26 diciembre, 2024

Estas son las señales de alerta de la anorexia y la bulimia


Alrededor de 400.000 personas en España tienen un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Las patologías más frecuentes que se incluyen en este grupo son la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón, pero hay otros como el trastorno restrictivo/evitativo de la ingesta y, con mucha menor frecuencia, la rumiación y la pica.
Hay que tener en cuenta que existen distintos tipos de anorexia y bulimia, por lo que sus síntomas y señales de alerta pueden ser muy variados. En la Unidad de Media Estancia (UME) de TCA del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos (Madrid) conocen bien esta variabilidad y la tienen en cuenta en el manejo integral de estas patologías que proporcionan desde hace cuatro años. Según explica Beatriz Expósito, dietista-nutricionista de la unidad, “la anorexia puede ser restrictiva o mixta (se combinan episodios restrictivos con episodios purgativos) y también hay anorexia atípica”. Pedro Fernández de Velasco, coordinador de enfermería, comenta que la “más llamativa es la anorexia atípica porque todo el mundo tiene en mente el estereotipo de que las pacientes están muy delgadas, y no siempre es el caso; puede haber normopeso y sobrepeso”.

Pedro Fernández de Velasco (enfermero), Beatriz Expósito (dietista-nutricionista) y Paloma Nieto (psicóloga clínica), de la UME de Trastornos de la Conducta Alimentaria de San Juan de Dios en Ciempozuelos. (Foto: Sergio Enríquez-Nistal)

Perfil de los afectados por anorexia y bulimia

En lo que se refiere al perfil de los afectados por TCA, los expertos confirman que siguen siendo eminentemente femeninos (en una proporción de 1 hombre por cada 10 mujeres), pero en los últimos años se ha registrado un aumento de los casos en varones.
La psicóloga clínica de la unidad, Paloma Nieto, expone que los TCA “son trastornos que debutan en personas jóvenes y estamos viendo que está bajando la edad de inicio”. En comparación con la anorexia, “la bulimia empieza algo más tarde”, indica, si bien también hay que considerar que el diagnóstico puede llegar un poco después porque “no vemos tantas fluctuaciones en el peso”.

Factores de riesgo

En cuanto a los principales factores de riesgo de los TCA, lo primero que deben saber los padres de niños y adolescentes es que estos trastornos pueden afectar a cualquier persona porque, tal y como subraya Fernández de Velasco, “es una enfermedad bastante social, muy del primer mundo”.
Nieto reconoce que se puede hablar “de unos rasgos de personalidad que predisponen un poco más, pero en ningún caso son determinantes”. También puede jugar un papel importante la exposición a las redes sociales y, en concreto, el bombardeo de información sobre dietas para adelgazar. 
Asimismo, las personas que han sufrido abuso sexual, bullying o algún otro suceso emocionalmente impactante o trauma durante la infancia y la adolescencia presentan una mayor vulnerabilidad.
Otro factor importante es el hecho de haber tenido sobrepeso en la infancia. “En ocasiones, cuando una jovencita empieza a hacer dieta porque quiere bajar unos kilos, eso ya es imparable”, resalta Nieto. Expósito agrega que, desde el punto de vista del entorno, ejerce un efecto muy negativo “el refuerzo social de la pérdida de peso”.

Señales de alerta de los TCA

Entre los signos de alarma más frecuentes de la anorexia y la bulimia cabe destacar los siguientes:
Estar muy pendiente de las dietas y de contar calorías. 
 
Empezar a hacer mucho ejercicio físico.
 
Comportamientos extraños a la hora de la comida.
 
Ir mucho al baño después de comer.
 
Mostrar preocupación o hacer muchas preguntas sobre el aspecto externo.
 
Disminuir las relaciones sociales y aislarse.
 
Ponerse ropa ancha.
 
Estar más irritable. “A medida que va instaurándose el trastorno, van apareciendo también cambios en la personalidad”, apunta la psicóloga. “Las personas más obedientes y dóciles empiezan a estar más irritables y a mentir”. 
 
Puede haber una falta de la menstruación.
 
El afectado/a niega que tenga hambre. Por ejemplo, dice que no quiere comer porque ya lo ha hecho con sus compañeros/as de clase. 
 
Cambia la forma de relacionarse con la familia, amigos y compañeros de clase o de trabajo.  
 
Excesiva obsesión con el peso, que a veces lleva a pesarse muy a menudo.

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