especialista, que podrá asesorar acerca del uso de diferentes tratamientos”. Entre ellos, uno de los más empleados son los “antitranspirantes, con base de sales de aluminio o nitrato de plata en forma de lociones, toallitas o aplicadores de roll on”. Otra alternativa son los “anticolinérgicos, fármacos que actúan sobre la base química de la producción del sudor y pueden administrarse por vía tópica (glicopirronio) o en comprimidos por vía oral (oxibutinina clorhidrato)”.
En casos de exceso de sudoración axilar, también puede ser efectiva “la infiltración con toxina botulínica. Esto genera un bloqueo temporal del estímulo nervioso que desencadena la producción de sudor. La duración de este efecto suele ser de unos 6 meses”.
Pero si lo que buscas es una solución definitiva, lo más recomendable, según el experto, es el tratamiento quirúrgico. “En este caso el objetivo es producir un bloqueo definitivo de este estímulo hacia los miembros superiores mediante la simpatectomía torácica. Se trata de una intervención mínimamente invasiva, cuyo efecto es inmediato y permanente, que ofrece resultados muy favorables en casos severos que no mejoran con el resto de tratamientos.
¿De qué depende el olor del sudor?
El olor corporal depende de muchos factores ya que es una mezcla de compuestos químicos. Además de la glándulas ecrinas, “existe otro tipo de glándulas productoras de sudor, conocidas como glándulas apocrinas, mucho menos numerosas y situadas en zonas con vello corporal como el cuero cabelludo, la cara, las axilas, las mamas o los genitales, que se activan durante la pubertad debido al incremento de los niveles de testosterona”.
Estás glándulas, explica el experto, “producen un sudor más viscoso rico en ácidos grasos, proteínas, azúcares y amoniaco, que se libera a través del folículo piloso”. Inicialmente este sudor es “inodoro”, sin embargo, “la acumulación de algunos de sus componentes junto con la degradación de sus nutrientes por bacterias presentes en la piel generan compuestos volátiles que dan lugar al mal olor corporal”. Entre los microorganismos implicados en este olor se encuentran “las corinebacterias y los micrococos que son los responsables del olor acre intenso, además de los estafilococos o cutibacterias, más asociados a olores levemente ácidos”.
En cuanto a las causas del mal olor del sudor, diferentes estudios científicos han permitido identificar algunos factores que influyen más allá de hábitos higiénicos o estéticos. Como explica Andrades Sardiña, “algunos de estos factores son internos o propios de cada individuo como la edad, la etnia, el estado emocional o los rasgos de personalidad y otros tiene que ver con la vestimenta, el tipo de dieta o la existencia de enfermedades”.
En función de esto y al contrario de lo que suele percibirse de forma general, “hasta el momento no han podido demostrarse diferencias significativas entre ambos sexos, siendo la noción del peor olor masculino más atribuible a un estereotipo preestablecido que a un hecho real”. Sin embargo, añade, “es cierto que niveles elevados de andrógenos se asocian a un olor corporal menos atractivo, mientras que niveles elevados de estradiol y baja progesterona, como ocurre durante las fases de elevada fertilidad, activan áreas de la corteza cerebral relacionadas con la percepción del atractivo sexual femenino, mientras que en periodos con predominio de la progesterona, como el embarazo, el olor corporal activa un área conocida como corteza prefrontal, relacionada con comportamientos más empáticos”.
Por otra parte, hay que señalar que ciertas enfermedades también pueden relacionarse con olores muy particulares como es el caso de “la fiebre tifoidea o la escarlatina, descrito como un olor que recuerda a pan horneado, o la tuberculosis y la fiebre amarilla, con sensaciones que evocan a cerveza rancia y a carne, respectivamente”.
Aunque estos factores influyen en el mal olor del sudor, la principal causa de esto es, sin duda, tener una deficiente higiene corporal. Como explica el especialista, “una limpieza regular de la superficie cutánea con productos jabonosos ayuda a reducir el mal olor gracias a la emulsión de detritos y de sustancias de desecho que son eliminadas mediante limpieza por arrastre, evitando su acumulación y degeneración bacteriana”. Además, “el empleo de productos perfumados como aguas, fragancias, desodorantes o colonias pueden ayudar a enmascarar el olor corporal natural al impregnar la piel de aromas más agradables”. Esto no sólo ayuda a eliminar el mal olor sino también a producir un incremento de la confianza, de la autoestima y del atractivo, percibido tanto por nosotros mismos como por otros”.
En cuanto a la pregunta de si el vello corporal influye en el olor del sudor (sobre todo el vello de las axilas), la respuesta es sí. Según el experto “una de las funciones principales del vello axilar es la retención de la humedad y los compuestos químicos liberados por las glándulas apocrinas, por lo que parece lógico pensar que su eliminación pueda alterar los patrones de olor corporal”. De hecho, “se ha comprobado que el afeitado axilar genera un efecto positivo de carácter temporal en el olor corporal, cuya duración es más prolongada si se lleva a cabo de forma regular”.
Otro factor que se relaciona con el mal o buen olor del sudor es la alimentación. “Es conocido que dietas con alto consumo de pescado pueden incrementar la concentración de ácidos grasos insaturados en la grasa cutánea, otorgando un olor más ácido y acre”, informa. El consumo elevado de “carne roja, carbohidratos o marisco parece generar una intensidad olfativa que se describe como intensa y poco atractiva, al contrario que ocurre con el consumo de ajo, posiblemente promovido por sus numerosos beneficios para la salud, especialmente su efecto antibacteriano y antioxidante”, indica.
Es importante señalar que la frecuencia de la ingesta también puede provocar sutiles variaciones en el olor. “Aunque no ha podido demostrarse diferencia entre una ingesta regular y un ayuno prolongado, es cierto que los periodos cortos de ayuno, menores a 24 horas, parecen relacionarse con un olor más suave y agradable”.
Consejos para no oler a sudor
Teniendo en cuenta todo lo anterior las medidas más efectivas para combatir el mal olor corporal se centrarán en mejorar los hábitos higiénicos, el modo de vida o la vestimenta.
Entre los consejos, el experto destaca:
Tener una adecuada higiene corporal con limpieza regular de la superficie cutánea.
El rasurado periódico del vello axilar, para evitar la acumulación de la secreción maloliente. Evitar el uso de prendas confeccionadas con fibras sintéticas como el nylon o poliéster en favor de fibras naturales como la lana, el lino o algodón, puesto que se asocian más frecuentemente al mal olor por su limitada capacidad de transpiración y absorción de la humedad.
Hacer ejercicio físico mantenido. Esto provoca una reducción en la concentración de sales y amoniaco en la composición del sudor, lo que se traduce en menor producción de sustancias malolientes.
Llevar una dieta equilibrada sin exceso de sales. Esto genera una disminución de la concentración de sodio, cloro y compuestos de desecho a medio plazo.
Los casos de bromhidrosis axilar que no responden a medidas conservadoras pueden tratarse mediante la aplicación de sustancias antitranspirantes o procedimientos más invasivos, como la inyección de toxina botulínica o cirugía de liposucción como última opción.